Paulismo, Interseccionismo o Sensacionismo son algunos de los términos acuñados por el poeta Fernando Pessoa (1888-1935), que a partir de hoy se desarrollan como hilo conductor de la exposición “Pessoa. Todo arte es una forma de literatura”, en el Museo Reina Sofía, mostrando de esa manera los diversos textos que vertebraron la especificidad de la modernidad portuguesa.

Aquellos movimientos literarios –según lo define la exposición- nacieron en medio de un país empobrecido, sin prestigio y desmoralizado que Pessoa se empecinó en abrir a la modernidad mirándose en el espejo de las vanguardias parisinas que recorrían Europa, encarnadas en el cubismo, el futurismo y el orsismo. Pero mirando sólo en el espejo de esas vanguardias y en ningún caso copiando sus manifiestos o sus atributos estéticos, sino dándose a la tarea de construir sus propios lenguajes aprovechando precisamente la libertad creativa que trajeron las vanguardias al arte.

“Pessoa asume su condición periférica y en un momento de decadencia para el país, que había dejado atrás su pasado colonial e imperial, le brinda la posibilidad de un renacimiento cultural a través de nuevos lenguajes artísticos”, señaló João Fernandes, comisario de la muestra, que pretende descubrir al público la vigorosa escena vanguardista portuguesa que se desarrolló la primera mitad del siglo XX y en la que el poeta intervino activamente a través de sus escritos y de sus versátiles propuestas artísticas.

La muestra que tiene como título una cita del poeta a través de uno de sus múltiples heterónimos, Álvaro de Campos, reúne más de 160 obras de arte (pintura, dibujos y fotografía) de unos 20 artistas como José de Almada Negreiros, Amadeo de Souza-Cardoso, Eduardo Viana, Sarah Alfonso, Júlio o Sonia y Robert Delaunay, por citar algunos, así como abundante documentación original (manifiestos, libros y revistas, correspondencia, etc.), todo ello procedente de diversas colecciones privadas e instituciones como la Fundación Calouste Gulbenkian- que presta 56 obras-, la Biblioteca Nacional de Portugal o el Centre Georges Pompidou, entre otras.

De igual manera, narra con este amplio conjunto, cómo Pessoa y los artistas visuales coterráneos de aquella época, al contrario de lo que ocurrió en otros contextos periféricos, nunca fueron miméticos seguidores de las innovaciones surgidas en los centros neurálgicos como París, capital de los nuevos lenguajes artísticos desde el siglo XIX.

La primera sala que acoge al visitante está dedicada a sus más de cien heterónimos, autores ficticios creados por él y a quienes dio vida propia, como Alberto Caeiro, Ricardo Reis, el citado Álvaro de Campos o Bernardo Soares.

Una serie de aguafuertes de Souza-Cardoso ilustran la segunda sala, en donde se muestra la participación de Portugal en la Primera Guerra Mundial, junto a una colección de caricaturas de la época de Manuel Laranjeira, Almada Negreiros o Américo Amarelhe que ponen el contrapunto satírico.

La tercera sala aborda el paulismo, que Pessoa define como “el culto insincero de la artificialidad”. Aquí se incluye el tríptico de la vida de António Carneiro, de herencia simbolista, una de las obras más tempranas incluidas en la exposición y varias acuarelas de Teixeira de Pascoaes.

Bajo la denominación interseccionismo –cuarta sala- se reúnen obras ya más plenamente ligadas a los lenguajes de vanguardia, que tienen en común la superposición de planos, a medio camino entre el futurismo y el cubismo.

El quinto núcleo, aborda en dos salas contiguas el Sensacionismo, el proyecto más sobresaliente del cuerpo teórico estético-filosófico de Pessoa, quién escribió “la base de todo arte es la sensación”.

Finalmente, la última parte de la exposición, llamada Modernidad, introduce el período de la segunda modernidad portuguesa. Su ideario fue difundido en Revista Portuguesa (1923), así como en las publicaciones Athena (1924-1925) y, sobre todo, Presença (1927-1940).

“Pessoa no es exactamente un vanguardista. Entiende que hay nuevos lenguajes pero crea sus propios modelos que se alejan de las vanguardias de su tiempo. Defiende los suyos como más amplios y señala que sirven mejor para entender la vida contemporánea”, explicó João Fernandes.