La violencia verbal no es inofensiva, pues de la violencia verbal se pasa fácilmente a la violencia física.

Octavio Paz

En los últimos días, los voceros y dirigentes de las tres coaliciones que se disputan la Presidencia de la República han emprendido una guerra de descalificaciones y acusaciones que no ha dejado siquiera discutir las propuestas.

Los voceros y los dirigentes eluden una verdadera discusión de los temas, o de propuestas, por estar demasiado ocupados en señalarnos a los ciudadanos que sus adversarios o son corruptos o incompetentes.

No debiera sorprendernos esta virulencia, cuando durante los pasados cuatro años los partidos políticos y sus dirigentes se han ocupado de sembrar la desconfianza y el rencor.

Y, otra vez, como hace un cuarto de siglo, las narrativas parecen ser sembrar el encono y la violencia verbal, con una displicencia que escandaliza por su irresponsabilidad.

Al respecto hay una anécdota de un personaje de una dinastía que presume ser militante de izquierda. En una cena hizo duros diagnósticos de la situación de nuestra república y concluyó que habría que tomar las armas, para cambiarla.

Uno de los comensales, socarrón, le dijo que le parecía bien, se dijo dispuesto a seguir al personaje y tomar las armas. La respuesta exhibió al personaje de izquierda.

Aclaró que él no tomaría personalmente un fusil. “Alguien tiene que dirigir el movimiento”, explicó.

Así se comportan todos los que utilizan la violencia verbal en las campañas políticas, se mantienen al margen, dejan que quienes son envenenados por el rencor actúen con violencia. Y, claro siempre se racionalizarán las causas de esa violencia, para así justificarlas.

Lamentablemente, hay algunos fieles al candidato de Morena que, irresponsablemente, echan a correr en las redes sociales los exabruptos como ese de que: “si no gana López Obrador, habrá fregadazos”. Por supuesto que el candidato alega que su lucha es pacífica, pero no descalifica a quienes difunden esos mensajes de rencor.

La virulencia de los discursos de campaña, las descalificaciones, la burla de los adversarios, las respuestas ingeniosas, al final del día, son ofensivas y son como gasolina para la violencia verbal.

Tal parece que nuestros políticos no aprenden de la historia. Ya olvidaron que la frase del epígrafe de estas líneas la pronunció Octavio Paz en 1994, un año de tanta violencia verbal en la política que tuvo como consecuencia el asesinato de un candidato presidencial y de uno de los políticos más prominentes de la época.

No aprendemos que alguien advirtió que los que no aprenden de la historia corren el riesgo de repetirla. ¿Eso queremos?

jfonseca@cafepolítico.com