El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha ocupado y continuará acaparando muchos espacios de los medios y de la atención nacional. Las incertidumbres que genera han tenido impactos negativos sobre el peso. Esta volatilidad continuará durante los próximos meses.

La “cuarta ronda” de negociaciones provocó que afloraran diferencias irreconciliables con Estados Unidos. Para los optimistas, la buena noticia es que el proceso que parecía nunca empezar, ha continuado; para los pesimistas hubo aproximación a un “callejón sin salida.” El proceso de negociación se extenderá desde diciembre hasta la primavera del 2018. Pensar que podría concluirse el acuerdo en diciembre fue un error de cálculo… “buenos deseos”, ligado a los tiempos de sucesión presidencial y a las ventajas que tendría para el gobierno o para individuos dentro del mismo. Fue ingenuo, los canadienses siempre lo dijeron: ¿cuál era la prisa?

En todo caso, si las negociaciones continúan hasta la primavera, no interfieren mayormente con las elecciones, ya que poca gente entiende o le importan las “reglas de origen”, o los “mecanismos de solución de controversia”, salvo que por conseguir un tratado “a toda costa”, se comprometa la soberanía o la dignidad nacional. Ya dijeron los inversionistas que lo que más les inquieta son los riesgos electorales.

  1. ¿Hay vida después del TLCAN?

¿Cuáles son los escenarios previsibles? El “mismo TLCAN con vida artificial”, “uno nuevo” o “ninguno”. ¿Qué significa cada uno? Desde luego, lo que más importa es planear la estrategia nacional para el 2019 y más allá, bajo cualquier hipótesis.

  1. a) Se logra acordar un nuevo TLCAN, “modelo 2018”. Si por un milagro se concluyen las negociaciones para febrero de 2018, ello significa que se pudo avanzar en su “modernización”, esencialmente por la incorporación de los nuevos temas negociados en el TPP: comercio electrónico, energía, medio ambiente, propiedad intelectual, compras gubernamentales, mayor competencia, PYMEs, reglas anticorrupción. Además se encontraron soluciones sobre lo más difícil, los aspectos que Estados Unidos pretendía y que eran inaceptables para México y Canadá: definir nuevas reglas de origen, aumentando el componente de integración de Norteamérica y de Estados Unidos, sobre todo en el sector automotriz; eliminar los mecanismos imparciales de solución de controversias, cuando hay prácticas comerciales desleales; límites estacionales a la exportación agropecuaria mexicana, o por decreto, reducir el déficit comercial con México y, aumentar nuestros salarios más bajos. En esto sólo hubo Acuerdo, porque se descartaron o se encontró alguna fórmula cosmética para salvar las pretensiones “trumponianas”.

Una variante es que, si como es muy probable que el Congreso norteamericano no ratifique el acuerdo de los gobiernos antes de sus elecciones de noviembre, el actual TLCAN sigue vigente hasta 2019.

 

  1. b) Continúa el viejo TLCAN

No hay un acuerdo. Esto puede pasar porque Trump lo “denuncia”. Pero se “arma la gallera interna” de oposición, de tal forma que, a pesar de la carta de aviso de 6 meses a los socios, tiene que retractarse o se activa un proceso en que tiene que participar el Congreso y la Suprema Corte, y no se puede concluir su derogación, como ya le ha sucedido en otros casos. También se mantiene el TLCAN hasta 2019, pero con un periodo continuado de incertidumbre.

  1. c) Se concluye el actual TLCAN

El gobierno de Estados Unidos logra derogarlo o México y Canadá deciden “salirse de la mesa”, porque no tiene caso seguir negociando. Nosotros debemos evitar el costo político de la ruptura. Pero lo puede hacer Estados Unidos ante la pretendida “terquedad e inflexibilidad” nuestra. No hay TLCAN, lo cual para México y Canadá es mejor que un “mal TLCAN”, que implique retrocesos.

  1. El fin del TLCAN no es el fin del mundo

El comercio con Estados Unidos continúa bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio, la situación de casi todos los países del mundo, particularmente con los que más comercia Estados Unidos y con quienes tiene un mayor déficit comercial: China, Japón, Alemania. Sí, desde luego, tiene consecuencias: los aranceles aumentan algo para México y más, para Estados Unidos, con una incidencia desigual por productos. Lo más negativo es que se interrumpiría el flujo de las exitosas cadenas productivas, particularmente en la industria automotriz, y aumentan los costos, con lo cual perdemos competitividad y nos damos todos un “balazo en el pie”. Para México, el principal problema es que perdemos una eficaz red de protección y garantía que da seguridad a la inversión extranjera.

Lo más importante es que debemos prepararnos para el “más allá” del TLCAN. Bajo cualquier escenario, con o sin TLCAN. Tenemos que preparar una nueva concepción de nuestra estrategia de desarrollo y ejecutar un nuevo arsenal de políticas económicas domésticas. Es pues, al mismo tiempo, una gran oportunidad. Nos obliga a hacer lo que no hicimos cuando firmamos el TLCAN en 1994. Cuando no introdujimos políticas complementarias para que éste generara crecimiento y corrigiera desigualdades regionales, Y no las ampliara. Cuando se dijo: “la mejor política industrial es la que no hay”.

La necesaria transformación de nuestra estrategia económica debe centrarse en el fin de acelerar el crecimiento económico incluyente, relegando la obsesión por la estabilidad de precios, la apertura comercial dogmática y el equilibrio de las finanzas públicas. Ello implica aumentar la inversión pública eficaz, que lleva 8 años de crecimiento negativo, principalmente en la infraestructura; introducir una política industrial moderna, que genere cadenas productivas internas y mayor contenido nacional; usar la política energética, como motor del crecimiento interno; desarrollar una política regional integral para apoyar el rezagado sur-sureste del país, más necesario ahora con el terremoto; entrenar a nuestros trabajadores y fomentar la innovación y el cambio tecnológico; reformas sociales de segunda generación para atacar la desigualdad. Es también una gran oportunidad para impulsar la diversificación de importaciones y exportaciones; continuar con el TLCAN con Canadá; concluir el nuevo TPP-1 (sin Estados Unidos), intensificando el comercio con Asia, principalmente con China, la India, Japón, Corea; reforzar el comercio con América Latina, particularmente, la Alianza Pacífico, su parte más dinámica.

Eso es lo que tenemos que hacer con una política de Estado. ¡Una economía fuerte es el mejor antídoto frente a las agresiones de Trump y las incertidumbres propias de nuestra época!

 Exembajador de México en Canadá

@suarezdavila