Luego de una ola de tuits del presidente Donald Trump, las miradas de gran parte del mundo se centraron en cerca de mil 500 centroamericanos que como cada año —desde 2010— avanzaban sin hacer ruido como parte de una caravana conocida como “Vía Crucis del Migrante” que busca denunciar el calvario que se vive en las rutas migratorias.

Al conocer de la existencia de esta caravana, Trump tuiteó: “México tiene el poder absoluto de no permitir que estas grandes caravanas de personas entren a su país” y amenazó con retirarse del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) si México no reforzaba su vigilancia.

Sin embargo, la polémica creció cuando el mandatario anunció la militarización de la frontera con México en tanto no consiguiera el presupuesto para construir el muro. El gobierno mexicano reviró a su homólogo: “Si está frustrado por cuestiones internas, debe dirigir sus acciones hacia los estadunidenses, no a los mexicanos”.

De acuerdo con diversos activistas como Irineo Mújica, de la organización Pueblo sin Frontera, y Marta Sánchez, del Movimiento Migrante Mesoamericano, la intención de la caravana nunca fue inundar la frontera, sino solamente escoltar a los migrantes a la Ciudad de México en donde cada uno decide qué hacer; sin embargo, este año pasará a la historia por dos razones:

“Primero, porque hizo que Donald Trump se acabara de desnudar ante los mexicanos e hizo que el presidente se atreviera a decirle sus verdades. Y segundo, porque nos da la oportunidad, como activistas, de colocar nuestra lucha para que este gobierno no siga haciendo el trabajo sucio a Estados Unidos deteniendo a los migrantes antes de que lleguen a la frontera norte”, destacaron los activistas.

Para Rodolfo Casillas Ramírez, historiador e investigador —en migración, trata de personas, religiones y laicidad— de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), es importante resaltar que a lo largo de los años se han presentado caravanas similares a la de esta ocasión, al igual que la reacción del gobierno de Estados Unidos de convocar a la Guardia Nacional, decisión que ya han tomado presidentes anteriores. “Esas son prácticas comunes, pero lo que en realidad se requiere es una respuesta regional en la que se asuma una responsabilidad compartida y diferenciada”.

“Lo nuevo quizá sea la beligerancia que utiliza el mandatario, que en su caso tampoco es noticia, aunque es claro que lo que intenta es hablarle a su electorado. Al estar presentes las negociaciones del TLCAN, ese tipo de reacciones se convierten en un exabrupto que más que conflictos le da beneficios, sin olvidar que en México también habrá elecciones”.

En cuanto a la organización de la caravana de este año, Casillas Ramírez dice que lo que llama la atención es la participación de nuevos organismos civiles, aunque su fin sigue siendo llamar la atención de las autoridades gubernamentales, así como de organismos sociales y humanitarios para que de manera directa se atienda esta problemática.

Sobre todo cuando la cantidad de secuestros, extorsiones, desapariciones, violaciones no solo a los derechos humanos, sino también físicas a los migrantes sigue siendo materia escasamente vista y mucho menos atendida, “tenemos fallas no solo por la parte del Ejecutivo o de las instancias de defensa de los derechos humanos sino del Poder Judicial. Pese a que la tensión cada vez es menor, la gravedad cada día es mayor”.

Solución

Aunque Casillas Ramírez acepta que para lograr una solución al problema de la migración se tendrían que utilizar procesos más radicales, como un cambio en el modelo económico; señala que en realidad es algo muy difícil de conseguir en el corto plazo, “es muy difícil de lograr sobre todo de manera paulatina, pacífica, sin estridencias. Suena más como un buen deseo, pero en términos prácticos es poco viable en el corto plazo”.

Por ello —dice— es urgente tomar medidas que formen parte de un proceso de modificación, como la creación de una zona económica especial, la cual ha sido alentada por el gobierno actual y que comprende los estados del sureste mexicano así como la frontera de Guatemala y Belice, “es un proyecto que en términos prácticos ya cuenta con normatividad, infraestructura, personal y financiamiento, que son columnas principales para que se pueda echar a andar”.

Por otra parte —reitera—, la migración centroamericana lo que necesita es una respuesta regional, “un acuerdo entre Estados Unidos, México y los tres países del norte de Centroamérica, con el fin de asumir una responsabilidad compartida que debe ser diferenciada, de lo contrario los países de Centroamérica no accederán a comprometerse”.

Explica que actualmente el flujo que pasa por México para ir a Estados Unidos es denominado como migración de paso, que está integrado por diversos flujos, “una parte está buscando mejorar su economía; otros, reunificación familiar; algunos huyen de la violencia en sus países de origen; algunos fueron expulsados, pero quieren regresar; un segmento importante son los que han solicitado refugio, particularmente en México, pero se les ha negado”.

“Existe un flujo mixto con distintos componentes que nos da un volumen mayor. Si los gobiernos, particularmente el de México, desarrollan una política que establezca diferencias entre los componentes de ese flujo mixto, podrán desarrollar propuestas de atención para cada uno de esos grupos”.

El investigador de la Flacso asevera que con esta medida no se va a resolver el problema de fondo de la economía centroamericana, sí ayudará de manera inmediata a reorientar parte del flujo y de esa manera no se convertirá en un problema internacional entre los países centroamericanos, México y Estados Unidos.

“Aunque no es la única solución es una manera de empezar a dar salida al problema. Es muy viable pues simplemente se articulan proyectos, algunos de ellos que ya están en desarrollo. Lo único que se tiene que hacer es ampliar el horizonte y complementar los mercados, por ejemplo, la producción agrícola del sureste mexicano con la del norte centroamericano pueden sumarse para tener una oferta atractiva al mercado internacional”.

 

Responsables, EU y México

Al hablar sobre las condiciones con las que cuenta México para ayudar a los migrantes, el especialista afirma que, pese a lo que se cree, nuestro país sí lo puede hacer ya que no se encuentra en la misma situación que había en el año 2000, cuando se presentaba una solicitud en promedio cada 48 horas.

“Si de manera indiscriminada se le diera refugio a todos los solicitantes, en términos numéricos sería una cantidad muy baja. Estamos hablando de unos 20 mil cuando mucho a lo largo del año que se vuelven nada, en un país de 120 millones de habitantes. Se convierten en una cifra muy manejable, muy fácil de reorientar a algunas zonas del país y poder atenderlas con diversos programas sociales”.

Al asegurar que en muchas ocasiones el gobierno mexicano utiliza los temas migratorios bajo ciertos criterios políticos, Casillas Ramírez recuerda lo que ocurrió el año pasado, cuando pese a que el mayor número de solicitudes recibidas fueron de hondureños, por razones políticas, se les dio refugio a más venezolanos.

“Si nosotros comparamos la situación interna de Honduras con la de Venezuela, es más crítica la de los hondureños. Al analizar el perfil de los solicitantes se ve que la gente de Honduras es de clase baja, mientras que los solicitantes de Venezuela son de clase media; sin embargo, en medio se encontraba la confrontación del gobierno mexicano con el gobierno de Maduro y un diferendo entre las Cancillerías, lo que demuestra que hay un uso discrecional de las leyes, no tanto por la necesidad de las personas que solicitan el refugio”.

Desde un plano internacional, recuerda que la actuación tanto de Estados Unidos como de México hacia los procesos internos de Centroamérica cuenta con pesos muy distintos, “mientras el de Estados Unidos es mayor, el de México es menor, aunque por mucho tiempo y distintas razones, los gobiernos del norte han desarrollado una política comprensiva ante democracias muy débiles que hay en Centroamérica”.

Sin embargo —afirma—,no hay que dejar a un lado que en todo momento Estados Unidos pone por delante sus intereses, “siempre que ayuda, entre comillas, a un país, es una ayuda condicionada, lo cual genera costos sociales y de mayor desequilibrio económico, social, dentro de los países que ayuda. Pero eso no le interesa a Estados Unidos”.

En el caso de México, el especialista considera que se ha hecho una menor inversión en Centroamérica, por el contrario —indica—, lo que ha desarrollado es una política de determinada lejanía, debido a que los gobiernos mexicanos, tanto del PRI como los del PAN, particularmente desde que se firmó el TLC en el 94, siempre demostraron cierta disposición para formar un bloque con Estados Unidos y Canadá y de alguna manera tomar distancia con Centroamérica.

En ese sentido, explica que siempre ha existido cierto alineamiento con Estados Unidos, además de que los países centroamericanos cuando han tenido algún diferendo con México buscan a Washington para que les ayude.

En el plano internacional —afirma—,las tres posiciones son diferentes, lo que dificulta tener acuerdos que sean llevados a la práctica con una intención de ir, en el caso de Centroamérica, “por un lado fortaleciendo las economías que han sido desarrolladas con preferencias a un sector muy tradicional; y por el otro lado, regímenes políticos en donde se utiliza un juego democrático para favorecer a ciertos grupos sociales”.

Rodolfo Casillas.

TLCAN y migrantes

Casillas Ramírez recuerda que la situación de México es muy diferente a la que existía hace 20 años cuando se negoció por primera vez el TLCAN. En ese momento la migración mexicana a Estados Unidos tenía un volumen creciente, por lo que nuestro país prefirió que el tema migratorio no debía formar parte de la negociación, sino que se manejara de manera paralela.

“En cambio, en esta renegociación, las tendencias demográficas hablan de que hay un saldo migratorio cero; es decir, el saldo entre los que se van y los que regresan el resultado es prácticamente cero. Desde ese punto de vista, al gobierno mexicano por eso ya no le preocupa que el tema migratorio forme parte de la agenda de la renegociación”.

Explica que esto se deriva de que actualmente la mayor parte de la migración que transita por México es en mayor escala de centroamericanos, “aunque existe una buena cantidad de asiáticos y africanos; finalmente, como no son sus connacionales, y a México le interesa formar parte del bloque del norte, accede a desarrollar una política determinada con una coordinación conjunta bajo los mismos lineamientos para Centroamérica y el resto del mundo”.

 

Solicitudes de refugio

Del año 2000 al 2016 la región de Centroamérica y México aceptó un total de 17,790 solicitudes de refugio (0.48 por ciento del total mundial y 2,90 por ciento del continental). De ese total, Costa Rica fue el país que aceptó el mayor número de solicitudes: 9,579 (53.84 por ciento de toda la región; 1.56 por ciento del continental; y 0.26 por ciento del mundial).

En tanto que México fue el segundo país que aceptó el mayor número de solicitudes: 6,091 (34.24 por ciento del total en la región; 0.99 por ciento del continental; y 0.16 por ciento del mundial). Para 2017 México recibió un total de 14,596 solicitudes refugio, de las cuales 1,907 (13.06 por ciento) fueron reconocidas o aceptadas.

Los principales países de solicitantes de refugio a México en el último año fueron Honduras y Venezuela con 4,272 solicitudes de hondureños (29.27 por ciento del total) y 4,042 solicitudes de venezolanos (27.69 por ciento del total). Sin embargo, se aceptaron un mayor número de solicitudes de venezolanos, 907 (47.56 por ciento del total).