La firma de un Memorándum de Entendimiento con los Estados Unidos, junto al decreto real firmado por el Emir Tamim bin Hamad Al Thani el pasado mes de julio, son muestras del creciente compromiso del estado qatarí para perfeccionar su estrategia de lucha contra el terrorismo a escala regional e internacional.

Ambos hechos ocurrieron en medio de la actual crisis político-diplomática que enfrenta ese país, luego de la ruptura de relaciones decidida por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto a comienzos de junio, y son parte esencial de la táctica qatarí para neutralizar las acusaciones en su contra respecto a su supuesto respaldo y financiamiento a diversas organizaciones terroristas.

En esta táctica, la relación con los Estados Unidos ha sido de enorme importancia. A pesar de las incongruencias de las declaraciones y mensajes vía twitter del presidente Donald Trump, Qatar ha logrado obtener un apoyo reiterado de parte de las máximas autoridades del Departamento de Estado y del Departamento de Defensa. Estos insisten en que el país es un aliado estratégico clave en la lucha contra organizaciones como Al Qaeda y el Estado Islámico, y en el desarrollo de operaciones desde la base aérea de Al-Udaid. Por ello se han acordado nuevas ventas de aviones de combate F-15, y se continúan realizando maniobras navales conjuntas con un elevado intercambio con la máxima dirección del Comando Central de los Estados Unidos.

Además de insistir en la necesidad del diálogo, -en aras de resolver el actual diferendo político y de conservar las estructuras básicas para la seguridad regional-, el secretario de Estado, Rex Tillerson, visitó Doha el 11 de julio para firmar junto al canciller qatarí, Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, un Memorándum de Entendimiento para combatir el financiamiento al terrorismo. En esa ocasión, Tillerson elogió al Emir de Qatar, por este primer acuerdo ejecutivo logrado con Washington, luego de la Cumbre Arabe-Islámico Americana de Riad en mayo del 2017.

Semanas de intenso trabajo entre representantes de Qatar y de los Estados Unidos, llevaron a fijar una serie de pasos que se tomarán en los próximos meses y años, para detectar e interrumpir flujos financieros para grupos terroristas, intercambiar información de inteligencia, y desarrollar mayores esfuerzos para mantener la seguridad de la región.

El respaldo en esta materia, y la insistencia en que Qatar es un socio estratégico, es una medida práctica que por una parte exige a Qatar no solo conservar, sino incrementar su relación en materia de seguridad en general con los Estados Unidos; y al mismo tiempo, se convierte en una fuerte señal de compromiso estadounidense con el comportamiento qatarí, es decir en una garantía ante cualquier posible preocupación que puedan tener los cuatro países que diseñaron la ruptura diplomática y las exigencias a Qatar. A pesar del obvio simbolismo y significado concreto de este Memorándum, los países del “Cuarteto Anti-Terror” (según la denominación adoptada por medios de prensa sauditas esencialmente) la concibieron como “insuficiente”, mantuvieron sus demandas contra Doha, e incluso añadieron 18 nuevos nombres de individuos y grupos a su llamada “lista de terror”.

Es apropiado tener en consideración que las conocidas “trece demandas” iniciales planteadas a Qatar, han sido posteriormente transformadas en “seis principios” generales, con los cuales los qataríes tendrían que comprometerse. Este reajuste de parte del “Cuarteto”, es reflejo del nulo apoyo internacional que tales demandas lograron, muchas de las cuales fueron consideradas como “exageradas” y abiertamente violadoras de la soberanía nacional; además, es una señal de un cierto reajuste y modificación de la estrategia de crisis fallida, y de un intento por lograr algunos de los propósitos anti-qataríes con una plataforma algo más elaborada, que les permita “salvar la imagen”.

De cualquier manera, los contenidos de los nuevos seis principios también pueden tener significados distintos y ser objeto de interpretaciones diversas. En general se exhorta a combatir al extremismo, impedir su financiamiento, suspender actos de provocación e incitación a la violencia, cumplir con los acuerdos del 2013 y 2014 dentro del marco del Consejo de Cooperación del Golfo, no interferir en asuntos internos ni apoyar entidades ilegales, y alinearse con los resultados de la Cumbre de Riad de mayo.

Días después de la visita de Tillerson, Qatar tomó otra medida para incrementar su compromiso con la lucha antiterrorista y neutralizar las acusaciones en su contra, cuando el emir Tamim promulgó su decreto del 20 de julio, en el cual enmendó algunos aspectos de la Ley para el Combate al Terrorismo del 2004. Este decreto incluyó nuevas definiciones sobre el concepto de “terroristas”, “crímenes”, “actos terroristas”, “entidades terroristas”, “congelamiento de fondos” y “financiamiento del terrorismo”, y concibió la creación de dos listas de individuos y organizaciones terroristas, su correspondiente proceso de clasificación e inclusión, así como los derechos legales que tendrán los acusados para defenderse ante una Corte.

Otro importante apoyo por parte de los Estados Unidos a Qatar, aparecería recogido en el famoso Country Reports on Terrorism 2016, elaborado por el Departamento de Estado, y dado a conocer recientemente.  En el mismo se reconoce la fuerte alianza con Qatar en la lucha contra el terrorismo durante el 2016, el trabajo conjunto desarrollado para evaluar las fuentes de información, y la participación del país en la lucha aliada contra el grupo Estado Islámico. Se valora positivamente la intensa labor del Ministerio del Interior qatarí, del Buró de Seguridad del Estado y del Comité Nacional Antiterrorismo, y se especifica que Qatar ha mostrado “progresos” en el combate al financiamiento del terrorismo; pero advierte, que “terroristas financieros dentro del país todavía son capaces de explotar el sistema financiero informal qatarí”.

Si obviamente esta realidad tiene que ser atacada a fondo en aras de impedir que recursos financieros lleguen a manos de organizaciones violentas perpetradoras de actos específicamente terroristas, no podemos perder de vista que esto es un fenómeno que se viene dando en las recientes décadas, aunque no sea política oficial del país en cuestión. El entramado y opciones financieras de individuos y organizaciones de diversa naturaleza, presentan un gran reto para la comunidad de inteligencia y estructuras de seguridad encargadas de neutralizar estas acciones.

En cualquier caso, no ha sido una actividad que se haya originado exclusivamente desde el territorio qatarí, sino que también existen entidades e individuos en estados acusadores como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, que han canalizado recursos financieros a organizaciones terroristas, aunque ambos países tengan relaciones estrechas con los Estados Unidos y desarrollen importantes actividades antiterroristas.

Cualquier estrategia efectiva de lucha contra el financiamiento al terrorismo tendrá que elaborarse y aplicarse mediante la coordinación y cooperación internacional, y no mediante la generación de una estrategia de presión y conflicto contra un país como Qatar, pues tal crisis no beneficia a nadie.