Cataluña ha librado una serie de esfuerzos por lograr su independencia del imperio español. Esto no es actual, ya en 1640 se tienen registros de un levantamiento popular en esa provincia autónoma en protesta por imposiciones provenientes del gobierno central, que ya imponía a personas no catalanas en cargos públicos. Este hecho no ha sido del agrado de su población, prueba de ello fue el referéndum realizado el 7 de septiembre de este año, donde el bloque separatista puso a temblar a la federación española con una posible independencia.

Ese día, el Parlamento de Cataluña aprobó el referéndum separatista con votos de los parlamentarios de la agrupación Junts pal Si y de la Candidatura de Unidad Popular (CUP) en una reunión en la que se determinó la proclamación de la independencia. Debido a diversos factores, entre estos la intervención de fuerzas policiales en el proceso, el escrutinio del total de votos no culminó sino hasta el 6 de octubre cuando el Sí recibió el apoyo de 2 millones 020 144 votos contra 176,565 del «No»; esto con una participación del 43,03 %.

Aunque el referéndum había superado su prueba en lo electoral, todavía faltaba concretarlo en la realidad, El presidente español Mariano Rajoy desconoció los resultados amparándose en el Artículo 155, que permite al gobierno central volver a convocar a elecciones a fin de conocer si la decisión popular corrobora la preferencia de separarse de la federación española, algo que nunca ha ocurrido en España, al menos desde la época democrática de España. Para el bando independista esto tampoco era fácil, pues estaban ante un hecho sin precedentes y el presidente de la Generalitat, Carles Puidgemont prefirió refugiarse en Bruselas, a encarar una posible detención luego que la fiscalía de España lo acusara por delitos de sedición y rebelión.

Ante un Rajoy malhumorado, un Puidgemont que puso piernas de por medio y una Unión Europea metida en un nuevo conflicto separatista, se decretaron nuevas elecciones convocadas para el 21 de diciembre. Nuevamente, el bando separatista repitió la victoria en la conformación del Congreso catalán, aunque en esta ocasión demasiado apretada. El bloque integrado por JuntosxCat, ERC-Catsi y CUP se impuso con 68 escaños sobre los federalistas representados por Ciudadanos (Cs), los socialistas del PSC, los soberanistas de Catcomu y los conservadores del Partido Popular Catalán. Este es el panorama actual que tenemos y en el cual el escritor y ensayista catalán Oriol Malló, nos presenta una situación histórica que sale a flote y que más que nada ha permitido confirmar la calidad identitaria de este pueblo autonómico. Esta es la entrevista que concedió a Siempre vía correo electrónico.

Elecciones intervenidas

¿En qué circunstancias se llevaron a cabo estas nuevas elecciones en Cataluña?

Las elecciones se hicieron de forma cuando menos inusual: con la autonomía catalana intervenida por el Estado central, con una convocatoria electoral promovida desde el gobierno central y con cuatro líderes independentistas encarcelados y un presidente en el exilio por delitos de rebelión y sedición. Una concatenación de causas judiciales y represiones policiales que no permitió una cancha pareja para todos los partidos, pero que no cambió en esencial la correlación de fuerzas existente en Cataluña con un reacomodo del voto constitucionalista (también llamado unionista o españolista) hacia el partido ultraliberal de Ciudadanos que consigue el voto mayoritario en barrios populares de hijos y nietos de la emigración así como en barrios de clase alta de Barcelona.

 

Referente emocional

Todo parece indicar que la facción separatista es la ganadora, ¿cómo considera España este resultado?

El resultado indica la solidez del bloque independentista que retiene, incluso con la mayor participación electoral de los últimos tiempos (más del 80 % de los votantes fueron a las urnas) su hegemonía pero no consigue rebasar la frontera simbólica del 50 % que supondría el aval suficiente para darle un carácter plebiscitario a estas elecciones autonómicas. En resumen, el gobierno español no arrincona, desinfla o reduce la presencia de esta opción política separatista, pero la carta independentista, incluso rebasando los dos millones de votos, no genera la suficiente fuerza para legitimar y poner sobre la mesa una indiscutible mayoría social que apoye el proceso de separación. Se puede decir que la república catalana no sólo nunca fue declarada, sino que jamás se concretará pero quedará como referente emocional para una amplia franja de votantes.

En el camino, por cierto, este exitoso movimiento ha provocado el nacimiento de su inesperada némesis: otro bloque identitario de catalanes que se identifican con España y ya no “compran” uno de los consensos fundamentales de la transición española en Cataluña. la idea que éramos un solo pueblo, sin importar el origen geográfico, y que la lengua catalana debía ser protegida por haber sido perseguida durante años. Estas ideas transversales generaron una paz social y un sentimiento de pertenencia que por años obvió la separación cultural y de clase entre los descendientes de la inmigración andaluza o extremeña y la población autóctona, que concentra mayor renta y mejores trabajos.

Tras las elecciones del 21 de diciembre, puede afirmase que esta fantasía comunitaria está tan enterrada como los discursos socialistas que por años definieron el espíritu del cinturón rojo (o el área metropolitana de Barcelona) y promovieron ciertos ideales compartidos en el entorno del catalanismo, fuera de izquierdas o derechas. Hoy tenemos dos grandes proyectos forjados sobre política identitarias que, a la hora de la verdad, comparten una misma visión neoliberal de reducción y desmantelamiento del Estado social en favor de los intereses privados mientras agitan una permanente guerra de banderas.

Acto fallido

¿Cómo impactará esta situación en la Unión Europea?

La Unión Europea no funciona, en este caso, como un bloque monolítico pero desde el inicio de la crisis de otoño, con el referéndum reprimido del 1 de octubre, la gran mayoría de países e instituciones conjuntas han apostado por el apoyo incondicional a España al considerar el expediente catalán como asunto interno y no abogar por vías de presión internacionales, sin que esto excluya llamados al diálogo y al enfriamiento de las pasiones (contra los métodos represivos que cuestionen la imagen democrática del conjunto de la Unión Europea). En todo caso, una vez quedó clara que la proclamación unilateral de independencia no fue más que un acto fallido sin reales y masivos intentos de desobediencia, ocupación de aduanas y edificios públicos, insubordinación fiscal  o enfrentamientos a gran escala, el tema catalán quedó en un segundo (o tercer) plano de la agenda comunitaria, reducida a los clásicos enfrentamientos simbólicos entre valones y flamencos en Bélgica que, pese a su virulencia discursiva, no ponen en cuestión el orden político e institucional de los países miembros de la UE:

 

Oleada paranoica

En la votación del referéndum se dijo que Rusia había interferido en la votación, ¿es probable que también en esta ocasión lo haya hecho?

Las fantasías conspirativas que algunos medios realmente desacreditados como El País hicieron correr sobre una presunta intervención rusa en Cataluña son refritos ridículos de la oleada paranoica que la gran prensa estadounidense (y sus fuentes de la CIA, el FBI y el Departamento de Estado) lleva promoviendo desde la victoria de Donald Trump en 2016. Nadie se tomó muy en serio las opiniones de supuestos expertos sobre los retuits que mucha gente dio a artículos de RT. Ni la zona nordeste de la península ibérica forma parte de los intereses geopolíticos de Rusia ni existen grupos o corrientes de opinión favorables a las políticas del Kremlin. Intentar montarse en la atmósfera conspiracionista de esta segunda guerra fría solo demuestra la escasa imaginación de algunos medios y especialistas que han convertido la información en una grosera espiral de propaganda sin atisbo, siquiera, de verosimilitud.