Entrevista con Sofía Neri/Curadora de La colección. Escenarios de identidad

Jacquelin Ramos

La pintura logró hacer de México un espacio en el cual los artistas pudieron expresar libremente y reflejar en sus obras la identidad de nuestro país. El espíritu de esas múltiples propuestas temáticas y formales de los creadores surgió a partir del periodo posrevolucionario, entorno favorecedor a la conciencia social de los artistas que, posteriormente y con los ideales nacionalistas de modernidad, modificó gradualmente sus contenidos, sus aspiraciones individuales y a la vez sus deseos cosmopolitas.

Promovieron la transición de un arte social hacia la expresión de subjetividades, en las que sobresalen respuestas visuales a preguntas acerca de dónde ocurre la gestación, cómo sucede, qué se piensa y se desea, y quiénes protagonizaron los cambios, con obras que ejemplificaron algunos modos de ser y las obsesiones recurrentes en la incesante búsqueda de identidad en el México moderno, así lo refirió en entrevista para Siempre! Sofía Neri, curadora de la exposición La colección. Escenarios de identidad, en el Museo de Arte Moderno.

“La importancia radica en que estos referentes históricos hacen vernos como en un espejo, para reflejarnos de qué estamos formados, de un pueblo, a pesar de que actualmente se tenga una visión parcial de lo que es la identidad, si bien hay muchos Méxicos y personalidades, es muy valioso que la gente pueda saber qué hay detrás de nuestra unidad nacional”.

Los clichés de identificación patriótica

La imaginería de esta etapa, añadió la curadora, se puebla de los clichés y símbolos de identificación patriótica que gestaron modos conceptuales de ver y ser vistos como “mexicanos”, a través de diversos esquemas de representación nacionalistas y de vanguardia, que siguieron siendo referentes para entender el porqué de nuestras querencias y animadversiones contemporáneas.

“Con estas obras la gente tendrá una confrontación directa con su realidad, sacarán su conclusión de que esto que presentamos en la exposición es solo una rebana de mexicanidades, es una parte de todo el espectro que forma la nación”.

El público es critico, explicó Neri, por lo que verán obras por ejemplo de tehuanas muy bonitas, llenas de color, sonrientes; pensarán: esto ya no lo veo en mi realidad cotidiana, sin embargo, haciendo una comparación, se darán cuenta de que justo estos detalles son nada más esquemas que se formaron en un momento histórico, en el que se vivió un pasado virreinal, un pasado colonial, un prehispánico, y que toda esta fusión de etapas dio como resultado, “una experimentación en la configuración de la identidad”.

Democratizar la educación artística para lograr una identidad

Además del reparto de tierras y la recuperación de algunos derechos de los campesinos, la Revolución de 1910 trajo un inesperado subproducto: una nueva manera de hacer arte en México.

Inspirados por los ideales campesinos, los miembros de la clase ilustrada, en buena parte liderados por José Vasconcelos creyeron que la pintura y en general las artes plásticas debían dejar de ser un ejercicio exclusivo para aristócratas o producto del esfuerzo monumental de artesanos marginados.

Por ello, señaló la investigadora, el hilo conductor de la exposición es con base en piezas que fueron creadas por artistas herederos de una identidad a partir del positivismo porfiriano, el programa educativo vasconcelista y la profesionalización en la educación artística, dentro del movimiento conocido como Escuela Mexicana de Pintura.

Gracias al boom en la educación artística en 1911, a la gran huelga de los artistas plásticos en la Academia de San Carlos, los creadores pudieron salir de los cánones académicos y de las copias que venían de Europa. “Justo eso podrá observar el público, esa explosión de expresiones artísticas que se desarrollaron posteriores a esta ruptura”.

Añadió la curadora que con la “escuela mexicana” se empieza a ver obra de los grandes muralistas —Siqueiros, Orozco y Rivera— y de otros artistas de distintas edades y contextos, que aunque tenían una visión plástica totalmente opuesta, concebían su trabajo pictórico como una nueva representación del “ser mexicano”, con énfasis en lo popular y en lo mítico, además de cómo queríamos ser vistos por ojos extranjeros.

También se tiene obra de artistas como Olga Acosta y Juan Soriano, que se fueron “por la libre”, digámoslo así —expresó la curadora—, que no siguieron los lenguajes de esas iconografías mexicanistas de la escuela mexicana, sino que se interesaron por temas más subjetivos, más personales.

Había otros aspectos importantes para mostrar quiénes éramos como nación, ahí aterriza también esta exposición, es decir, hacemos una pausa en todas estas guerras y revoluciones anteriores, dentro del periodo y posteriores que le dieron salida a “una realidad no tan convulsa”.

Rufino Tamayo, por ejemplo, se empieza a separar de toda esta escuela mexicana, al igual que Juan Soriano que no tiene ningún interés en hacer este tipo de esquematizaciones, sin embargo no lo hace de forma tajante, se puede ver en sus obras un cambio gradual.

“A los artistas les empieza interesar no sólo retratar personalidades mestizas, indígenas de piel morena, sino ponerse del otro lado de la sociedad con fisonomías más burguesas —por decirlo en términos que ellos utilizaban— con imágenes de mujeres de sociedad o de personajes que nos estaban representando como funcionarios, ya más subjetivos, con deseos de volverse cosmopolitas y separarse de esa manera de piezas que retrataban los clichés”, relata la investigadora.

¿Dónde comenzó todo?, en su propio territorio, su propio orografía

La intención al hacer la interrogante es para que el público se ubique espacialmente, resaltó la colaboradora en el área de curaduría e investigación del Museo de Arte Moderno, era fundamental abrir la exposición con pinturas de Gerardo Murillo, el Dr. Atl —Fuego verde en el Paricutín (1943), Nubes sobre el Paricutín, Paricutín (1946)— que representan la idea de que el territorio estaba deshabitado, donde las únicas fuerzas que operaban eran las de la naturaleza.

“De escenas telúricas se pasa a pinturas de Francisco Goitia, Feliciano Peña, artistas que empezaron a hacer paisajes más particularizados con características que se podían encontrar en el territorio mexicano. También se ven paisajes con las chinampas de Xochimilco”.

“Poco a poco añadimos piezas que tuvieran una escena, personajes arando la tierra, escenarios donde ya el hombre tiene que ver con lo que pasa y los cambios que van a ocurrir dentro del territorio”, añadió. Tenemos en uno de los núcleos Entornos (Paisaje urbano y rural), donde además de presentar a pintores conocidos, se exhibe obra de artistas poco estudiados y que forman parte de la colección del MAM, como el pintor Jesús Cabrera, que hasta la fecha lo desconocemos, y que refleja escenas importantísimas como el Canal de la Viga, una obra muy de arte naiv”.

Esta exposición, integrada por 97 piezas, es con la finalidad de darnos la oportunidad de rescatar esta idea de identidad en estos momentos en los se tiene gran confusión de lo que implica ser mexicano, dijo Neri.

“Es un ejemplo de búsqueda de quiénes somos a partir de esta diversidad de lenguajes artísticos. Que a pesar de esta variedad hay gran unidad, y que la podemos ver en estos personajes o en estos escenarios. Debemos permitirnos hacer clic con el arte, con la pintura, para encontrar ese sentimiento que nos identifica como mexicano”, concluye la entrevista la curadora Sofía Neri.

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