A 100 años del nacimiento de Juan Rulfo —según su página oficial de la internet— y, con él, de un mito. Dicha aquí la palabra mito no como mentira o exageración (generalmente popular) sino como la recreación de una parte de la realidad, de un personaje, que cobra vida e influencia más allá de sí mismo. Es el caso de Juan Rulfo, probablemente el escritor mexicano de mayor presencia dentro y fuera del país; autor de dos libros, los cuentos de El llano en llamas y la novela Pedro Páramo.

Salvador Elizondo, que era lo contrario de Rulfo, extrovertido, cosmopolita, con sentido del humor, dijo alguna vez en broma que quizá Rulfo un día había ido a su pueblo de Jalisco y entre las ruinas de alguna hacienda había encontrado un viejo baúl y dentro el manuscrito de Pedro Páramo. En otra ocasión, yo había ido a visitar a Edmundo Valadés a su oficina donde hacía su revista El cuento, lo encontré recortando ilustraciones de alguna publicación para acomodarlas entre los textos del siguiente número. Pardeaba la tarde, de pronto, en la penumbra de la oficina, vi pasar una sombra, pensé que era un fantasma. Pero no, o en todo caso, era el fantasma de Juan Rulfo. Iba a hacerle recomendaciones de autores nórdicos, que a él le interesaban tanto, que eran apropiados para El cuento. Allí supe que Rulfo leía mucho y estaba enterado de literaturas lejanas y­­­­­­­ aun exóticas para nosotros.

Revoluciones que se sugieren

­­­­­­­­­¿Por qué nórdicas? ¿Sería por la penumbra, de un sol menos brillante, de aquellas congeladas tierras? ­Los cuentos y la novela de Rulfo provienen de la cultura criolla de El Bajío. Con la sombra de la Revolución, la Guerra Cristera, pero sin identificarse como protagonistas de aquellas, ya que estas revoluciones se vislumbran apenas, a lo lejos, se respiran, se sugieren, se ven sus efectos.

En mi artículo “Los fantasmas de la realidad en Juan Rulfo”, publicado en La sombra en el muro, el 6 de abril de 2017 (Siempre! Núm. 3338), no dije que más que de lo “real maravilloso”, Pedro Páramo estaría cercana a la novela de terror, como género. Pero, tampoco afirmo que sea de terror. Aun así, los elementos de terror son: la soledad, la vida sin vida: la no vida, la presencia de la muerte, el regreso de los muertos o los espíritus, la ansiedad o la evocación de la vida como algo lejano, remoto, muerto, solo deseado.

Pedro Páramo es, así, una disertación de la vida y la muerte. De ahí su misterio. Es la atracción por la muerte y los muertos. Se ahorró la repulsión, pero no la culpa, la condena, la eternidad de la desgracia, la expulsión del paraíso. Pero, ¿existió alguna vez el paraíso? No lo sabemos, en cambio sí sabemos que el pecado y el sitio donde moran los pecadores después de la muerte es el infierno. Lo peor es que este existe en esta vida, entre los que se sienten incompletos, sombras que se arrastran en los muros, seres perdidos en lo ignoto.

Yáñez, ¿antecedente de Pedro Páramo?

Juan Rulfo dijo en una entrevista con Joseph Sommers (Siempre!, La cultura e­­­­n México, 15/08/1973; reproducida en La narrativa de Juan Rulfo, mismo autor, colección SepSetentas, 164, de 1974): “Yo conocí la historia a través de la narrativa” (la novela de la Revolución, de esos autores “hoy subestimados” —y era 1973—). Summers le preguntó si había leído a Agustín Yáñez antes de empezar a escribir Pedro Páramo. Rulfo aceptó que había leído Al filo del agua antes. No lo dijo el entrevistador, pero si Pedro Páramo tuvo un antecedente, éste fue Al filo del agua, la gran novela de Yáñez, otro jalisciense.

Debo confesar que encontré una coincidencia entre el principio de Luz de agosto de William Faulkner (leído por Rulfo), y el de Pedro Páramo. Pero solo eso. El sentido, el discurso narrativo y el desarrollo de estas novelas es muy original en ambos escritores.

En esta dirección, todos somos hijos de Pedro Páramo, el protagonista, y de Pedro Páramo, la novela.

Una vez publicada mi novela La congregación de los muertos o El enigma de Emerenciano Guzmán (2013, Universidad A. de Querétaro) caí en la cuenta, temeroso, de que había una incierta, lejana, similitud en la voz narrativa de esta y la de Rulfo. Otra vez en la manera de dar arranque a la narración y, naturalmente, por todos los muertos. Por fortuna, son y continúan de un modo muy distinto. El lenguaje es la clave en ambas.

“Imagino un personaje y solamente lo sigo”

A otra pregunta de Summers, Rulfo contestó: “No puedo saber hasta ahora qué es lo que me lleva a tratar los temas de mi obra narrativa. No tengo un sentido crítico analítico preestablecido. Simplemente me imagino un personaje y trato de ver a dónde este personaje, al seguir su curso, me va a llevar. No trato yo de encauzarlo, sino de seguirlo aunque sea por caminos oscuros”: el misterio de Juan Rulfo y su Pedro Páramo.

El martes 26 de septiembre próximo, 19 horas, la Sociedad General de Escritores de México me distinguirá con una mesa de celebración por mis 50 años de escritor. Participarán: Francisco “Paco” Prieto, Jesús Calzada Gómez (preside la SOGEM), Humberto Rivas, Edwin Alcántara y el celebrado; modera: Miguel Ángel Tenorio. José María Velasco 59, Col. San José Insurgentes, atrás del teatro Insurgentes. Están invitados.