Vicente Ramos González

En la entrega anterior hablé de la parte enaltecedora de la juventud en México. Mencioné el caso de un grupo de jóvenes ingenieros de la Universidad Nacional Autónoma de México que diseñaron un robot para limpiar cisternas y que su invento ha recibido premios internacionales en materia de sustentabilidad. Sin embargo, no todo son buenas noticias relacionadas con nuestros jóvenes. Un alto porcentaje de nuestra población de hombres y mujeres jóvenes está relegada de los avances que otros sectores registran en la nación.

Como sociedad debemos aceptar que tenemos una deuda muy grande con la juventud mexicana. Este importante sector presenta un rezago considerable principalmente en dos aspectos fundamentales para su desarrollo: el educativo y el laboral. Si observamos que los jóvenes conforman por lo menos una tercera parte del total de la población del país, nos daremos cuenta que es un potencial que podría significar una fuerza productiva con beneficios económicos en todos los niveles, y que estamos desperdiciando.

Según estadísticas recientes, hay más de diez millones de jóvenes en rezago educativo. Son casi exactamente la mitad de quienes son mayores de 20 y menores de 30 años de edad. Aunque ha habido avances en educación primaria y secundaria, es en el siguiente nivel, en el de la educación media, en donde las prepas y demás sistemas de bachillerato tienen obstáculos para el acceso de estudiantes; y no se diga en la educación superior.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía, con cifras de 2015, indica que más de 4 millones de jóvenes mayores de 15 años y menores de 20 ya no asisten a la escuela, lo que representa la cuarta parte de ese grupo de edad. Ya no continúan su preparación en el nivel medio superior, lo que significa un alto costo humano y social para México.

Según el informe Panorama de la Educación 2017, sólo dos de cada diez adultos mexicanos han tenido acceso a estudiar una carrera universitaria, por lo que nuestro país tiene el promedio más bajo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, quien también señala a nuestra nación como una de las que tiene mayor cantidad de jóvenes que ni estudian ni trabajan.

El campo laboral también se vuelve desolador para los jóvenes, tanto hombres como mujeres. De acuerdo también con cifras del Inegi correspondientes al segundo semestre del año pasado, de los 21.5 millones de jóvenes entre los 15 y 24 años, su inserción al mercado laboral no ha sido fácil, ya que se les considera, en alguno casos, población sub ocupada, situación que tiene que ver con su nivel de escolaridad. La misma institución señala que en México las tasas más altas de ocupación las tienen aquellos que presentan secundaria completa, que es el 35 por ciento; le siguen los que tienen educación media superior, que es el 25 por ciento de los jóvenes.

Por su parte, el Observatorio Laboral en su Resumen Ejecutivo Anual, 2013-2014, indica que tenemos una parte importante de la población joven que no trabaja ni estudia. En el segundo semestre de 2014 había 7 millones 239 mil 597 jóvenes en esa condición. Para ellos la situación se complica, pues a medida que se tienen más estudios, las tasas de ocupación son más altas. Según Inegi, con primaria, la ocupación es de 18.8 por ciento; con secundaria, del 34 por ciento y con preparatoria y universidad, de 35 por ciento. Resalta el dato, también  dado por este organismo, de que 20 por ciento de los profesionistas hoy en día se ocupan en actividades no relacionadas con sus estudios.

Todas estas circunstancias adversas en lo educativo y laboral por las que atraviesa un amplio sector de nuestra juventud, les genera pobreza y vulnerabilidad y los enfrenta a riesgos como violencia y adicciones, pero sobre todo los precipita a inmiscuirse en las filas del crimen organizado. Y las estadísticas vuelven a ser demoledoras: tan sólo en la Ciudad de México, seis de diez detenidos por el delito de narcomenudeo son jóvenes de menos de 27 años, inclusive menores de edad.

En lo que va de este 2018, indica el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Hiram Almeida Estrada, se han detenido a 748 sujetos por delitos contra la salud, en modalidad de narcomenudeo, de los cuales 465 corresponden al rango de edad mencionado, es decir, el 62.2 por ciento. De esos jóvenes, 29.4 por ciento (220) tienen de 18 a 22 años; 18.7 por ciento (140) tienen de 23 a 27 años y 14 por ciento (105) son menores de edad. El funcionario mencionó también que en comparación con el año pasado, la problemática fue casi idéntica. Del 1 de enero al 31 de diciembre de 2017, la policía detuvo a 2 165 personas por este mismo delito, de las cuales, 62.7 por ciento eran menores de 27 años.

Ante este desolador panorama, como sociedad debemos reaccionar ante este grito desesperado que a través de las estadísticas da gran parte de la juventud mexicana. Este episodio nos debe hacer reaccionar. Ocultar la realidad no nos conduce a nada. Al contrario, el problema se agiganta. Hay que escuchar con atención las demandas de los jóvenes en lo laboral y lo educativo. Hay que darles voz y tomarlos en cuenta para la construcción del México moderno y plenamente democrático que deseamos.

En los sueños de los jóvenes, en su fuerza, en su actitud solidaria (como quedó demostrado después de los devastadores sismos de septiembre de 2017) y en su capacidad de afrontar los retos, debemos inspirarnos para apuntalar su desarrollo y crecimiento plenos. Así forjaremos nuestra propia esperanza como nación. Hasta la próxima.

Periodista y editor

En la imagen (arriba) del 12 de marzo, tres muertos y dos heridos —todos jóvenes— fue el resultado de una balacera en el barrio de Tepito. Fotografía: Agencia EL UNIVERSAL/Armando Martínez.