Con este número, la revista Siempre! cumple 65 años de existencia. Nació como consecuencia de un acto de censura, de represión a la libertad de conciencia y expresión, por parte del poder absoluto e incuestionable del cual gozaban los grupos políticos dominantes.

De ahí que su fundador, José Pagés Llergo, decidiera después de haber sido despedido del semanario Hoy, dar origen a un medio plural cuyo vanguardismo radicaría en dar cabida a todas las ideologías y posturas políticas, pero sobre todo a los perseguidos del régimen.

Con Siempre! nace, en buena medida, la defensa de la prensa libre y una trinchera de resistencia a los excesos de poder en los que incurrían presidentes de la república y funcionarios menores salidos de una cultura de caudillos imperiales.

A 65 años de existencia, el ciclo se cierra y México vuelve a llevar al poder a un político que por su naturaleza interna y el tamaño del respaldo electoral que recibió, traducido en el control absoluto del Congreso, se parece más a un jefe político que a un demócrata.

La preocupación de Siempre!, como la de muchos medios de comunicación, tiene que ver con el futuro de la prensa libre.

¿Qué debemos esperar periodistas y comunicadores del gobierno que encabezará el virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador?

Las dudas y la inquietud tienen sustento. López Obrador se ha pronunciado en todo, o casi en todo. Nada, en materia de libertad de expresión, y algo, muy poco, sobre la política de comunicación que aplicará su gobierno.

Lo único que ha dicho es que la Presidencia de la República será la única autorizada en atender a prensa. Lo que puede ser leído solo de dos maneras: como una medida de austeridad, pero también y, sobre todo, de control político.

La figura nos remonta a los tiempos en que el presidente de la república palomeaba, tachaba, señalaba a los medios que debían ser premiados, castigados o advertidos. En función, claro, de si eran críticos o elogiosos con el jefe del Ejecutivo.

Tenemos ya casi enfrente de nosotros a un presidente que está obsesionado con pasar a la historia. Ese fue el caso de Hitler, Stalin y Mao. Todos ellos utilizaron la propaganda como el arma más importante para imponer y justificar sus decisiones de gobierno.

Andrés Manuel es de esos. No le gusta la critica. Podemos contar las veces que ha salido a enfrentarse de manera directa y públicamente con periodistas e intelectuales que lo han cuestionado. Aquí, en estas mismas páginas, hemos dado cuenta puntual de ello.

El episodio más reciente ocurrió después de haber ganado, arrolladoramente, las elecciones del 1 de julio. Muchos creímos que su nuevo estatus lo iba a obligar a comportarse como un estadista, pero para sorpresa y consternación del gremio periodístico, no fue así.

La multa de 197 millones de pesos que impuso el INE al partido Morena por haber diseñado un fideicomiso ilegal para obtener recursos, dejó ver la forma como el futuro presidente de México puede tratar a la prensa que no considera afín.

En su disparo emocional, acusó a los consejeros del INE de ser “conservadores”, y a los medios que señalaron a Morena como parte de la corrupción política los llamó, muy a su estilo, prensa “fifí”.

Si esta va a ser la actitud del presidente López Obrador con los medios críticos, habrá que ir tomando previsiones.

No es lo mismo que un ciudadano o líder social acuse a la prensa de ser su enemiga, a que lo haga un mandatario, que además de serlo, va a ejercer el poder casi de manera absoluta.

En el primer caso, lo “fifí” queda en el folclor; en el segundo, lo “fifí” puede ser traducido, por algún solícito y furibundo seguidor, en un balazo para hacerle un favor a su mesías.

La forma como Andrés Manuel López Obrador ha venido manejando sus redes sociales, operadas por un ejército de redactores que lanzan insultos a diestra y siniestra a quienes critican al jefe, alertan sobre un peligroso diseño de comunicación oficial que podría estar dirigido a construir y señalar a los enemigos del régimen.

El proyecto de nación que trae AMLO bajo el brazo y que ya ha comenzado a dar a conocer —aunque no del todo— no va a admitir ni a tolerar obstáculos.

Si bien su partido tendrá mayoría en el Congreso, indispensable y suficiente para poder llevar a cabo cualquier tipo de reforma —incluso para aprobar una nueva Constitución—, el único dique pendiente de eliminar son los medios de comunicación.

Ojalá y toda esta reflexión, en el marco de la conmemoración de los 65 años de Siempre!, de un medio que solo sabe vivir para ser libre, sea más producto de la especulación, que de la realidad.

De cualquier forma, la prensa nacional necesita saber qué papel y qué lugar va a tener dentro de la llamada “cuarta transformación”. Si bien, durante la Independencia, la Reforma y la Revolución desempeñó un papel determinante para defender las libertades y la democracia, en esta etapa de la historia no podrá hacer una excepción.

Cuando menos, ese es el compromiso que tiene Siempre! con México y que, sin importar costos, fue firmado en 1953 por los fundadores de este semanario.