La intercepción sobre el cielo de Riad de un misil lanzado por las fuerzas hutíes yemenitas el pasado 4 de noviembre, no solo es muestra de los resultados negativos que obtiene Arabia Saudita con su participación en el conflicto armado en Yemen, sino que pone en un primer plano al ya conocido antagonismo estratégico que enfrenta al reino de Arabia Saudita y a la República Islámica de Irán.

La decisión saudita de intervenir militarmente en el conflicto yemenita a partir del 2015, – encabezando una coalición integrada principalmente por otros aliados árabes-, no ha podido derrotar a la larga “rebelión de los hutíes” que se remonta incluso, a etapas previas a la mal llamada “primavera árabe” del 2011. La campaña de ataques y bombardeos sauditas para golpear los avances estratégicos y territoriales de los hutíes y restaurar el poder total del presidente Mansur Hadi, no ha sido eficiente y, por el contrario, ha agudizado la crisis humanitaria yemenita, con la frecuente destrucción de infraestructura civil, provocando casi 9 mil muertos y unos 50 mil heridos, y una epidemia de cólera de grandes dimensiones, temas que han sido criticados dentro del marco de las Naciones Unidas.

La percepción saudita siempre ha sido que los hutíes son un grupo chiíta apoyado por Irán, y de ahí su decisión de intervenir mediante la fuerza en territorios al sur de su frontera. No obstante, los hutíes son un movimiento mucho más complicado que un simple grupo chiíta, pues en el mismo también participan importantes sectores de población sunita que exigen transformaciones económicas y sociales, e incluso fuerzas militares y de seguridad sunitas de las estructuras de poder tradicional yemenita, especialmente de sectores leales al ex presidente Ali Abdullah Saleh.

Parece ser bastante obvio que el movimiento de los hutíes cuente con las simpatías de Irán en momentos en los cuales la agenda de contradicciones con Arabia Saudita se expresa en varios conflictos de la zona como Siria, Iraq, Líbano, Qatar y Bahréin, o sobre la solución del tema nuclear iraní alcanzada en el 2015. Es lógico pensar que, junto con sus afinidades políticas con los hutíes, Teherán haya incluido dentro de sus cálculos estratégicos, apoyo material y bélico a este movimiento, aunque oficialmente siempre lo ha negado.

En ocasiones, distintas fuentes militares han especulado respecto al suministro de misiles antitanques de fabricación rusa, o de misiles tierra-mar de tecnología iraní con los que los hutíes han podido atacar algunas embarcaciones de guerra de miembros de la coalición, o de la entrega de cohetería de mediano alcance o de asesoría específica para su fabricación. Aunque no se puede dejar de tener en cuenta, que el mercado bélico regional, brinda múltiples vías y suministradores para la adquisición de equipamiento militar.

Más allá de si el misil lanzado contra Riad, haya sido de fabricación iraní, o fuera una adaptación de un misil SCUD de fabricación rusa con los que los militares yemenitas tanto de origen norteño como sureño siempre estuvieron familiarizados, lo importante estratégicamente, es que alcanzó el aeropuerto internacional Rey Khaled en Riad. Atacar ese gran núcleo urbano, implica enormes riesgos de potencial afectación a civiles inocentes, lo cual fue condenado por las autoridades sauditas. Frente a esto, el vocero de los hutíes, Mohammed Abdulsalam, declaró: “Las capitales de los países que continuamente nos bombardean, no escaparán de nuestros misiles (…) El ataque de hoy llega en respuesta al asesinato de civiles yemeníes por parte de Arabia Saudita”.

En el mismo mensaje, el vocero dio a conocer que el misil empleado era de diseño semejante al SCUD ruso, que era de fabricación yemenita y nombrado Burkan 2-H. El misil fue capaz de volar más de 800 kilómetros por los aires sauditas, antes de ser interceptado por las baterías tipo Patriot. El hecho de que los restos del misil interceptado hayan caído en zonas muy cercanas al propio aeropuerto, ilustra la baja efectividad de la acción de defensa, pues era de esperarse que una intercepción eficiente, se hubiera producido a decenas de kilómetros de distancia del objetivo, y no casi sobre la misma ciudad.

Aunque en ocasiones anteriores las autoridades sauditas han informado haber sido capaces de interceptar varios de las decenas de misiles lanzados por los hutíes contra distintos blancos en el reino, en este caso es obvio que el sistema no funcionó adecuadamente, y que los hutíes lograron en gran medida su objetivo estratégico. Esta relativa debilidad de las defensas coheteriles sauditas, es la que puede explicar en parte, su enorme interés en adquirir sistemas de misiles antimisiles de última generación, como el S-400 de fabricación rusa, o el THAAD estadounidense.

El ataque ha sido respondido por el reino con nuevos bombardeos y con el bloqueo temporal de distintos puntos de acceso por aire, mar y tierra a Yemen. En realidad, el creciente costo del conflicto se hace cada día más problemático para Arabia Saudita, y su opción militar evidentemente no ha favorecido, y sí complicado, su esquema de seguridad nacional.

El ataque con misil, contribuye a agudizar las actuales tensiones estratégicas entre Arabia Saudita e Irán, pues mientras Riad responsabiliza totalmente a Teherán por el mismo y lo considera como un potencial “acto de guerra”, los iraníes califican las acusaciones sauditas de “irresponsables, destructivas y provocadoras”, y aseguran que la acción de los hutíes ha sido totalmente independiente, que no fue impulsada por ningún otro país, y que es una respuesta a la agresión saudita.

La reciente negativa del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a certificar el Plan de Acción Integral Conjunta en materia nuclear con Irán, y sus acusaciones respecto a la violación del “espíritu” del tratado debido al programa de misiles iraníes desarrollado por los Guardianes Revolucionarios, favorecerá una posición dura de parte de Riad.

Una situación como la actual exige no solo negociar sobre el conflicto en Yemen, sino mediar entre el reino de Arabia Saudita y la República Islámica de Irán. Pero parece que hoy no están dadas las condiciones adecuadas para ello; además, la marcada polarización de la administración Trump en favor de Riad y contra Teherán, dificultará cualquier intento de esta naturaleza.