Víctor Hermosillo y Celada

 Esta campaña que quiere vender a un PRI diferente nominando a José Antonio Meade, es el último recurso que tiene el partido para ser competitivo. Sigue en caída libre, consecuencia de los bajos niveles de aprobación de Peña Nieto del 25% y de la percepción negativa sobre el partido, 2 de cada 3 dicen que nunca votarían por el PRI. Por eso quedó fuera Osorio Chong, porque con él seguirían cargando con la imagen de inseguridad y de corrupción.

Definitivamente el PRI rompió con la vieja tradición y tanto que tuvieron que cambiar los estatutos para ello. Quizá el caso más parecido sea el de Ernesto Zedillo que entró como bateador emergente, provocando una sacudida en su partido pues no se alineó a la lógica que imponía el régimen durante el siglo XX. Sin embargo, entre Meade y Zedillo hay una gran diferencia: la militancia, que en el caso del PRI es clave para generar simpatías, sobre todo si el candidato no prende.

Resulta muy claro al día de hoy que el perfil de buen funcionario no le es útil a la hora de lidiar con las bases y los rituales del PRI, no le es útil para conectar con las personas que esperan bajo el sol su llegada y mucho menos con los usuarios de redes sociales. Esto no pudo haber sido parte  del cálculo de Peña Nieto y Luis Videgaray, colocar a un candidato que a dos meses de iniciar la campaña este en un lejano tercer lugar a 10 y 16 puntos porcentuales de los punteros.

El PRI leyó mal el proceso electoral 2018, no supo interpretar lo que demanda la ciudadanía y se fue con lo más obvio: imponer un candidato que se alejara de ellos, de la corrupción, ineficiencia, crisis económica e inseguridad que representa el partido del nacionalismo revolucionario.

A José Antonio Meade lo venden como un hombre preparado con dos carreras y un doctorado – Ricardo Anaya también tiene dos carreras y un doctorado – y un hombre de Estado al haber participado en dos gobiernos con diferentes partidos, lo que no necesariamente es bueno porque se podría considerar como un “chapulín”.

¿Es suficiente ser buen funcionario y llevarse bien con calderonistas y peñanietistas para ser presidente de México?

Por supuesto que no, ya que si fuese por méritos académicos muchos mexicanos con gran trayectoria y reconocimiento en México y en el extranjero estarían en la nominación, curiosamente ellos no han dicho sí cuando se les ha ofrecido una candidatura, como es el caso del Dr. Juan Ramón de la Fuente.

Para los que tratan de vender como un mérito haber participado en dos gobiernos, olvidan hombres como Manuel Bartlett, secretario de Gobernación con Miguel de la Madrid y de Educación con Carlos Salinas, marcado por el “error del sistema” durante la elección de 1988, y por otro lado, Plutarco Elías Calles que después de ser Presidente fue Secretario de Hacienda, de Guerra y de Educación en los tres gobiernos subsecuentes, fundador del PNR (PRI) e instaurador del partido fuerte autoritario.

¿El PRI va a volcarse en apoyo a su candidato? Claro que no, Meade no es uno de los suyos y se le exigirá ganar o ganar, no habrá misericordia interna ante esta situación atípica, por lo que la famosa disciplina priista está en juego. ¿Quién cree en ese mito, cuando muchos de sus militantes brincan a otros partidos para ganar posiciones?

¿Esto es lo que necesita México?

México necesita un líder que combata decididamente y sin compromisos la corrupción, por eso la figura de Ricardo Anaya es cada vez más atractiva. La sociedad no votará por el último recurso de un partido denostado que se alió a un funcionario bien visto hasta ese momento, ya que después de este proceso electoral habrá quedado mal con tirios y troyanos al no conseguir la victoria; no hizo match con el PRI, parece que son agua y aceite.  

*SENADOR DE LA REPÚBLICA POR BAJA CALIFORNIA

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