Aurora Díez-Canedo F.

Joaquín Díez-Canedo (Madrid, 1917-México, 1999).

A manera de introducciónLeyendo recientemente el libro Jaime Salinas en diálogo con Juan Cruz (Anaya & Mario Muchnik, 1997), me llamó la atención la respuesta de este editor muy reconocido en España a una pregunta que le hace Juan Cruz:

Juan Cruz: “Cuáles eran tus objetivos cuando empezaste a ser editor y de dónde venía tu conocimiento?Salinas: Absolutamente de ningún sitio, nunca lo había pensado, empecé en la edición por pura casualidad. (p. 33)

Jaime Salinas (1925-2011). Hijo del poeta Pedro Salinas, quien poco después del estallido de la guerra civil española, en 1937, viajó como profesor a Estados Unidos, país en donde Jaime hizo sus estudios. Jaime Salinas regresó a España en 1955; en 1956 entró a trabajar en Seix Barral. En el medio editorial español se le reconoce como cofundador en 1966 de Alianza Editorial y su nombre está ligado a la a editorial Alfaguara de cuyo relanzamiento se hizo cargo a partir de 1976.No pretendo hablar de Jaime Salinas, sólo apoyarme en lo que dijo sobre su ingreso al oficio o mundo de la edición para compararlo con la experiencia de Joaquín Díez-Canedo M.

Mi padre recordaba bien a Pedro Salinas: “Para mí Salinas era una gente como de mi casa. Era una especie de discípulo de mi padre y lo visitaba mucho. Mi padre tenía cierta influencia en el mundo literario de entonces y cuando podía, lo ayudaba. Por otra parte, mi madre era muy amiga de su mujer, Margarita.

“…Yo quería mucho a Pedro. Cuando yo era niño, él llegaba a la casa, me tomaba de la mano y me llevaba a la tienda de juguetes: ‘Qué es lo que más te gusta?’, me decía… Entonces yo miraba. Y, como era bastante prudente, pues decía: esa caja de soldados. Esto lo hizo dos o tres veces; entonces yo tendría unos ocho años…”.

Aproximadamente por los mismos años en que Jaime Salinas empezó a trabajar en Seix-Barral, Joaquín Díez-Canedo conoció a Carlos Barral y a Víctor Seix. Los dos catalanes y el mexicano se reunieron en Francia para planear en qué forma podían asociarse. Mientras que Jaime Salinas no menciona a Joaquín Díez-Canedo en esta larga entrevista de su vida de editor, Díez-Canedo cuenta que él se hizo muy amigo de Víctor Seix “a través de Jaime Salinas, que trabajaba con él en Barcelona”. La personalidad arrolladora e intelectual de Carlos Barral, así como una memoria más reciente de la vida cultural española ocupan la mayor parte de los recuerdos de Salinas editor en el libro antes mencionado. Díez-Canedo tuvo una buena relación con estos dos editores catalanes muy destacados, él se identificaba más con Víctor Seix, era más empresario que intelectual, que lamentablemente murió de forma prematura, en un accidente en Frankfurt en 1967. Seix y Barral fueron socios fundadores de la editorial Joaquín Motriz, junto con los mexicanos Alfredo Flores Hesse, Jorge Flores de Encuadernación Suari y Vicente Polo, uno de los fundadores de la Gráfica Panamericana donde se imprimían los libros del Fondo de Cultura Económica.A Díez-Canedo le interesaba y siempre quiso que sus libros se conocieran en España. Algunos circularon a pesar de la censura de los años del franquismo, pero no consiguió despertar entre los lectores españoles el interés por la literatura mexicana contemporánea, salvo contadas excepciones.

Floresta de prosa y versoJoaquín Díez-Canedo llegó a México en septiembre de 1940. El final de la guerra en España lo sorprendió en Valencia; él estuvo primero en la 75 Brigada Mixta y después en el Ejército de Levante como soldado bajo el mando de Germán Bleiberg, teniente de información que era doctor en Filosofía y Letras y después de la guerra se convertiría en profesor del Vassar College y de la New York University, entre otras universidades. Bleiberg fue arrestado en Madrid y pasó tres años en la cárcel, y Joaquín no pudo salir de España sino hasta más de un año y medio después del triunfo de Franco. Antes de la guerra, en Madrid, en 1935, Joaquín había empezado a estudiar la carrera de Letras Españolas y la carrera de Derecho. En la primera mitad de 1936, hacía una revista con algunos de sus compañeros de la facultad de Letras. La revista se llamaba Floresta de prosa y verso y allí se publicaron algunos poemas suyos. Joaquín Díez-Canedo recuerda así esta revista:

… la hacíamos Francisco Giner de los Ríos y yo, junto con Agustín Caballero (que después, como crítico literario, haría trabajos importantes sobre Juan Ramón Jiménez). También contábamos con la ayuda del propio Juan Ramón [que era gran amigo de don Enrique], que nos recogía en su coche y nos llevaba a la imprenta. Ahí nos aconsejaba sobre los papeles y sobre la edición en general de la revista […] También colaboraban Nieves de Madariaga y Carmen Zulueta… .

De Floresta de prosa y verso salieron siete números, de enero a julio; su publicación quedó interrumpida poco después del inicio de la guerra. De junio de 1936 a febrero de 1937, Joaquín Díez-Canedo vivió en Buenos Aires con su familia, pues don Enrique, su padre,  había sido nombrado embajador de la República española en Argentina. En este país, formó la revista Bitácora con un grupo de escritores jóvenes, entre quienes se encontraba el que después sería crítico de arte, Damián Bayón. El propio Bayón, en su libro de memorias  Un príncipe en la azotea (México, Joaquín Mortiz, 1993) y Alfonso Reyes en sus Diarios de estos años en que él era embajador de México en Argentina recuerdan a Bitácora, pero hasta ahora esta revista no se ha rescatado ni se conoce salvo escasas referencias.   Sin embargo, la situación en Argentina a causa del estallido de la guerra en España se complicó muchísimo. Todo o casi todo el personal de la embajada renunció o abandonó sus puestos y Joaquín tuvo que ayudar a su padre a despachar los asuntos diplomáticos. En enero de 1937 al embajador le pidieron su renuncia para salvar al socialista Julián Besteiro y Díez-Canedo y su familia regresaron a España en plena guerra. Don Enrique se unió al gobierno de Manuel Azaña que se había trasladado a Valencia y de ahí a Barcelona (vivió en estas dos ciudades dedicado a diversas tareas y al periodismo). Por su parte, Joaquín, esperó a cumplir la edad requerida para alistarse en el ejército republicano.De atendedor a gerente general y rompeolas en el FCE

Don Enrique y Teresa Díez-Canedo  llevaban ya dos años viviendo en México cuando llegó el menor de sus hijos. Joaquín se inscribió en la Universidad Nacional Autónoma de México con el fin de terminar la carrera de Letras, pero no llegó a recibirse. Entre sus maestros se cuenta a Julio Jiménez Rueda, Antonio Castro Leal, Francisco Monterde, Agustín Yáñez, E.A. Bouchout de Literatura francesa, entre otros. Al mismo tiempo, para obtener algún ingreso hacía traducciones y corrección de traducciones y daba clases en una secundaria. En 1942 entró a trabajar en el Fondo de Cultura Económica (FCE), cuando dirigía esta editorial Daniel Cosío Villegas. Ahí pasó por distintos puestos, desde el más modesto de atendedor, llegó a ser gerente de producción y después gerente general con Arnaldo Orfila. En el Fondo de Cultura trabajó 20 años.En una entrevista que le hizo Hugo Vargas publicada en la revista Quimera, pregunta el entrevistador a Joaquín Díez-Canedo:

H.V. Cuando entró en el Fondo de Cultura Económica ¿buscaba sólo un trabajo o ya quería ser editor?J.D.C. Las dos cosas; quería un trabajo y ser editor.
Existen libros y testimonios diversos sobre el trabajo de los españoles refugiados en el FCE en esta época. Cito un artículo titulado “Amigos remeros en el espacio” (22 de abril de 1951) de José Moreno Villa, entonces miembro de El Colegio de México,  quien escribe lo siguiente:

Cosío Villegas, gran amigo nuestro, echó mano de buenos elementos hispanos que andaban a la deriva por circunstancias dolorosas. Y creo que no se habrá arrepentido. La labor de ellos ha sido seria.

Describe el trabajo de Joaquín Díez-Canedo como jefe de Producción:
Con Joaquín Díez-Canedo hablo brevemente y en forma de disparos, porque siempre está asediado de consultantes, visitantes, reclamantes, impresores, encuadernadores, linotipistas, grabadores, corredores de papel y telefonemas. Él viene a ser el rompeolas que precede al cuarto del director del Fondo de Cultura, que ahora es Orfila por alejamiento de Daniel Cosío Villegas.A Joaquín Díez-Canedo le conozco desde que nació. Su casa de la calle de la Lealtad en Madrid la recuerdo ladrillo por ladrillo y tabla por tabla. Su padre y yo trabajábamos en la Editorial Calleja, también en calidad de técnicos literarios. Enrique Díez-Canedo era el hombre más enterado en España de la literatura hispanoamericana. Mi amistad con él duró hasta su muerte pero se prolonga en este Joaquín y en todos los miembros de su familia.

Antecedente de Joaquín Mortiz

En el Fondo de Cultura Económica, entre otros proyectos, Díez-Canedo impulsó la colección Letras Mexicanas y la Gaceta del FCE.

En los años cuarenta, Joaquín Díez-Canedo M. diseñó y llevó al cabo la edición y dirección, junto con Francisco Giner de los Ríos,  de la colección “Nueva Floresta” en la editorial mexicana Stylo. Esta colección prefigura lo que después será una de las colecciones muy significativas de la editorial Joaquín Mortiz, la de poesía llamada “Las dos orillas” que reúne a autores mexicanos y españoles. Algunos títulos que aparecieron en Nueva Floresta son:
Juan Ramón Jiménez. Voces de mi copla, 1945.

Alfonso Reyes. Romances (y afines), 1945.Enrique González Martínez. Segundo despertar y otros poemas, 1945.Pedro Salinas. El contemplado. Tema con variaciones, 1946.Luis G. Urbina. Retratos líricos, 1946.Luis G. Urbina. A lápiz, 1947.Juan José Domenchina. Exul umbra, 1948.Alí Chumacero. Imágenes desterradas, 1948.Xavier Villaurrutia. Canto a la primavera, 1948.Juan Ramón Jiménez. Romances de Coral Gables (1939-1942), 1948.
Guadalupe Amor. Polvo, 1949.

Una iniciativa editorial independiente que debe contarse entre los antecedentes de Joaquín Mortiz es la colección Jardinillos que, bajo el pie editorial de “Darro y Genil”, realizaron Díez-Canedo y Francisco Giner de los Ríos, con portadas de Moreno Villa, en el año 1944. El segundo volumen de los cuatro que se publicaron corresponde a una antología de poemas de don Enrique Díez-Canedo, hecha por su hijo.

A mediados de esta misma década, en febrero de 1945, Joaquín Díez-Canedo publicó bajo el título Epigramas americanos, un libro que reunía los epigramas escritos por su padre Enrique Díez-Canedo desde 1927 durante un primer viaje que lo llevó a Chile como conferencista  (mismo título con el que se habían publicado en Madrid en 1928) más otros epigramas mexicanos escritos ya como refugiado en México. Con el pie editorial de “Joaquín Mortiz editor” apareció esta edición que conserva características tipográficas y de diseño parecidas a las publicaciones de Juan Ramón Jiménez, Floresta de Prosa y Verso y la colección Nueva Floresta.   Es decir que 17 años antes de que surgiera la editorial Joaquín Mortiz en el medio de la cultura en México, Díez-Canedo ya tenía el nombre para su futura editorial:

El nombre dio lugar a algunas especulaciones y confusiones con Motriz y Moritz, y alguna que otra broma macabra (el rigor mortis de Joaquín). Responde a que cuando yo estaba en Madrid … [se refiere a los años 1939-1940] por esa paranoia que traíamos todos, cuando me escribían mis padres, desde México me ponían J.M. Ortiz, pues mi nombre completo es Joaquín Díez-Canedo Manteca Ortiz [en realidad usaban los dos apellidos maternos para no usar el paterno]. Me gustó el nombre que se formaba y decidí bautizar así la editorial […] a mí no me gustaban esos nombres como Nuevo Mundo o cosas así, yo quería un nombre propio para la editorial.

También en esa década, en 1945, colaboró en el proyecto para la editorial Signo Poesía española (del siglo XIII al XX) con prólogo general de Enrique González Martínez con dos volúmenes antológicos de poesía española:

Volumen I: Las cien mejores poesías de la lírica española. Selección y nota preliminar de Joaquín Díez-Canedo.Volumen II: Las cien mejores poesías españolas contemporáneas. Selección y nota preliminar de J.D-C.

Su obra maestra, su catálogo

En 1951, gracias a las gestiones de Manuel/Manolo Jiménez Cossío, estuvo cerca de un año trabajando en París para la UNESCO como traductor y editor con José María Quiroga Plá (Madrid 1902- Ginebra 1955), poeta y escritor español republicano que había salido de España en 1939 y murió en 1955 en Ginebra.José Luis Martínez, recordando a Joaquín Díez-Canedo a quien conoció en la Facultad de Filosofía y Letras recién llegado de España, dijo en un texto escrito después de la muerte en 1999 del que fuera su gran amigo: “Joaquín Díez-Canedo se hizo un gran editor para honrar la memoria de su padre. Su primer libro es quizá su obra maestra, los Epigramas americanos de Enrique Díez-Canedo.” Como en otra ocasión lo he comentado (y sin restarle valor a lo dicho por José Luis Martínez para quien, habiendo sido alumno de Enrique Díez-Canedo en la FFyL la edición de 1945 fue sin duda emblemática), para mí, la “obra maestra” -parafraseando a JLM- de Joaquín Díez-Canedo fue el catálogo de su editorial: sus colecciones, los diseños, su interés en determinados autores de los que tenía conocimiento.

El lado lúdico de mi padre

Mi padre, además, era afecto a coleccionar ciertas cosas, no por fetichismo, sino eran cosas que a él le gustaban, pues tenía un lado lúdico: coleccionaba soldados de plomo y sabía formarlos en grandes batallas: tenía la conquista de México y las guerras franco-prusianas, entre otras; le gustaba la pintura, en especial pintores como Cézanne y coleccionaba postales de pintores que clasificaba por escuelas; y coleccionaba pipas, que fumaba.

Algunos títulos memorables

Si bien la editorial Joaquín Mortiz en México, como afirma José Emilio Pacheco “era la editorial justa en el momento preciso”, al mismo tiempo que abría un espacio nuevo y moderno a escritores mexicanos  –y de otros países de América– en colecciones como “Novelistas contemporáneos”,  “Nueva narrativa hispánica” y la “serie del Volador”,  Díez-Canedo tenía una visión de la literatura no nacionalista; en esa medida y también por motivos personales, mantuvo un vínculo con la literatura ligada a los ideales republicanos.Basta con recordar sus colecciones de las “Obras incompletas de Max Aub”, planeadas y diseñadas junto con el autor, y las “Obras de Enrique Díez-Canedo” plan editorial este último que no llegó a completarse. Aparte de estos dos conjuntos, figuran entre las ediciones de los años sesenta del catálogo de Joaquín Mortiz obras de autores relacionados con la República y la guerra españolas: los tres tomos de memorias de Ilya Ehrenburg, traducidos en México y publicados en 1962, 1965 y 1966 en la colección Confrontaciones; los libros de Juan Goytisolo (Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián, La isla, La resaca);   El jardín de los frailes de Manuel Azaña en la serie del Volador (1966); en poesía, Luis Cernuda, Concha Méndez, José Angel Valente,  por mencionar algunos de los más representativos. El exilio español en el catálogo de Joaquín Mortiz no ocupa un espacio aparte sino que se integra a una visión más amplia y abarca no sólo a autores sino a traductores como Francisca Perujo, diseñadores como Vicente Rojo y correctores. Con el tiempo, las exigencias del medio intelectual en México, el mercado de los derechos de autor y el boom latinoamericano impusieron sus normas y cuotas y obligaron a cambios drásticos. En 1983, la mayoría de las acciones  de Joaquín Mortiz pasaron a manos del Grupo editorial Planeta. Volviendo al tema de este ensayo que es la formación de Joaquín Díez-Canedo como editor, es posible decir que, a diferencia de otros editores contemporáneos suyos, a él lo marcó su experiencia en la guerra de España, el ambiente familiar en el que creció, el círculo de amigos de su padre y también el trabajo y la visión crítica, universal y moderna de la literatura, conocedora del medio editorial de su tiempo que tenía su padre. Sin embargo, desde joven, Joaquín Díez-Canedo tuvo aficiones e intuiciones definidas. Entre ellas, la poesía, el gusto por los libros, por determinadas colecciones, los tipos de imprenta y la tipografía. Especialmente le gustaban ciertas ediciones francesas, inglesas y alemanas que le sirvieron de modelo para diseñar sus propios libros.  No era afecto a la nostalgia ni a los premios y homenajes. Para él, el mejor premio que podía tener un autor era ver publicada su obra. En cuanto llegó a México se nacionalizó mexicano. Se casó con Aurora Flores, una mexicana de Torreón, Coahuila, a la que conoció en la Facultad de Filosofía y Letras, de donde también fueron sus mejores amigos y de donde saldrían futuros autores a quienes acabaría publicando.   Joaquín Mortiz fue, en palabras de Bernardo Giner de los Ríos, quien trabajó allí mientras la editorial funcionó de manera independiente, “una empresa modesta pero con altas miras”. Generó un estilo propio y una dinámica de producción de libros altamente profesionalizada y que involucraba tanto a los propios escritores como a los impresores, diseñadores, traductores, correctores, críticos y reseñistas. Siempre medido y sobrio, en la última entrevista que le hicieron, Díez-Canedo dijo: “Me considero un poco autor del México de hoy por tantos libros que publiqué y que ayudaron a elevar el nivel cultural del país”.

Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México