Después de dos meses de ausencia de México y de esta columna, aterrizo en un país todavía más “desdibujado” de como lo dejé. Se pierde la capacidad de asombro y “lo anormal se vuelve normal”. El sistema político está agotado, rebasado, hace agua por todos lados y en todos los partidos, como lo evidencia la dificultad para integrar la mesa directiva de la Cámara de Diputados, la desaseada elección del presidente del Senado, la insensatez de la designación transexenal del “manchado” procurador, las escisiones de personajes del PAN y de Morena.

Hay un fenómeno nuevo que incluso puede resultar positivo: la contienda electoral entre tres coaliciones que parecen estarse conformando: ¡La alianza Morena, PT; el Frente Amplio PRD, PAN, Movimiento Ciudadano; la alianza PRI, Verde y otros partidos pequeños, un “pastel a tercios”!

En pláticas celebradas con algunos de los miembros más sensatos de la “comentocracia” y la “partidocracia”, resumo así mi percepción de la situación actual:

1)    AMLO, sin enemigo partidista formal al frente, tiene toda la cancha. Se mantiene al frente de la contienda. Da campanazos con la sorpresiva adhesión de Enrique Cárdenas y Olga Sánchez Cordero. Pero ha cometido importantes errores: pudo haber ganado Edomex con una alianza de la izquierda con el PRD. Sufre su primera escisión con Monreal por el “dedazo” con que destapa a Scheinbaum, lo cual le costará muchos votos en la CDMX. Su libro con ideas de gobierno es oscuro, difuso y confuso.

2)    Sin duda, novedoso el Frente Amplio PAN-PRD-Movimiento Ciudadano, que sí se mantiene, ¿con qué candidato?, será jugador electoral importante. Ya obtuvo primer triunfo “pírrico” en la Cámara, en la lucha para designar la mesa directiva. Pero se presenta un PAN fracturado: Anaya se fortalece hacia adentro y se debilita hacia afuera. Ácida pugna con la facción calderonista. ¿Sobrevivirá a los ataques por corrupción? Margarita, persona estimable, no tiene los tamaños que el país requiere. Moreno Valle, demasiado listo, véase lo que gastó como gobernador y lo que está gastando en su campaña. El PRD se está autodestruyendo, ¿cuántos senadores le quedan? No pinta, pero agrega votos. ¿Qué hará Mancera?

3)    El PRI carga con todo su bagaje negativo de corrupción y desprestigio. Sí sale fortalecido de una exitosa Asamblea. El presidente tuvo la fuerza para eliminar “candados” para abrir la baraja. Bien construido el Informe de Gobierno —“el vaso medio lleno”— que refleja los logros de cinco años, no las fallas. La credibilidad del sistema anticorrupción, sin embargo se debilita en los hechos, con la inacción, tanto contra Lozoya ante la evidencia Odebrecht, como sosteniendo al secretario de la SCT, después del escándalo del “socavón”; ahora la gran estafa de las universidades.

Los errores y fracturas de los otros partidos benefician al PRI, si define un buen candidato. El consenso de observadores inteligentes es que los dos mejores que el PRI tiene para dar la pelea son José Antonio Meade y José Narro. Los dos “Pepes”. Tienen las virtudes que la gente reclama: honestidad, distancia de Atlacomulco y del aparato tradicional priista; gran experiencia de gobierno en dos partidos. Meade ha cosechado amistades con miembros destacados de los otros partidos; Narro tiene gran activo, como exrector de la Universidad. Se le considera el “Sanders” mexicano por su atracción a los jóvenes. Se dice que la edad que aparenta es un pasivo, pero tiene la edad de AMLO (¡y menos que Trump!). Las canas, por otra parte, recuerdan la madurez de un buen presidente, Ruiz Cortines. Su bandera atinada son las reformas sociales. Ambos —más en el caso de Meade— pueden atraer inconformes del PAN y de la izquierda, para hacer una real coalición electoral y una de gobierno, “de facto o de jure”. Solo en coalición, el PRI puede darle batalla a AMLO. Por otra parte, aunque son claras las muestras del presidente de preferencia hacia Nuño y su evidente “balconeo”, no sería el candidato idóneo; sí, imagen atractiva de joven, pero “verde”; no tiene ni trasmite la capacidad acreditada para gobernar este complejo país. No es exportable aquí el fenómeno “Macron”, cuya popularidad se desplomó en un mes, precisamente por falta de experiencia.

El país tendrá que recorrer un camino azaroso con serios retos internos y externos. ¡En el trayecto todo puede pasar! La sucesión presidencial simplemente agrega otro escollo al escenario dantesco por el que atravesaremos.