Ricardo Muñoz Munguía

La lujuria es lo más honesto que podemos ser, sin embargo es de las únicas actitudes honestas que debemos esconder. En el volumen La honesta lujuria (Nieve de chamoy, México, 2018; 104 pp.) la franca pasión, las relaciones al desnudo, la tremenda forma de relatar el erotismo, son las más bellas expresiones del sentir, de la piel de boca abierta, del deseo pululante.

Isaac Bashevis Singer, en su novela Escoria, algo parecido sucede con el hombre que habrá de enamorarse de una joven pero tiene otras relaciones y, con la que esté en turno le hará promesas que no pueden cumplirse pero siempre, muy convencido, dice la verdad, aunque la verdad es que no se puede estar en más de un sitio a la vez. Una trama que, igualmente, nos sostiene, como es el caso que entrega Marco Tulio Aguilera Garramuño con su novela más reciente, con la diferencia que en la de Bashevis uno quisiera que se empapara con la fuerza erótica que utiliza el escritor colombiano mexicanizado desde hace cuarenta años.

Marco Tulio Aguilera Garramuño ha obtenido, entre otros premios, el de Bellas Artes de Novela José Rubén Romero (2017), autor de más de cuarenta libros y, sin más, es considerado su libro Cuentos para hacer el amor como una de las mejores obras de ficción en Colombia.

Esta novela extraordinaria que hoy nos ocupa, La honesta lujuria, también puede presentarse como un libro de cuentos. La historia del protagonista —la que se comprende en un periodo de varias historias, por supuesto, con mujeres— retrata a un hombre desempleado (a veces vendía botas de Naolinco), con pocos ánimos por esforzarse para mejorar, deudor constante de la renta de su vivienda, un violinista que se ajusta en el medio campo, es decir, “que era demasiado fino para acompañar mariachis, excesivamente mediocre para ocultarse en la Sinfónica y muy orgulloso para tocar en las calles y pedir monedas”, ese era Amado de los Santos Dionisio Luna, quien se decide a publicar un anuncio, con el que logra en un principio que le llovieran solicitudes: “doctor amantísimo/ (Amado Luna):/ Solución a asuntos amorosos, afectivos y eróticos. Discreción y experiencia. Tarifas módicas. Especialista en jovencitas y señoras”. Cabe mencionar que con este anuncio no sólo consigue atraer una buena cartera de “pacientes” de mujeres, sino también para nutrir la imaginación del lector; es entonces que las páginas de la novela se nos quedan cortas porque quisiéramos ver/tener una segunda parte de los casos que nos presenta el maestro en el amor. Sin embargo, este conquistador que cobra por esta afortunada labor —aunque se sobreentienda que quienes llaman ya no hay mucho qué hacer para seducirlas—, tiene el problema de que prostituye también su alma, se enamora y, por ende, no cobra en esos casos. La primera historia del libro es con su amiga de Amado de los Santos, Francisca Irigoyen, con la que estuvo muy cerca de tener una relación, quien es madre de tres hijas de “belleza extrema”, pero tiene una hija en especial —Renata o Ranita, como también la llaman, y que precisamente Amado la conoció desde bebé— que le vuela las ganas y la imaginación al señor Moon (por aquello de Luna), y es entonces que la propia madre de Renata se la lleva al experto para que tenga una “iniciación feliz”, y no sufra como le tocó a ella, por eso le ofrece una paga que terminará por aceptar y, para que vean su “gran trabajo”, falla en los primeros intentos y la madre desesperada hace que los tres vayan una semana a una playa en Veracruz, donde tampoco sucederá nada, a pesar de que es la joven quien motiva con sus provocaciones el encuentro pero nada. Más adelante Amado se dice para sí mismo, entre locura y deseo, que no quiere terminar en la cárcel, en un manicomio de amor o en el infierno; entonces dice el autor: “El que ya sienta no poder soportar a nuestro Amado, bien puede abandonar el libro” (la trama ya no permite separarse de estas páginas y, por paradójico, tampoco del personaje), para finalmente, en un encuentro casual, tener el acercamiento esperado. Después, para huir de Ranita, se va a la Ciudad de México donde estará con una mujer que aquí se describe como “un auténtico elefante marino” pero no desparramada, un personaje de Botero, la que tomaría en un vapor público y después su cheque. De ahí, en su tercera historia, viaja a Querétaro para seguir desahogando la lista de espera, para conocer a Margarita, a quien llegó a creer como “la criatura que llegaría hasta el puro asiento de su corazón”, y así fue, pues le reveló su repetido “te quiero” pero tenía que regresar a Xalapa. Sigue Cayita, ama de casa, de 54 kilos de peso, a quien conoce en una fiesta y habrá de utilizarla para calmar los recuerdos de las tres mujeres mencionadas. Cleopatra Martínez, una mujer deprimida —sin duda, un caso en que el protagonista se siente comprometido para atender—, por igual se relacionará con Amado, en un encuentro un tanto accidental, para revelarle a Amado su vida amorosa y éste verse dispuesto a enamorarse pero ella hizo algo que motivó al señor Moon a borrarla de su lista. Por último, Korolenko, una mujer polaca, también violinista (es de anotar que “la Korolenko nunca quiso interpretar la vieja música que Amado compuso en los años previos al tiempo del desierto”), con la que se olvidará de sus técnicas amatorias y llegará a “magullar” y, claro, a decepcionar, es entonces que vivirá el fracaso de su labor. No puede quedar fuera su amante “oficial” que débilmente aparece en gran parte de las historias, una periodista que lo ubica en su justo sitio: “Según ella, no es la necesidad económica la que lo impulsa a revolcarse con cualquier pesarosa, sino una insufrible tendencia a prostituirse”, lo que, por supuesto, hizo que terminara esa relación. Por lo menos, otra media docena de historias, que no son contadas aquí, pero de las que se da aviso, bien pudieran nutrir otro ejemplar. Gervasio, su pez que trata como a un confidente, y a quien le cuenta gran parte de su día cada día y éste parece contestarle con el movimiento de su cuerpo, su presencia se vuelve una extensión del protagonista.

La honesta lujuria, por tan honesta, también corre el riesgo de alzarle la ceja a alguna feminista por algunas descripciones como “Donna Maradonna era un auténtico elefante marino, una hembra hecha para el espectáculo” o “Se puede abandonar a una mujer, nunca a un perro” o “Ninguna mujer valía su Amati (un violín)”, por ejemplo. Un riesgo si no se distingue la ficción de la realidad, aunque la realidad enmarque la ficción.

Sin duda, este trabajo de Aguilera Garramuño se vuelve mi novela con el mejor referente de cómo debe ser tratado el erotismo, que es una de las experiencias que tengo de cómo leer/sentir la belleza narrativa sobre el erotismo, un erotismo también honesto y de gran valía para nuestras letras.

Texto leído en la presentación de La honesta lujuria, de Marco Tulio Aguilera Garramuño, el pasado 21 de marzo en la Feria Internacional del Libro de Xalapa 2018.