El mundo vive un cambio de época, no únicamente una época de cambios. El extraordinario crecimiento demográfico a nivel global y sus perspectivas, así como el inédito rebase de todos los límites naturales del planeta, de los cuales el cambio climático es sólo uno de ellos, exigen la articulación de nuevas soluciones a la problemática de la humanidad.

Es necesario un profundo cambio de los esquemas de crecimiento económico convencional, como condición necesaria para preservar la vida humana en el planeta. Sin embargo, a pesar de la acelerada y avanzada destrucción de la naturaleza, aún es posible construir un futuro global con prosperidad para todos. Para lograrlo es urgente detener el deterioro y la degradación de la Tierra. Cabe señalar que la magnitud del rápido deterioro de la situación biofísica no está siendo reconocida por la sociedad global.

En un contexto global de esa complejidad México celebrará elecciones presidenciales el primer domingo de julio de 2018. José Antonio Meade será el candidato del PRI y de la alianza que este Partido encabece, en tanto que López Obrador lo será de MORENA. Está por definirse, al momento de escribir estas líneas, el candidato del “Frente Ciudadano”, si es que el mismo logra articularse, o bien a las personas que representen a los partidos que habrían pretendido integrar dicho Frente.

Esta contienda electoral es de particular importancia por la definición del rumbo del país en un contexto global de complejidad inédita.

La civilización contemporánea es producto de los avances científicos y tecnológicos y de la evolución política y cultural, pero también tiene los elementos de una tormenta perfecta de problemas derivados de la sobrepoblación, el consumismo de los sectores más privilegiados, las tecnologías destructoras del ambiente, la sobreexplotación de los recursos naturales y las crecientes desigualdades.

Desde hace varios años hay también una severa crisis internacional en los ámbitos político, social y cultural. A la “Primavera Árabe” siguieron guerras civiles y conflictos internacionales, graves violaciones a los derechos humanos y millones de refugiados. La situación interna es grave en Eritrea, Sudán del Sur, Somalia, Yemen, o en el caso de América Latina podemos observar la consolidación de la Dictadura venezolana, la crisis política de Brasil o el conflicto electoral en Honduras. De igual forma, Rusia y otros países de Europa del Este enfrentan graves problemas económicos y políticos en su etapa post-comunista. Japón aún encara problemas después de su década de estancamiento. De igual forma, el temporal dinamismo de varios países africanos y latinoamericanos se colapsó con la caída del precio de las materias primas. Turquía y Filipinas son ejemplos de regresión autoritaria.

En los países de la OCDE han crecido los movimientos de ultraderecha contra la globalización, entre ellos está el BREXIT y el triunfo de Trump, el caso de Hungría o la nueva presencia de partidos neo-nazis en los parlamentos alemán y austriaco, por citar sólo algunos ejemplos. Las causas de este fenómeno son complejas, pero una explicación puede estar en la declinación del ingreso de la clase media en los países desarrollados. Esto es, en tanto buena parte de la población mundial, en particular en Asia, lograba un sustancial incremento del ingreso, en los países de la OCDE se sufrían fuertes pérdidas. Cabe añadir que en Europa el gatillo para el populismo conservador ha sido la migración.

Estamos enfrentando nuevas paradojas en distintos órdenes. Por una parte, cientos de millones de personas han salido de la pobreza en los últimos años, principalmente en China e India, pero al mismo tiempo la desigualdad se ha disparado como nunca antes.

Las disparidades y la volatilidad están presentes en todo el mundo. Esto se debe en buena medida a que la economía global tiene un fuerte sesgo financierista y es altamente especulativa.

Es desde luego fundamental cumplir con los Acuerdos de París y con las metas del Desarrollo Sostenible 2030 de Naciones Unidas que México suscribió, pero debemos tener claro que esto no basta. Ya es necesario ir mucho más allá de ambos acuerdos.

En suma, México deberá encontrar de nuevo el camino del dinámico crecimiento económico, erradicar la pobreza y el hambre, reducir drásticamente la desigualdad. Es necesario construir un verdadero Estado de derecho en el que se erradique la corrupción y la impunidad. Es fundamental construir una sociedad de derechos y obligaciones para todos.

Pero todo esto deberá lograrse con una nueva forma de actuar, sin destruir ya la naturaleza y el ambiente. Esto exige un cambio mucho más profundo de lo que parece. México debe tener claro lo que desea ser con visión de largo plazo.