La presidencia de Donald Trump durante estos primeros siete meses de gobierno no ha podido ser más desordenada, caótica e inconsistente. Es difícil hacer un recuento de los errores, fracasos y ofensas proferidas por el inquilino de la Casa Blanca hacia casi todo el mundo por razones de espacio y porque siempre resulta incompleta ya que entre lo que se escribe un artículo y se publica, el mismo ya quedó desactualizado porque el señor Trump ya habrá hecho algún acto, declaración o al menos usado su Twitter para proferir alguna injuria u ofensa contra alguien. Se espera que el general John Kelly logre poner orden en la oficina del presidente de Estados Unidos.

Es claro que el fenómeno Trump será objeto de estudio durante mucho tiempo por parte de especialistas que irán desde la psiquiatría, la sociología, la ciencia política y el derecho hasta, desde luego, la literatura humorística. Pero me parece importante entender dos aspectos: primero, la evolución del Partido Republicano, y segundo, lo que puede estar detrás del movimiento que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca.

El Partido Republicano ha tenido una tradición de defensa del individualismo y las libertades, así como de la democracia liberal y la economía de mercado. Pero también siempre tuvo en su seno a sectores muy conservadores como los banqueros, que se opusieron a la política económica de Roosevelt, la cual contribuyó a sacar a Estados Unidos de la gran depresión de 1929. Entre los republicanos ha habido políticos como Barry Goldwater en los años sesenta que han estado mucho más a la derecha del eje político de su tiempo. Siempre ha habido expresiones de extremistas que consideraban que Roosevelt estaba en la extrema izquierda, o que el general Eisenhower era un agente comunista, así como que Ronald Reagan y George H. W. Bush eran demasiado liberales. Sin embargo, en los últimos años, muy particularmente durante la presidencia de Barack Obama se fueron incorporando al Partido Republicano grupos ultraconservadores. Desde el Tea Party hasta libertarios antigobierno, supremacistas blancos, el Ku Klux Klan, grupos de población blanca empobrecida y muy resentida por la innovación tecnológica y el libre comercio, hasta sectores religiosos evangélicos fundamentalistas que interpretan la Biblia en sentido literal. Hay que agregar en este breve e incompleto catálogo a grupos de católicos ultraconservadores preconciliares o como Steve Bannon, opuestos radicalmente al papa Francisco. No faltan los apoyos de grupos empresariales que siempre han actuado con su propia agenda, como el caso de los hermanos Koch, dedicados a la negación del cambio climático de origen antropocéntrico, o bien otros empresarios que apoyaron a Trump con la expectativa de lograr reducciones impositivas y desregulación de sus actividades, incluidos a quienes postulan la prácticamente no existencia del gobierno y la desaparición de cualquier regulación. Esta amalgama de intereses incluye a los llamados libertarios que están en contra de la escuela pública, como es el caso de Betsy DeVos, precisamente la secretaria de Educación del gobierno de Donald Trump. Cabe señalar que la señora DeVos nunca ha asistido, trabajado, enseñado o investigado en una institución de educación pública. Son diversos grupos y corrientes del pensamiento que tienen en común un individualismo exacerbado, muchas veces inspirado en el pensamiento de Ayn Rand y que están contra todo lo que representa lo público y lo social.

El gobierno de Trump ha dividido profundamente a la sociedad estadounidense, se ha confrontado con la comunidad científica por la negación del cambio climático, que tiene su origen en la actividad humana y ha provocado una enorme incertidumbre internacional por ese motivo, así como por su hostilidad al comercio y su amenaza del uso de la fuerza militar en varios conflictos, como en Venezuela y Corea del Norte, por citar solo algunos ejemplos.

Muchas de sus aseveraciones son contenidas y matizadas por sus colaboradores pero de cualquier forma generan una enorme inquietud en todo el mundo. En ese contexto México está en el proceso de negociación y modernización del TLCAN, instrumento fundamental de su política económica. También en ese ámbito se ubica el encendido discurso que pronunció Trump en Arizona el martes 22 de agosto, en el cual arremetió contra el TLCAN y ratificó su intención de construir el muro fronterizo. En ese discurso Trump se vio como un líder autoritario en la mejor tradición del populismo de derecha.

En suma, lo que está en juego para el futuro no solo del país, sino del orden internacional y de la humanidad entera, es muy importante. De ahí que es fundamental reafirmar los valores éticos globales que nos permitan trabajar para conservar la naturaleza y lograr la sobrevivencia de la humanidad, así como promover la innovación científica y tecnológica que nos permita hacer del planeta un lugar mejor para todos con pleno respeto para la dignidad de la persona humana. Estos objetivos están enunciados desde hace tiempo, a través de diversas expresiones, solo que ahora sabemos que hay muchos más obstáculos políticos por vencer.