Entrevista con Jorge Majfud/Internacionalista

Gerardo Yong

Donald Trump ha mostrado una clara tendencia a desligarse de los compromisos. Su estilo de gobierno ha puesto el sello característico de una personalidad sobredimensionada que, incluso, no ha vacilado en sentirse más poderoso que las mismas instituciones y valores que han dado la preeminencia a Estados Unidos como la democracia más pujante del mundo.

Esta semana, el director del FBI, James Comey, dejó al descubierto que sí existe una investigación directa para establecer la fuerza de relación que existe entre el magnate y el presidente ruso Vladimir Putin, al que le profesa una gran admiración y reconocimiento como el hombre más poderoso del mundo.

Esta rusofilia que promueve el millonario neoyorquino se ha proyectado en una desconfianza doméstica que ha impactado en muchos sectores políticos de la Unión Americana. Incluso representantes de su propia bancada republicana, como John McCain, no solo se han desmarcado de la tendencia trumpista, claramente en contra del establishment, sino que por momentos parecen acercarlos hacia sus rivales demócratas.

El senador por Arizona no ha dudado en desestimar los ataques de Trump contra los medios de comunicación a tal grado que comparó esta actitud con la que realizan “los dictadores para reprimir la prensa”. También ha criticado su posición contra los refugiados e inmigrantes de países de mayoría musulmana y, al igual que otros jerarcas republicanos, desconfía de la simpatía que muestra hacia Rusia, país al que considera como una amenaza grave para el país. Por igual, el senador McCain se ha opuesto a la construcción del muro, acción que ha calificado como una “locura”. En su participación reciente ante la Conferencia de Seguridad de Munich, dijo que el mundo enfrenta una amenaza, refiriéndose al America first de Trump.

Gobierno patético

Para expertos internacionalistas como Jorge Majfud, de la Universidad de la República del Uruguay,  Trump no es más que un empresario caprichoso que juega a hacer política desde sus mansiones en Florida. Un tipo obsesionado con Europa oriental, Rusia y Putin, quien prácticamente lo tiene atrapado en su propio juego de poder.

En entrevista con Siempre!, Majfud, quien también es egresado de la Universidad de Georgia, advirtió que esa “relación de amor puede convertirse en odio en cualquier momento, porque los egos son muy sensibles”.

¿Qué impresión tiene respecto del régimen de Trump?

Patético. Es un narcisista patológico, un pobre millonario que en 2015 reconoció haberse sorprendido de haber llegado tan lejos en las internas republicanas. Él mismo creyó lo que creyeron todos: que su incursión en el rodeo político, estilo Homero Simpson, era parte de su especialidad: el negocio de la diversión y la frivolidad.

Ahora, la misma tendencia kirsch de las nuevas cortinas doradas de la Casa Blanca son apenas un reflejo de lo que es su nuevo inquilino: un niño rico y caprichoso que nunca maduró porque no tuvo necesidad de hacerlo. Cuando no está jugando al golf aquí en Florida en su castillo Mar-a-Lago está respondiendo por Twitter cada tontería que mira en su programa favorito Fox and Friends. La mayoría de las cosas que afirma están divorciadas de cualquier prueba o hecho, por lo que tiene un equipo detrás justificándolo sin muchas herramientas.

En estos primeros cincuenta días de su presidencia se ha promovido una reforma de salud con la típica mentalidad de los negocios que arrasa en el mundo, según la cual uno recibe la solidaridad del resto de la sociedad solo cuando no la necesita. Gracias a esta mentalidad, hasta ser mujer era un problema antes del odiado Obamacare. Esos seres desagradables eran improductivos porque cada tanto tenían necesidades extrañas; los enfermos no podían comprarse un seguro porque podían causarle pérdidas a la empresa carroñera; y un largo etcétera.

Ahora se ha dejado claro que el medioambiente no le interesa. Ha aumentado el gasto militar, como si fuese poco, y ha reducido todo lo demás. Para pagar una parte de su absurdo muro (un ex abrupto poético que le va a costar caro) ha dejado sin recursos las viviendas de ayuda social. Pero la realidad también está hecha por los alienados, como bien lo muestra la historia. El motor principal de esta revuelta  (ya que ni califica para revolución) es el antiguo odio racial y de clase que lo mueve y mueve a sus seguidores.

En la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética operaron bajo una abierta rivalidad, hoy es completamente lo contrario, ¿qué tipo de relación se advierte?

Una relación entre mafiosos. Así funcionan los grandes negocios y entre machos se entienden. Más allá de que muy probablemente Putin posea secretos de Trump que escapan al conocimiento público, ambos se parecen como individuos. No es casualidad que Trump se haya casado con dos mujeres eslavas, siendo que detesta tanto a los inmigrantes, lo que demuestra que la raza no es un factor secundario en tanto odio. Esa relación de amor puede convertirse en odio en cualquier momento, porque los egos son muy sensibles, pero por el momento los elementos principales de la narrativa de la Guerra Fría (ideológicos) no están presentes. Solo persiste un factor omnipresente: los intereses de las grandes compañías, de los grandes negocios. Muchos de ellos, negocios personales, como las relaciones del mismo Trump o de sus asesores, como Rex Tillerson.

 

Jungla sin ley

El FBI confirmó que sí hay una investigación abierta sobre que hubo un complot entre Trump y Putin para afectar las elecciones y facilitar el triunfo del magnate.

Trump está consciente de que Putin sabe sus secretos. Por ahora es una especulación pero sospecho que es muy probable. Lo que son hechos es que los negocios de Trump y de muchos otros de sus amigos (como Tillerson, etc.), ahora en cargos importantes del gobierno, se han beneficiado ampliamente de la jungla sin ley de los negocios en Rusia desde los años de Boris Yeltsin.

En pocas palabras, Trump es prisionero de sus propios negocios, típico de un hombre de negocios sin muchos escrúpulos que del día para la noche se encontró que era el presidente de Estados Unidos y, como consecuencia, debe estar bajo una lupa que nunca soñó. Lo cual es bueno para su desbordado ego pero definitivamente un problema para su pasado, para su historial de negocios turbios.

 

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