La teoría literaria mexicana es determinante: después de la novela La región más transparente, de Carlos Fuentes, ningún libro ha vuelto a lograr abarcar toda la Ciudad de México. La teoría también nos explica que no es cuestión de que el talento narrativo en nuestra urbe sea escaso, sino que a la ciudad que el autor de Aura captura en su obra todavía es posible delimitarla; después de esos años se vuelve por completo una explosión incongruente e incompatible; una mezcolanza surrealista de contrastes en que coexisten universos polares, con sus respectivos habitantes, como Polanco y Tepito, Santa Fe y Xochimilco, la Condesa e Iztapalapa.

¿Será, pues, posible encapsular en un libro todas estás escenas de caos multiforme? Esa es la apuesta de Javier Sáez Castán, escritor y dibujante que a través de imágenes intentará ser el sucesor de Fuentes en cuanto a poseer la Ciudad de México entre las manos, a través de El Chilangoscopio.

Inspirado en la obra Manuel Álvarez Bravo, Octavio Paz y El Aleph de Borges y, sobretodo, por el amor a la Ciudad de México, el artista creó un volumen que, de la mano de Ediciones Tecolote, recopila en cinco secciones la esencia de la gran metrópoli mexica desde la perspectiva de la historia, el pensamiento prehispánico, el arte popular, los personajes celebres y el arte. Todo ello ajeno a los paradigmas del espacio y el tiempo.

“Yo lo que hago es que voy construyendo un aparato en forma de libro para ver la Ciudad no sólo como se ve a diario, sino en todos los sucesivos momentos de la historia y a través de las ficciones”, dice Saéz al diario Reforma, quien logra en sus páginas un encuentro entre José Emilio Pacheco y Nezahualcóyotl, el paseo de un ajolote por el Periférico y un curiosos análisis sobre el estereotipo de la rara subespecie del “godín”.

Javier Sáez Castán agrega que, en conjunto, la obra sintetiza las vivencias en la ciudad como una especie de proceso cíclico:

“Quería marcar esa alternancia del parpadeo, de una especie de creación de la ciudad como un cosmos. Nos hace pensar en nuestro día a día como una especie de creación que se alterna con una destrucción cotidiana: todos los días volvemos a empezar”.

Con un estilo que expresa su admiración por José Guadalupe Posada y Manuel Manilla, esta obra nos invita a sumergirnos y redescubrir nuestra ciudad a través de una mirada amena y cariñosa, no por eso menos masoquista, como la de Sáez Castán.