Rafael G. Vargas Pasaye

Quizás es de los pocos autores que no necesita presentación, el premio Internacional de Novela Alfaguara en el año 2003 lo catapultó a nivel mundial. Xavier Velasco (Ciudad de México) es narrador nato, cronista y camarada. Diablo Guardián es su obra emblemática, pero por ejemplo Luna llena en las rocas es tal vez el libro más cercano a lo que siempre ha sido.

Luego dio algunas páginas que no aportaron mucho, como El Materialismo histérico, y a la par no dejó de hacer lo que le gusta, opinar, escribir en periódicos y revistas, dar conferencias, presentar libros, es de los más taquilleros donde se presenta.

Suma ahora a su lista Entrega insensata y como el subtítulo lo describe es una colección de cartas a la deriva con destinatarios variopintos que cruzan la historia y la histeria. Dividido en cinco apartados, las 25 cartas son en sí mismas una aventura y lo advierte desde el prefacio o introducción: “Las cartas encandilan, embrujan, embrutecen, desafían, inspiran o endemonian a quienes las escriben, presas de un arrebato sin pudor ni paciencia cuyo precio no hay tiempo de evaluar”.

Es probable que Velasco decidiera homenajear el género por romántico a la antigua, porque él mismo se pregunta: “¿Para qué querría uno regresar a la alcoba de un amor caduco, sino para robarse las cartas que en mala hora le escribió?”, misma alcoba donde joven escuchaba a José José, o tenía sueños húmedos con Isela Vega (“Andar en malos pasos supone emprender una peregrinación”), o por qué no, con la mismísima Tigresa, “en un país donde las diferencias de opinión se dirimen a punta de albures y mentadas, usted lleva la mano con autoritarismo de mandatario y astucia de cortesana”.

Se confiesa el mirón del Facebook, y para todos tiene y para todos da, pero no es plan peleonero, no incita a la violencia, aunque sí dirige misivas a expertos en el tema, ya Ghadafi, ya Sergio Andrade, e incluso a la mariguana misma.

Mención especial su lógica de la corrección política, la cual a su parecer “es apestosa por cuanto privilegia la zalamería sobre el raciocinio y no entiende más ética que la cosmética. La corrección política certifica la falta de ideas propias y transforma el lenguaje en rehén de una corte de fariseos, timoratos, chupacirios y lameculos”.

Unas sorpresivas líneas se dirigen a Enrique Serna, y hacen homenaje a sus demonios, otras versan sobre el barrio falso de Manu Chao, y unas más son el camino o la senda a la excelencia (con c o sin ella) de Miguel Ángel Cornejo. Así de variado es Velasco quien afirma que “el gran objetivo del novelista no es tanto rubricar una obra maestra como hacer el menor ridículo posible”.

La última sección es la más personal de todas, allí se abre y comparte su amor por Don Vittorio y Boris, sus mascotas, pero más que perros su complemento para entender y enfrentar la vida, también desvela un pasaje de sus padres, y su influencia musical en la formación de nuestro autor, así como el texto dedicado a su abuela pero sobre todo el que cierra el volumen, el que delinea a su madre, a doña Ali, y con el que abraza al lector para dar por concluido un viaje que es como el que cruza una carta: corto o largo pero siempre una aventura no sólo a su llegada, sino cuando se abre el sobre y se despliega la hoja que lleva dentro.

O en sus palabras: “Cuando una carta se atreve a cruzar la frontera fatal del melodrama, sabe uno que es momento de rematarla. Peor aún si acontece que la destinataria vive exclusivamente en su imaginación”.

Xavier Velasco, Entrega insensata, cartas a la deriva. Océano (Biblioteca XV), México, 2018, 165 pp.