Las manos que se alzaron en el Congreso para aprobar reformas estructurales como la energética ahora rehúyen su paternidad en los incontenibles gasolinazos que han terminado por aniquilar el poder adquisitivo de millones de trabajadores al disxwparar la inflación por encima de los pronósticos oficiales.

Son tiempos de elección presidencial los que se viven en el país, y políticos de todos los partidos responsables de los engendros sexenales que tienen pasmada nuestra economía evaden tocar un tema que tiene francamente enardecida y decepcionada a una sociedad a la que se le prometió un escenario diametralmente opuesto;  con los precios de los combustibles y la electricidad a la baja y niveles de crecimiento de hasta un 5.3 por ciento.

Unos a otros se lanzan la papa caliente, a través de una descarnada lucha en las redes sociales y en los onerosos spots de radio y televisión,  cuando  saben a la perfección que agrupados en el Pacto por México, al arranque del actual gobierno, definieron la ruta que no condujo a la prosperidad nacional y la creación de millones de empleos estables y bien remunerados, sino al fracaso: el Coneval reporta que por el aumento a la inflación del último año  de 6.77 por ciento, 50 millones 880 mil personas no pueden adquirir la canasta básica.

El maltrecho bolsillo de los ciudadanos aún no se repone del gasolinazo de enero de 2017, cuando los combustibles se incrementaron de golpe en 20 por ciento, y  en 12 meses, de manera paulatina, los incrementos a las gasolinas y el diésel suman otro 13.3 por ciento e impactaron en servicios básicos como el transporte público y de carga, encareciendo los productos de primera necesidad.

En el concluido periodo de las precampañas, la nación vio desfilar a una clase política que ha puesto el futuro de millones de habitantes en manos de tramposos publicistas que, como ya es costumbre cada seis años, venden a los candidatos a cargos de elección popular, desde presidente de la república hasta alcaldes, como los hacedores de milagros.

Son los mismos que aprobaron las reformas sin tomar parecer a nadie,  al cerrar la puerta al diálogo y debate, de cara a la nación, y que ahora buscan sorprender al electorado solicitando su voto. Por tales razones, debemos preguntarles:

¿Dónde quedaron las expectativas de crecer en 2015 en 4.7 por ciento; en 2016 en 4.9 por ciento; en 5.2 por ciento en 2017, y 5.3 por ciento en este 2018? ¿Qué fue del exultante optimismo de bajar los precios de la luz, el gas doméstico, las gasolinas y el diésel?

Resulta ya imposible que esta entelequia oficial se traduzca en inversión productiva, en generación de empleos de calidad y en crecimiento económico. Ningún mexicano en su sano juicio da crédito a tales patrañas cuando mes con mes ve incrementarse los precios de los combustibles en las bombas de las gasolineras, en sus recibos de luz y gas.

Y aunque los firmantes del Pacto por México, e impulsores de las reformas,  se disfracen y cambien de partido o se unan en aberrantes coaliciones, los ciudadanos saben quiénes son y se aproxima el momento de cobrarles en las urnas su traición al pueblo entero y a la nación.