Jaime Luis Albores Téllez

José Ovejero (Madrid 1958) con la novela La invención del amor (Premio Alfaguara 2013) revela que para contar una historia se necesita imaginación, como una facultad de representar a los personajes en situaciones cotidianas que se convierten poco a poco en existencias para el lector, quiero decir que tienen el ser, viven, a través del amor-desamor como un sentimiento apasionado que da lugar a relaciones entre seres solitarios, perdidos en el frenesí de su trabajo, parecido a una locura, donde la obsesión lleva a repetir las mismas acciones día tras día. O de seres ensimismados en cotidianidades simples: hacer los quehaceres domésticos, con total desgano, una obligación impuesta por la vida para evitar enfermedades, saludar a vecinos, que no conoce, sólo por el hecho de verlos a diario; seres cansados de hablar con la misma gente —familiares o no— y de conocer sus historias, acompañadas de odio, de temor, donde ya no hay planes nuevos, que se acabaron cuando la desilusión rodeó sus sentimientos de impotencia hacia todo: hacia el amor, la bondad, el éxito, la dicha, etcétera. En fin, seres, solitarios, frágiles ante cualquier muestra, por pequeña que sea, de amor, de bondad, de pasión sexual o de amistad. Individuos que reinventan el amor como un refugio para coexistir y apartarse de la soledad. Y es así que el autor nos cuenta una historia de amor ficticio entre Samuel y Clara, donde Samuel es un individuo solitario que al verse en la posibilidad de suplantar a otra persona también llamada Samuel, por una confusión, inventa una relación con Clara, una mujer que fallece en un accidente automovilístico. Y esta acción lo lleva a conocer a Carina, hermana de Clara, con quien termina teniendo un romance.
José Ovejero a través de La invención del amor nos muestra la absoluta necesidad que tiene ese ser solitario, cansado de sí mismo, de amar, de besar esos labios extraños, para romper la lejanía que producen las palabras y caer en el silencio de la intimidad, de verse reflejado en otros ojos distintos a los que siempre lo ven, quizá para que reinventen su vida y crear otra realidad donde pueda entregarse a otro ser, de tocar otro cuerpo que le cuente su historia con cada caricia que siente, diferente a las historias de otros cuerpos que ya han contado su historia al tacto, al silencio, a la vista. Transcribo unas líneas: “Sus pies no deberían ser sus pies; sin embargo, cuando tomo uno en la mano me enternece, tengo la impresión de acceder a esa intimidad en la que no nos importa que otro nos vea tal como somos; tiene también algunas venas superficiales alrededor de los tobillos… la habían operado de apendicitis cuando era una niña o adolescente, me asomo a su pasado, a esa chica que fue, imprescindible para haberse convertido en la mujer que es: con sus debilidades, sus fracasos, sus pequeñas o grandes desgracias. Me gusta su cicatriz porque me acerca a su historia, y es su historia la que le permite estar a mi lado dormida y desnuda. Respira despacio, casi ni se la oye”.
El autor deja claro que todos los seres humanos tenemos la necesidad de conocer a los demás, su historia, para apropiarnos de su vida y reinventarnos unos a otros. Y en La invención del amor, el personaje principal Samuel al recibir una llamada inesperada por la hora en que la recibe, entre las cinco o seis de la mañana, se da cuenta que al mentir puede conocer la historia de una persona llamada Clara que acaba de morir y que él nunca conoció. José Ovejero a través de sus personajes nos muestra que el ser humano miente como una necesidad inherente a la supervivencia cotidiana, miente para reinventarse una y otra vez, así mismo y a otros, como un permiso que se concede para contar una nueva historia en su vida y en la de otros. Y simplemente acabar con su cotidianidad, con esa historia ya gastada, repetida, al igual que en una serie televisiva. Es como si pasara de un sueño a otro, sin despertar, donde se olvida totalmente el anterior para dar paso al otro, donde sólo hay incertidumbre al principio causado por las imposturas que se cuenta así mismo para creérselas, y así poder mentir a lo demás, dando como resultado una historia nueva, donde todos los involucrados se convierten en una parte esencial para que ésta suceda, al igual que una ola sigue a otra, formando parte de la misma mentira. Para muestra, transcribo uno de los párrafos del libro: “Ahora, más que entonces, tengo la impresión de haber cometido una infracción liberadora, de haber hecho algo para no seguir enterrándome en la aceptación de los días como si no hubiese otras opciones, otras maneras diferentes de ser yo. Clara ha muerto, una chica con una familia, amigos de los que no sé nada, que también mentiría de vez en cuando, que tendría cosas que ocultar y que ya nadie sabrá. O sí, porque después de muertos dejamos trazas de quiénes somos, aunque muchas serán malinterpretadas: ¿por qué guarda píldoras anticonceptivas en un cajón si estábamos intentando tener un bebé?… Me gustaría ver una foto suya, descubrir si en alguno de sus rasgos se podrían adivinar sus ansias, sus miedos, su historia”.
Otro rasgo interesante en la novela es ver cómo a través de las acciones de los personajes, todos involucrados en una serie de imposturas, van creando una realidad, existencia efectiva, acompañada de ficción, al igual que una creación mental, de cada uno de los protagonistas, donde sus soledades se pierden en un encanto, en una seducción que cautiva los sentidos, hasta olvidarse de sí mismos para apropiarse del otro, de sus pensamientos, de sus sentimientos, de su cuerpo, y es entonces que la soledad se puede compartir al roce de unas manos, al beso inesperado, al intercambio de una mirada, que une dos historias en una sola, y en este caso sucede con Carina, hermana de la difunta Clara. Y al final de la novela José Ovejero nos deja claro que las soledades sólo se pueden compartir, aunque se haya creado una nueva historia, y que nunca desaparecen. Veamos unas líneas: “Lo que sí se oyen son sirenas de ambulancia y de policía, como todas las noches. Pero si otras noches no les hago caso, ahora, mientras estoy tumbado al lado de Carina, con una mano sobre su costado, sintiendo leves movimientos de las entrañas, palpitaciones, pasajeros temblores o estremecimientos, me sugieren que allá fuera hay gente que ha tenido un ataque al corazón o ha sufrido una agresión, enfermeros que hacen la respiración artificial a un hombre para volverle a la vida…”.
Podemos decir que La invención del amor es una novela donde el hombre se inventa su propia historia, para crear una serie de historias en una historia que es su vida, tan ficticia o irreal como su vida cotidiana. Y nos deja con la sensación de que todo en este mundo es irreal, que lo que vivimos es creación de la mente.
—¿En serio que quieres conocer la verdad sobre mí?
“Cierro los ojos y ahora sí, ya no puedo posponerlo más, empiezo a contarle la historia de Samuel según Samuel”.

José Ovejero, La invención del amor, Alfaguara (Santillana Ediciones),
México, 2013; 256 pp.