Esta semana comenzó la renegociación del TLCAN, que será determinante para el futuro de México y la economía global. Si bien es conveniente para México, llega en el momento más inoportuno.

Con un gobierno como el de Trump, el éxito de la negociación será su fracaso, pues se dará sobre premisas falsas como que los problemas económicos de Estados Unidos están vinculados a México y que servirá para equilibrar la balanza de pagos y generar empleos. Primero, porque la balanza de pagos o el déficit económico entre Estados Unidos y su socio comercial se equilibrará por las compras de gasolina; y segundo, porque alterar la relación con nuestro país no generará empleos, estos se fueron a China y han disminuido por el uso de robots industriales.

La negociación también es inoportuna debido a que se dará en el marco de las elecciones de medio término en Estados Unidos y del proceso de sucesión presidencial en México.

México no se preparó para entrar en la siguiente etapa. Desde que arrancó la primera negociación del TLCAN se planteó como prioridad el desarrollo de infraestructura. Sin embargo, la construcción de obra pública fue secuestrada por la corrupción. Los sobreprecios y las deficiencias en las obras son un obstáculo para la competitividad. Nuestro país tampoco avanzó en Estado de derecho o seguridad, elementos fundamentales para atraer inversiones.

La renegociación del tratado se da en medio del mayor reacomodo de fuerzas económicas y políticas desde la Segunda Guerra Mundial, donde se enfrentan dos grandes proyectos: por un lado, la estrategia de Estados Unidos para focalizarse en su mercado interno; y, por el otro, un proyecto de gran expansión comercial a cargo de China.

El proyecto de Estados Unidos tiene fracturas importantes: no resuelve el tema medular de la inequidad, implica la pérdida de una visión global y no plantea una forma seria de generar riqueza. Esto se materializa en la cancelación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP).

Por su parte, China lanza una iniciativa de integración comercial con una inversión de 700 mil mmd para la construcción de infraestructura fuera de sus fronteras, con proyectos como un tren de alta velocidad entre Xi´an y Madrid, una estructura de puertos en India, Países Árabes y África, para garantizar no solo la salida de sus mercancías, sino el suministro de materias primas.

En este contexto, México se presenta en una posición defensiva de mantener lo logrado y minimizar el daño, lo que puede ser insuficiente frente a la ambición norteamericana y la claridad canadiense. Es necesario recordar que el Tratado no es un fin en sí mismo, es un medio para generar prosperidad. La gran pregunta es: ¿cuál es el modelo de desarrollo mexicano frente a este tratado?

Nuestro país tiene muchos elementos para convertirse en una potencia mundial como sus bajos costos, su estabilidad política y la gran capacidad de los trabajadores mexicanos. Hoy es más barato producir en México que en China, nuestro gran lastre es la corrupción, a la que debemos enfrentar no solo como un mandato moral, sino como condición para el crecimiento.

Al final del día la apuesta más sensata es alejarnos de los epigramas, las sentencias y los comentarios ligeros, para enfrentar el reto con seriedad y madurez. En estos momentos difíciles lo mejor es que cada país acuerde lo que más le convenga, desde una visión pragmática de prosperidad y no negociar desde Twitter. Si impera la racionalidad, el futuro de Norteamérica será promisorio.

@LuisHFernandez