Dentro de los numerosos temas que discutieron los miembros de la comunidad internacional durante el reciente período de sesiones de la 72da Asamblea General de las Naciones Unidas, los enfrentamientos de la administración de Donald Trump con Corea del Norte y con la República Islámica de Irán, respecto al tema nuclear, acapararon gran parte de la atención mundial.

La predilección del presidente estadounidense por escalar las agendas de conflicto en la actual coyuntura, son totalmente contradictorias con el espíritu negociador, diplomático y de preservación de la paz que debe, al menos teóricamente, prevalecer en el organismo internacional.

Junto a su amenaza de “destruir totalmente” a Corea del Norte, encabezada por un “hombre cohete enfrascado en una misión suicida”, Trump acusó a Irán de ser una “dictadura corrupta” oculta detrás de una falsa democracia, que ha convertido al país en un “estado canalla” con una economía destruida, “cuyas principales exportaciones son la violencia, el derramamiento de sangre y el caos”.

En esta arremetida, Trump criticó una vez más al Plan de Acción Conjunto y Completo (conocido también por sus siglas en inglés JCPOA) firmado entre Irán y seis potencias mundiales en el 2015, para regular las actividades nucleares iraníes. Reiteró que ha sido una de las peores transacciones en las que hayan participado los Estados Unidos, y que era una “vergüenza” para Washington, por lo que: “no podemos cumplir con un acuerdo que brinde cobijo para la eventual construcción de un programa nuclear”.

Aunque la amenaza de retirarse del JCPOA, proviene desde los meses de campaña electoral, Trump no cumplió con su promesa de considerarlo nulo como primera medida de su administración. Por el contrario, el gobierno estadounidense, certificó en dos ocasiones que Irán ha actuado según los compromisos comprendidos en el acuerdo, posibilitando la continuidad del mismo.

Algunas otras voces han señalado que el acuerdo podría mejorarse, pero finalmente se han inclinado por la preservación del mismo tal y como está. Especialmente las otras potencias firmantes (Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania) han insistido en que fue una buena negociación con la que se tiene que cumplir, pues anula la posibilidad de que Irán desarrolle un programa nuclear militar, que durante años fue la principal duda de una parte de la comunidad internacional. La propia jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Federica Mogherini, declaró que el acuerdo nuclear está funcionando, y que el mismo “no pertenece a un país o a otro”, contrarrestando así el pretendido protagonismo de Trump al respecto y su amenaza de retirada.

En la actual coyuntura, la obsesión de Trump con el “desastroso” acuerdo, pareció ser alimentada especialmente por la visión del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu durante su encuentro con el presidente estadounidense en Washington D.C. justamente antes de comenzar el período de sesiones de la ONU. Las expresiones de alta satisfacción del propio Netanyahu durante el discurso de Trump, son muestra de la influencia que Israel logra ejercer sobre la principal figura del ejecutivo estadounidense.

Las posiciones extremas de Netanyahu, coincidentes con las de su ministro de Defensa, Avigdor Lieberman y junto al desempeño del embajador israelí en los Estados Unidos, Ron Dermer, pretenden lograr que Trump acuse a Irán de violaciones y “arregle el acuerdo o lo derogue”. Sin embargo, esta línea no coincide con percepciones predominantes entre numerosos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores, y expertos israelíes de la inteligencia militar, del Directorio de Planificación de las Fuerzas de Defensa de Israel, la Mossad, y el Comité de Energía Atómica, quienes aunque consideran que el acuerdo presenta varios retos estratégicos para Israel, ven que una retirada de los Estados Unidos no tendría ningún efecto positivo, y sería contradictoria con el cumplimiento iraní del acuerdo nuclear hasta hoy.

Habrá que ver si Trump ahora se niega a brindar una nueva certificación de cumplimiento iraní para el 15 de octubre, argumentando que existe violación en el “espíritu, aunque no en la letra” del acuerdo. Si esto fuera así, entonces el Congreso tendrá dos meses para discutir si se retiran o no del JCPOA y si vuelven a imponer sanciones contra Irán.

Realmente, el propósito actual de Trump, del gobierno israelí, y de otros países de la región con grandes contradicciones con Teherán, es ampliar la agenda de exigencias contra la República Islámica, añadiendo temas que no fueron incluidos en el JCPOA, como son las inspecciones a instalaciones de producciones militares, o a su programa de misiles de corto y mediano alcance. Al mismo tiempo, estos actores querrían eliminar o golpear la influencia iraní dentro de varios conflictos en la zona como los de Iraq, Siria, Yemen, Líbano y el palestino-israelí.

La respuesta iraní se dio en el mismo marco de la Asamblea General, cuando el presidente Hassan Rohaní aseguró que su país no sería el primero en violar el acuerdo, pero respondería decididamente a su violación por cualquier parte, y apuntó en obvia referencia a Trump: “Será una lástima que este acuerdo sea destruido por canallas novatos en el mundo de la política”.

Inmediatamente después, Irán anunció que continuaría incrementando su poder militar disuasivo, y procedió al lanzamiento de prueba de un nuevo misil, (Khorramshar), con alcance de 2 mil kilómetros, capaz de transportar múltiples cabezas, con habilidad para evadir las defensas anti-aéreas del enemigo, y con un rango que puede llegar hasta Israel.

En el Anexo B de la Resolución 2231 (2015) del Consejo de Seguridad de la ONU, se exhorta a Irán a no llevar adelante ninguna actividad relacionada con el diseño y lanzamiento de misiles balísticos que sean “capaces de transportar armas nucleares”, por lo que, para algunos, el comportamiento actual iraní sería violatorio en este punto en particular. Sin embargo, la diplomacia iraní argumenta que sus misiles son convencionales, y que no son diseñados específicamente para transportar armas nucleares, por lo que no existe ninguna violación de la Resolución 2231.

Más allá de discusiones legales respecto al ensayo de misiles convencionales iraníes, las actuales amenazas de la administración Trump de retirarse del JCPOA aunque no exista ninguna evidencia de violación iraní, la posible aplicación de nuevas sanciones unilaterales, la ruptura con el consenso de grandes potencias, y el obligar a Teherán a dar prioridad a una agenda militar estratégica, solo servirá para agregar mayores tensiones a un Medio Oriente extremadamente convulso.