La vida me ha permitido hacer modestos homenajes en vida a creadores que han ido dejando de tener presencia en los medios inmediatos, pero no así en la historia de la cultura mexicana, y este es el caso del maestro David Antón quien falleció el pasado 28 de diciembre de 2017 por causas naturales, dejando un legado de gran importancia en la historia del teatro mexicano, de los escenarios, será mejor puntualizar, pues no sólo en el teatro, sino en la danza y la ópera, David Antón realizó creaciones excepcionales que tendieron a evolucionar los lenguajes del arte escenográfico y, con ello, de todo cuanto concierne a la creación escénica. Más de medio siglo de labor incesante es la que David Antón conjuntó en su vida, trabajando para infinidad de directores, dramaturgos y actores, pues también fue diseñador de vestuario e iluminación. Mucho de su acervo se encuentra registrado en el libro En los andamios del teatro (Escenología, 2013) que tuve el privilegio de que el gran escenógrafo me obsequiara, dedicado de su puño y letra, en una comida en casa de la escritora Nedda G. de Anhalt, una de sus más queridas amigas y por quien tuve la oportunidad de volver a trabar contacto con el artista a quien conocí allá a principio de los años ochenta, gracias a mi amistad con Luis G. Basurto, Enrique Alonso Cachirulo, Hugo Argüelles y José Antonio Alcaraz, de quienes Antón fue amigo y a quienes les unió el amor y la pasión por la creación escénica.

Antón siempre fue un creador respetado y admirado, pero sobre todo muy requerido por los empresarios y productores teatrales que sobre todo en el teatro comercial le encargaban los decorados, escenografías y vestuarios sabiendo que el solo nombre de David Antón revestía de garantía estética a las puestas en escena. Antón era una estrella reconocida por los grandes públicos y así, tuvo una época en que no cesó de montar escenografía tras escenografía, desde los años cincuenta hasta el 2013 convirtiéndose por ello en un creador incomparable, pero también polémico. Incomparable porque logró encontrar un estilo propio que, cuando acertaba, lograba verdaderas obras maestras escenográficas. Pero, y por eso digo “cuando acertaba”, en un momento dado la demanda de trabajo lo superaba tanto que lo polémico le venía justamente de, siendo tan gran escenógrafo, de pronto salir con escenarios baladíes, hechos como para salir del paso. Por ello mismo, en sus ácidas crónicas, muchas veces José Antonio Alcaraz llegó a decir que tal o cual escenografía de Antón era como un aparador de Viana y compañía o de Hermanos Vázquez o cualquier tienda de muebles. Esto mismo llegué a secundarlo yo mismo en no pocas de mis críticas. Por ello, cuando a finales de 2016 lo vi entre el público que asistió a la presentación del libro Mis amores en la sala oscura de Nedda G. de Anhalt publicado por Editorial Ariadna, sentí de manera íntima la necesidad de homenajear la presencia viva de David Antón quien, ya con 92 años de edad, estaba presenciando la presentación del libro de Nedda G. de Anhalt con una humildad que me desarmó. ¿Cómo un hombre que era la historia misma del teatro mexicano, que injustamente nunca había sido reconocido con el Premio Nacional de Artes que otorga año con año el Estado mexicano, que había sobrevivido a tantas y tantas décadas de movimientos teatrales, de creadores escénicos, que había sido protagonista y testigo de los andares y avatares de nuestra escena nacional; cómo un hombre como David Antón, estaba sentado entre el público y no recibía ni un solo aplauso? No pude sino, en el momento indicado, presentarlo como tal, como una gloria viviente del teatro en México, como un creador y un icono que nos iluminaba con su sola presencia. Qué bueno que lo hice. Días después volvimos a coincidir en casa de Nedda y fue donde me obsequió su libro (8 de diciembre de 2016) En los andamios del teatro y en cuya Presentación el editor Édgar Ceballos anota: “Ha guiado el trabajo de David ese modesto principio suyo de que el escenógrafo debe estar al servicio del director y de la obra, y el hecho de que nunca haya pretendido invertir los papeles. Tal vez, además de su talento, sea ésta una de las razones de su gran éxito y de que nadie haya hecho tantas escenografías como él…”. En este libro aparecen los bocetos y diseños creados por Antón a partir de 1952 con Volpone de Ben Jonson, hasta sus escenografías para Panorama desde el puente de Arthur Miller dirigida por José Solé en 2012 y la ópera Turandot en el Palacio de Bellas Artes (2013). Suma de 61 años de trabajo ininterrumpido del cual al menos en treinta años pude presenciar muchas de las escenografías en el libro expuestas como la ópera La mulata de Córdoba de José Pablo Moncayo, libreto de Xavier Villaurrutia, dirección escénica de José Antonio Alcaraz, Salomé de Oscar Wilde, dirigida por Luis G. Basurto, Isabel de Inglaterra de Ferdinand Brükner dirigida por José Luis Ibáñez, Amadeus de Peter Shaffer, dirigida por Manolo Fábregas, La jaula de las locas (en su primera versión mexicana de 1992) dirigida por José Luis Ibáñez, El eclipse de Carlos Olmos, dirigida por Xavier Rojas, Alerta en misa de Davis, con Enrique Álvarez Félix, dirigida por Ibáñez y Chin Chun Chan y Las musas del país célebre montaje de Enrique Alonso Cachirulo en el Teatro Julio Castillo… Y sin que aparezca en el libro, recuerdo la fastuosa escenografía para El candidato de Dios de Luis G. Basurto, y deploro aún no haber nacido o haber sido muy niño como para ver las puestas de Lucrecia Borgia de Alexandro Jodorowsky, La mandrágora de Maquiavelo dirigida por Seki Sano (por la que recibió el elogio de Diego Rivera), Olor de santidad de Basurto dirigida por Fernando Wagner, La prostituta respetuosa de Jean Paul Sartre, actuada por Lola Bravo o El luto embellece a Electra de Eugene O’Neill dirigida por Dimitrios Sarrás… ¡por sólo mencionar algunas! Importante es recordar que en su paso por el cine, en 1981 Antón obtuvo el Ariel por el diseño de arte de la película Rastro de muerte de Arturo Ripstein.

 

Todavía el 19 de agosto de 2017 nos reencontramos con David Antón en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica celebrando la segunda presentación de Mis amores en la sala oscura, ahora en el marco de la Feria Internacional del Libro Judío, Catalina Miranda, la editora, Nedda G. de Anhalt y quien redacta. Volví a dar reconocimiento público a David Antón: “Se encuentra aquí entre nosotros, un hombre que es un icono viviente del teatro mexicano, en quien recae con honores gran parte de la historia de la escena nacional de la segunda mitad del siglo XX y del presente, y sin cuyo legado no podría hablarse del teatro moderno en México, el maestro David Antón”.

A su muerte, escritores como Iván Restrepo y Ernesto Reséndiz Oikión dieron la noticia de su deceso. “La presencia invisible, discreta, de David Antón, me recuerda la figura del pintor Agustín Lazo, otro escenógrafo notable […] Los amigos de David Antón coinciden: era un caballero. ‘Un caballero sin tacha’ […] El mejor anfitrión de un mundo que también se derrumbó con el terremoto de este año”, escribió Reséndiz Oikión en su cuenta de facebook, el 31 de diciembre.

Con la muerte de David Antón se cierra un ciclo determinante en el teatro mexicano contemporáneo en cuyo seno la obra culminante de este gran artista plástico y creador teatral fue esencial.

A David Antón le sobrevive su pareja, el gran escritor colombiano Fernando Vallejo a quien conoció en 1971. ¡Descanse en paz, el gran escenógrafo mexicano David Antón!