Tras el debate del pasado 22 de abril queda claro que a nuestra democracia le falta mucho camino por recorrer para alcanzar su mayoría de edad; a pesar de la alharaca de los medios apenas un 15 por ciento de los 89 millones de  mexicanos inscritos en el padrón electoral vieron el debate por televisión y un 7 por ciento utilizó las redes sociales para enterarse de lo planteado por los aspirantes a la Presidencia de la República, según sondeos manejados por el Instituto Nacional Electoral (INE).

La falta de información y la apertura parcial de todos los canales masivos disponibles para llevar un evento de tal importancia a todos los votantes, les impiden conocer de las propuestas de los candidatos y sus partidos antes emitir su sufragio.

Es hora de cambiar de paradigma para que el INE y los partidos políticos establezcan un acuerdo con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, las cámaras de Radio y Televisión, y la Comisión Federal de Telecomunicaciones, para que de manera obligatoria los medios masivos transmitan en todos sus espacios, y a nivel nacional,  los debates no únicamente en lo relativo a la contienda presidencial sino a otras elecciones como las de gobernadores y representantes de las cámaras de Diputados y Senadores.

En México el índice de abstencionismo sigue siendo alto en buena medida por el hartazgo de la ciudadanía ante una clase política que nunca cumple sus promesas, manteniendo inalterables las condiciones políticas, económicas y sociales vigentes desde más de tres décadas que han acrecentado en todo el territorio la inseguridad, injusticia y  pobreza extrema. Los ciudadanos tienen derecho a enterarse de qué prometen los aspirantes a un cargo de elección para reclamarles el cumplimiento de sus compromisos.

Los electores están en su derecho de exigirles a los que dicen tener la fórmula exacta para acabar con todos los males acumulados en los últimos seis sexenios, un cambio en el modelo económico neoliberal que se ha sostenido por el voto del hambre de las clases depauperadas y el condicionamiento de la entrega de programas asistencialistas que nunca llegan a todos aquellos que los necesitan.

Si de verdad se aspira a una democracia real debe establecerse el uso responsable de los medios masivos para que cumplan con fines sociales específicos,  como lo es la difusión de los debates en épocas de elecciones pues resulta inadmisible que también desde hace décadas se preserve el arquetipo de la manipulación a través de eventos deportivos como el fútbol,  cuyas finales son transmitidas en cadena nacional lo mismo que los torneos mundialistas. Lo que es aprovechado por los políticos para ganar popularidad instalando pantallas gigantes en las plazas públicas.

Vale preguntar: ¿es más importante ver ganar o perder a un determinado equipo o definir el rumbo de la nación? Los mexicanos deben tomar conciencia de ello, por eso debemos estar bien informados.