Un año de gobierno de Donald Trump habrá trascurrido cuando el lector de Siempre! tenga en sus manos este número. Para México y los mexicanos la cosa ha sido peor que la pesadilla que desde la campaña electoral veíamos venir. Y para el resto del mundo y una buena parte del pueblo norteamericano la situación no ha sido mejor.

Al inicio cuando se realizó a las orillas del Potomac la asunción al poder, mostro varias de las facetas del nuevo presidente, se molestó por el aplomo y prestancia de Obama, le falto caballerosidad con su esposa, hemos venido a saber después que habían discutido previamente y ante los comentarios de baja asistencia al evento, reviró por Twiter que no era cierto, que al contrario, que era la ceremonia mas concurrida de la historia. Lo cual refutaron y probaron lo contrario los medios de comunicación con material gráfico. En conclusión, miente o se engaña a sí mismo y resulta emocionalmente inestable.

Este espacio resultaría insuficiente para realizar un recuento de las mentiras proferidas, que son ya centenares y que los medios le llevan la cuenta. Entre sus errores, sin agotarlos, se cuentan: la selección de su gabinete y el staff de la Casa Blanca, fue equívoco y marcado por el nepotismo. Se produjeron varios relevos en áreas sensibles como Seguridad Nacional, despidió a los titulares del FBI y la CIA y, por si hiciera falta, riñó con la comunidad de Inteligencia.

En el plano internacional se generó un clima adverso en la ONU y otros organismos internacionales, peleó con los aliados tradicionales de la diplomacia norteamericana, se retiró de acuerdos como el referido al cambio climático, aduciendo verdaderas tonterías, como decir que es una mentira china. Lejos de acrecentar el poderío y la influencia norteamericana en ese gran juego de ajedrez que es la geopolítica mundial, hoy solo faltan pocas jugadas para que lo pongan en jaque.

El presidente Trump se mostró como niño berrinchudo y en competencia de sandeces con el dictador norcoreano, amenazándose mutuamente con recurrir a las armas nucleares. Lo anterior sería risible, o un caso de estudio para psiquiatría, si no fuera un peligro real y verdadero para la existencia de la humanidad.

El explosivo conflicto de Oriente Medio, que en las últimas décadas había sido reconducido por canales de diálogo y negociación por sucesivos presidentes norteamericanos, los echó por la borda, violando de paso resoluciones de la Asamblea General de la ONU, al reconocer a Jerusalén como capital de Israel, lo cual lo enemistó con la mayoría de los países árabes.  En fin, sería interminable el recuento de errores de política exterior.

En cuanto a México, mantuvo todo este año una retórica agresiva amenazante, y con sus declaraciones y amagos, varias veces la volatilidad de los mercados de capital originó devaluaciones del peso mexicano frente al dólar; sus reiteradas amenazas de salir del TLC también generaron repatriación de capitales, disminución de la inversión y retiro de fábricas de ensamblaje del ramo automotriz, lo que afecto la economía.

En las ultimas semanas se han agudizado sus problemas legales y pese a algunos éxitos en su negociación presupuestal y de reforma fiscal con el Poder Legislativo, sigue conflictuado con este y con el Poder Judicial. Sus ultimas declaraciones racistas lo tienen inmerso en una vorágine cuestionadora con la totalidad de los países africanos, y con Haití y El Salvador. Y sobre todo pierde apoyo entre los estadounidenses, aunque sería necio no reconocer que mantiene un apoyo importante. Lo bueno es que transcurrió una cuarta parte de su mandato y sabemos que no representa a ese gran pueblo democrático que es Estados Unidos.