El viernes 9 de marzo tuvo lugar la presentación en el Club de Industriales de una obra: México 2018: la responsabilidad del porvenir, reflexión colegiada, bajo la coordinación de tres distinguidos catedráticos: Arturo Oropeza, Pedro Salazar, José Romero, representando al Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y El Colegio de México (disponible en “México 2018. La responsabilidad del porvenir”). La obra consta de 40 ensayos de especialistas de primera línea en los campos de la economía, la política, lo social, lo global y, un tema novedoso olvidado, nuestra identidad nacional. Su título alude a la “responsabilidad” de todos los actores para hacer frente a los grandes retos de este año electoral, conformando una “visión de futuro”. La otra característica, diferente de otras publicaciones similares, es que partiendo de la base de que nuestro país está “sobrediagnosticado”, los ensayos están orientados esencialmente a formular propuestas.

Me parece interesante compartir con mis lectores algunas de las reflexiones que expresaron los comentaristas de la obra, con algunas ideas propias, que al escucharlas, me provocaron. Claudio Lomnitz, catedrático de la Universidad de Columbia, se refirió a una “nación desdibujada”, con una imagen nacional perdida. Lamentable, porque sí llegamos a integrar “un relato nacional”, forjado en nuestra rica historia. Debemos reconstruir esta identidad. Se refirió al ideal de Flores Magón de una “regeneración nacional”, expresada en su influyente revista. Para lograr este fin se necesita la inversión de recursos materiales y financieros. El Porfiriato lo hizo en obras de gran alcance como México a través de los siglos. La Revolución lo llevó a cabo de manera destacada con la pintura mural. Desde entonces no se ha logrado mucho. No se ha invertido. “La ceremonia del Bicentenario fue tan vistosa, como vacía de contenido”.

Pienso que sí ha habido algunos intentos novedosos para recrear esta imagen de país a través de la cultura con proyección mundial. La gran exposición Esplendor de 20 siglos, la efervescencia de exposiciones mexicanas, las de Diego Rivera, Frida Kahlo, de los aztecas y los mayas; recientemente la pintura barroca mexicana en general y la de Cristóbal de Villalpando en el Metropolitan Museum of Art, el nuevo espectacular Museo del Barroco en Puebla, el auge de la gastronomía mexicana. Todavía muy insuficiente.

Los expositores que tocaron el tema económico coincidieron en rechazar que la política económica no puede refugiarse en el continuismo, en el “más de lo mismo”, se requiere un nuevo modelo de desarrollo económico. Raúl Gutiérrez Muguerza, presidente del IDIC y prominente industrial del acero, uno de los sectores más vulnerables frente a los amagos de Trump, destacó la necesidad de un proyecto nacional de largo plazo, que debe aprovechar no solo el mercado externo, sino el mercado interno. Para ello, se refirió a la necesidad de contar con una política industrial moderna.

Carlos Puig acertadamente comentó que la política industrial es una palabra “vetada” en los pizarrones del ITAM y en la Secretaría de Economía. Tenemos una economía estancada y “nos hemos vuelto expertos en contar tragedias”. Se refirió a que la gran recesión de 2008, para nuestros economistas neoliberales, “no tuvo consecuencias, no pasó nada”. Nadie asumió su responsabilidad. Señaló que no pueden quedar “impunes” intelectualmente los que generaron un modelo fracasado. A su juicio debemos encontrar la forma de comunicar las ideas nuevas y convertirlas en acciones, para no seguir abonando a la tragedia.

José Romero, de El Colmex, argumentó que tenemos un crecimiento mediocre, que nos ubica en el lugar 64 de 105 países. Reiteró su pensamiento, que adoptando las estrategias de los países económicamente más exitosos, que son los del sudeste de Asia, necesitamos un Estado desarrollador, que nos permita alcanzar a los países más avanzados. Para ello, debemos aprovechar un sentimiento nacionalista moderno, que sirva como incitación, que dispare colectivamente esta estrategia, que privilegie el crecimiento y nos saque de este rezago. Él se centró en algunos aspectos del Estado desarrollista, como la planificación eficaz. También destacó la importancia que ha tenido en estos países una “burocracia estatal meritocrática”. Desafortunadamente en América Latina ha prevalecido una “burocracia designada”, inestable, con incentivos perversos, que actúa no por formación y méritos, sino por el gusto de quién nombra y puede promover o correr.

Cuauhtémoc Cárdenas planteó que debía hacerse una revisión cuidadosa, una especie de “alto en el camino”, para examinar las consecuencias de la reforma energética aplicada.

Pedro Salazar hizo una brillante caracterización del lamentable estado de nuestra democracia, frente a los retos de una elección inédita por su alcance y su profundidad. Se refirió, de manera especial, a las grandes transformaciones que ha sufrido nuestro sistema presidencial. Su reflexión se inicia a partir de la concepción de don Venustiano Carranza, de un presidencialismo fuerte que debía prevalecer sobre los otros poderes. Continuó con el análisis clásico de Jorge Carpizo de los poderes “metaconstitucionales” del presidente. Analizó cómo cada uno han sido eliminados o acotados en la realidad: el partido hegemónico, sustituido por una pluralidad de partidos en competencia; la capacidad de designar o remover gobernadores; ahora, como cambio fundamental, el nuevo régimen de la Ciudad de México; el control del Legislativo y la Suprema Corte, muy disminuido; el dominio sobre los medios de comunicación, ya muy debilitado; el manejo absoluto de la política monetaria, frente a un Banco de México autónomo. Para conformar un nuevo sistema, existen ahora varios organismos constitucionales autónomos: la Comisión de Derechos Humanos, INEl, INEGI, INAI, Comisión Federal de Competencia, Cofetel, Coneval, Fiscalía General acéfala, entre otros. A su juicio, el próximo presidente será el más acotado de nuestra historia. ¿Ello qué significa?, me planteo yo. En términos de gobernabilidad con un presidente electo que puede no tener la legitimidad que le da alcanzar una mayoría absoluta y el no tener el control mayoritario del Congreso. Se presentan retos inéditos para un sistema democrático ya disfuncional.

A Arturo Oropeza le correspondió la tarea de coordinar esta magna obra. Tiene el mérito que previamente coordinó una obra de la misma envergadura y título en 2012 y 2016. Como se comentó, esto permite evaluar los pocos cambios y las constantes más numerosas en el periodo transcurrido. Indicó que “en México el siglo XXI no se ha iniciado, estamos anclados en el pasado”. “El falso optimismo retrasa las soluciones”. Ha insistido mucho en apreciar que las ruedas de la historia se están rápidamente desplazando de Estados Unidos y Europa hacia Asia y el Pacífico. Nosotros no parecemos percatarnos de este cambio y actuar en consecuencia, a través de nuestra política exterior, capturada por la gran dependencia de los caprichos del señor Trump.

La obra presentada “es un esfuerzo por introducir en esta campaña el rescate de las ideas y las políticas”, a través del debate, y que no solo se trate de una lucha descarnada por el poder

Exembajador de México en Canadá

@suarezdavila