El 19 de septiembre quedará lacrado en el expediente de nuestra historia sísmica reciente. Exactamente a 32 años de 1985, un nuevo terremoto se dejó sentir, implacable, en la Ciudad de México y en los estados de Morelos, Puebla y Estado de México, ocasionando centenares de derrumbes de edificaciones, pero también dejando una secuela terrible de víctimas fatales. Sin embargo, a diferencia del sismo de 1985, este se dio justo a 12 días de que la zona sur del país había sido estremecida por otro intenso movimiento que dejó graves daños materiales y miles de damnificados en los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero, principalmente.

También como en el 85, este sismo de hace unos días no solo sacudió físicamente buena parte del territorio nacional, sino que movió y conmovió las fibras más sensibles y el alma de los mexicanos. Ese movimiento interno hizo aflorar la solidaridad hacia quienes habían quedado atrapados entre montones de placas de cemento y varilla de los edificios que se vinieron abajo. Sin importar su propia seguridad, jóvenes, adultos, niños, mujeres y hombres se dieron a la tarea de remover, tan solo con sus  manos, los escombros para salvar vidas. De nueva cuenta apareció la valentía, la gallardía, la unión y solidaridad ciudadana, que parecía haber quedado en un largo y profundo letargo desde hace 32 años. Sin importar colores e ideologías, la ayuda al caído se convirtió en estampas conmovedoras y en hechos contundentes de hermandad, como nunca antes se había vivido. Así se movió México en los momentos aciagos provocados por el terremoto.

En la Ciudad de México, Puebla, Morelos, Estado de México, Chiapas, Guerrero y Oaxaca se vivieron historias conmovedoras, dramáticas, grandes y pequeñas, pero de una profunda naturaleza humana, de heroísmo, de sentido de comunidad, de estado de pertenencia a un país grande, gigante como el nuestro. México se movió, pero también se conmovió, y los mexicanos no nos achicamos, crecimos. Nos hicimos superiores en afecto, en amor por los demás, en reconocernos como hermanos.

También vale la pena comentar que esta conflagración sísmica puso de relieve algo muy importante en materia de protección civil: indiscutiblemente ha dado frutos la cultura de prevención, capacitación de especialistas y la implementación de simulacros. Vimos que la gran mayoría de la población afortunadamente reacciona ante los movimientos telúricos de una forma más sensata y ordenada. Esto evidencia que con el tiempo hemos aprendido qué hacer y cómo comportarnos ante este tipo de contingencias. Las alarmas sísmicas, los reglamentos de construcción más estrictos también han abonado a que se atenúen los efectos posteriores a los temblores de magnitudes grandes como el que vivimos.

Pero ahora viene lo más importante. Después de salvar a personas y animales atrapados en los escombros, tendremos que comenzar con la demolición de edificios, limpieza de escombros y la reconstrucción de viviendas en las zonas dañadas, tanto en la Ciudad de México como en las entidades federativas afectadas. Habrá que apoyar aún más a nuestra capital y a los Estados. Para ello, debemos demostrar que nuestra solidaridad no fue cuestión de unos días, ni solo moda, sino que forme una inercia permanente, pues vienen jornadas muy difíciles, en las que nuevamente tendremos que sacar el espíritu de hermandad mexicana. No tenemos la menor duda de que así será para reconstruir y hacer resurgir la nación poderosa que somos y seguiremos siendo.

Secretario General del Partido Verde Ecologista de México.