Ricardo Venegas

Sarcástico, adepto de la ironía y cultivador del humor refinado (“sería antiestético que nos atropellaran”) Héctor Gally (1942-2010) fue un escritor multifacético que supo lidiar con la solemnidad, autor de libros como Diez días y Ante el espejo (1988), el también ensayista fue redactor de la Revista de Geografía, además de colaborador de Sábado, la revista Siempre! y Excélsior.

En esta breve charla inédita (efectuada en 1995), el narrador deja entrever su conocimiento de la escritura y su pericia como conversador de la literatura.

Pensar en la literatura como búsqueda constante, ¿qué conocimiento le compartes en este sentido al lector?

—Un concepto unívoco de la literatura siempre será reduccionista y equívoco, es decir, la literatura tiene varias funciones; lúdica, de conocimientos, estética, en un sentido trágico la catarsis de Aristóteles y muchas más, no es una sola. Ahora, yo no me propuse de ninguna manera hacer una novela didáctica. El único conocimiento que puede adquirir el lector de esta novela es el de una serie de experiencias que viven los personajes y una toma de posición por parte de la persona omnisciente, que es el narrador. Él es la cámara de la literatura, yo no veo por qué haya que esconder la cámara de la literatura. Insisto en ello porque siempre me ha parecido tema importante, estoy cambiándote la pregunta, pero es que esto de temerle al narrador es esconderlo detrás del rabito de un perro, detrás de un florero, o decir que una niña lo vio todo es un asunto que me tiene absolutamente sin cuidado. Proviene del Ulises, pero ese es un experimento de Joyce, no significa que la literatura se tenga que ir por ahí necesariamente. De esta manera, si hay conocimiento en esta novela, como en todas, es un conocimiento vivencial, de experiencia y toma de posición por parte del autor.

—Algunos críticos opinan que la ciencia ficción nada aporta por no referirse o comprometerse con la realidad inmediata y sí con otras de alcances inimaginables. Esto no ocurre en otro tipo de vanguardias como en lo “real maravilloso”, que la recrea. ¿Fuego negro lo propone?

—Estamos hablando de la literatura como conocimiento. En este caso, claro que hay siempre una interpretación de la realidad y, en última instancia, un conocimiento de la misma, una toma de posición. No se puede escribir nada más porque sí, porque se está inspirado. Hay una postura y una intención del autor.

—¿Qué hay respecto a tu manera de escribir y tus temas?

—Por lo pronto déjame decirte que debo tener unos mil lectores. No soy un autor sin lectores. Lo he notado porque cuando sale a la venta un libro se vende mil ejemplares, son muy fieles mis lectores. En cuanto a los temas y a qué les quise decir, hay una cuestión con la que no estoy de acuerdo, un libro no vale nada más por su forma, forma y contenido es la síntesis de un libro. Decir las cosas muy bien pero sin contenido no tiene el menor sentido. Es un juego esteticista que nadie practica hasta donde yo sé. Lo que un autor quiera decir a un lector, en cualquier género, es la transmisión de una serie de vivencias y experiencias que lo llevan a una toma de posición con respecto al mundo. Esto no debe de ser explícito y sí manejado con extremo cuidado, no creo en la literatura de tesis ni en el realismo socialista o novela católica.

Como autores tenemos una posición en la vida, somos creyentes o ateos, de izquierda o derecha, evidentemente esto se refleja en lo que escribimos, aunque no quede explícito. Lo que se le quiere decir al lector es, por lo pronto, ahí te va un novela, espero que te enriquezca en lo que se refiere a tu visión de las cosas y, aunque no estés de acuerdo conmigo, espero que haya valido la pena tu esfuerzo de leer. bLeer implica un esfuerzo, no es una actitud pasiva como la del televidente que enciende el televisor y se queda estático. Un lector, aunque esté en cama, tiene una actitud activa frente al libro y frente al autor, sea esto un poema, un cuento, una novela, un ensayo, un tratado o lo que fuera, la lectura siempre implica que el lector se haga cómplice del autor y también que recree lo ya creado por el narrador o poeta.

Yo leo tus poemas y los vuelvo a recrear de otro modo, de ahí que nunca haya una coincidencia absoluta en nuestros gustos.