La otra guerra en la capital

 


Cada vez es más obvia la guerra político-electoral por la presidencia de la república. Pero la capital del país no está exenta de una similar. Y se puede poner muy interesante. Veamos.

Por 14 años, la ciudad de México ha sido gobernada, desde que se elige democráticamente al jefe de gobierno, por perredistas. Cuahtémoc Cárdenas, el primero; Rosario Robles, como interino; Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas de relevo y Marcelo Ebrard de 2006 a la fecha.

En esos 14 años, el gobierno del Distrito Federal ha sido plataforma para la candidatura presidencial de la izquierda. Revisemos primero a los prospectos perredistas.

Para empezar, la dirigencia del Distrito Federal dice que hay 10 prospectos. Y luego se mofa de los siete panistas, y descontando, que había para la presidencial según Gustavo Madero. Organizaría 10 mesas denominadas La ciudad que queremos, la ciudad que tenemos. Hay muchos tiradores, pero por sentido común algunos van de comparsas, prestándose a servir de cortina de humo quién sabe, bien a bien, para qué.

Mario Delgado, mencionado como el Cordero de Ebrard. De la secretaría de finanzas a la de educación, con un trayecto largo en la administración capitalina. No despega por más que le han inyectado relaciones y recursos. Pero juega.

Alejandra Barrales, diputada local, ex líder de sobrecargos. Dicen que es el plan B de Marcelo. Se mueve bien desde la Asamblea Legislativa, ha aprovechado todo reflector que la tarea legislativa en la autollamada ciudad de vanguardia brinda. Tiene a su favor la condición de género que puede darle un coherencia a la mercadotecnia política de Marcelo Ebrard.

Miguel Angel Mancera, sin filiación perredista. El abogado de la capital tiene a su favor la imagen de hombre prudente, eficiente y sin ataduras políticas más que con su actual jefe. Recientemente se le menciona como objeto de deseo para el priísmo capitalino.

Marti Batres es secretario de desarrollo social en un organigrama gubernamental que le ha quitado mucho de su capacidad clientelar. Programas que naturalmente estarían bajo su responsabilidad, han sido estratégicamente movidos a otras dependencias. Es el alfil de Andrés Manuel López Obrador y seguramente al que menos quiere Marcelo Ebrard para sucederlo. Su viabilidad depende en mayor medida de cómo se resuelva la candidatura presidencial entre López Obrador y Ebrard.

El quinto posible en discordia es el senador Carlos Navarrete, quien aprovechando su informe legislativo como líder perredista en la cámara alta, se puso en primera fila para lo que viene. La organización del evento en el WTC y la producción del mismo lo perfilan como alguien que entiende que para ser torero primero hay que parecerlo. Navarrete parece viable. Juega al hueco que pueda abrirse en el tablero de las fuerzas políticas de izquierda. Una tercera vía para la ciudad. Lejos de López Obrador, cerca de los Chuchos y con un pasado no priísta, cosa rara y valiosa en estos días de golpes mediáticos por aquello de las ideologías.

Los demás son los de menos. Armando Quintero, de transporte y vialidad, Benito Mirón Lince, de trabajo, Alejandro Rojas, de turismo, Agustín Guerrero diputado y Laura Velázquez, secretaria de desarrollo económico, no juegan, no al menos con posibilidades reales.

Según el dirigente perredista Manuel Oropeza, los suspirantes pondrían sus ideas sobre la mesa. Rápidos y furiosos, cuatro ya desairaron tal convocatoria. Alejandra Barrales, Miguel Angel Mancera, Mario Delgado y Carlos Navarrete ya dijeron que sus agendas les impiden acudir. Que gracias, pero no, gracias! ¿Así o más claro?

En el PAN suenan, o se hacen sonar, los jefes delegacionales Carlos Orvañanos y Demetrio Sodi, la asambleísta Mariana Gómez del Campo, el director de la Conagua, José Luis Luege Tamargo, y la diputada federal Gabriela Cuevas. A ninguno se ve fuerza real de competencia a pesar del menguado  y dividido perredismo capitalino que no ha desaprovechado 14 años de gobierno para apropiarse de muchas estructuras clientelares, eficientes y redituables en una elección como la que viene.

Del lado priísta, la cosa no mejora, salvo el nombre de la ex candidata y ex gobernadora y ex presidenta del partido Beatriz Paredes, no se mira por dónde. A la senadora María de los Angeles Moreno ocasionalmente se le menciona y pare usted de contar.

Las circunstancias del PRI y del PAN respecto a su posibilidad de competir por la jefatura de gobierno el año entrante, hacen valer algunas especulaciones relacionadas a los procesos y descartes en cada partido en cuanto a la candidatura presidencial. Lujambio, Creel o Vázquez Mota por el blanquiazul, o Beltrones por el tricolor. Personajes que hagan mancuerna, desde la segunda candidatura más importante, con quienes sean sus abanderados a la presidencial. Ya se verá. ¿Le suena?

Y finalmente, un espacio para una eventual candidatura proveniente de la sociedad civil arropada por alguno de esos partidos siempre prestos al negocio electoral. Un activista, un defensor de los derechos humanos o quien se crea con aptitudes para una competencia reservada, si acaso a los tres partidos protagónicos. El Panal, de la maestra Gordillo, pudiera requerir de una manita de prestigio social, pero no se ve factible por el momento.

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