Por Javier Ibarra / Fotos: Irving Cabello

 

PRIMERA TREGUA

Conocí a alguien que ya no está aquí. Fernando el “Momo” Medina Pineda: el mejor pelotari del país, el único mexicano en debutar de forma profesional en la modalidad de tres paredes. La mañana del Día del Trabajo (1 de mayo 2018) acudí a San Mateo Mozoquilpan, poblado ubicado en Otzolotepec, Estado de México, el cual tiene más de 4 mil habitantes. El motivo fue presenciar una jugada de frontón a mano con distintos jugadores que se han formado en la calle. Ellos llaman así a un encuentro de este deporte que surgió en el Siglo XIII, en Francia, y que se convirtió en parte importante de la idiosincrasia en Navarra y La Rioja, al norte de España, donde los vascos comenzaron a practicarlo durante el Siglo XVI.

En México existe una tradición desde 1895. Prevalece hasta el día de hoy con la reinauguración (10 de marzo 2017) del Frontón México, en la colonia Tabacalera de la CDMX. No obstante, a los largo del país, se juega con verdadero amor en canchas oficiales, cortas o paredes que se adaptan para la recreación en deportivos o camellones, utilizando cualquier tipo de pelota (esponja, de tenis, cuero, o la picada; inventada por los tepiteños, dicen, para defender su frontón). Como menciona el escritor J.M. Servín en su texto La hermandad del rebote: “Es considerado por los neófitos como pasatiempo para vagos y apostadores”.

La “gran jugada y con ambiente totalmente familiar” -se lee en una propaganda donde sobresale Fernando sonriente, presumiendo una medalla de oro que obtuvo en los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011- ocurrió en el Frontón Momo, una cancha corta y recóndita, construida en una superficie amplia donde también se adaptó una habitación para practicar squash. En ese terreno deportivo se levanta otro espacio para jugar trinquete, y el pasto verde que desde hace dos años rodea la zona y que le pertenece a un señor de bigote tupido, piel morena, amable y conocido como Chava, converge con los humildes hogares que están alrededor, dándole una nueva cara a sus habitantes que pueden desarrollar otros pasatiempos.

Las jugadas se realizan por distintos lugares de la CDMX, fincas del Estado de México y otros sitios del país como en Jalisco, donde los pelotaris tienen un alto nivel de competencia. El más claro ejemplo es David Álvarez el “Stitch” de 27 años, actual campeón de la Copa del Mundo de Frontón 36 Metros, en la modalidad de mano individual, celebrada el año pasado (2017) en Anglet, Francia. Para quienes siguen este arte de la estrategia, el jalisciense sustituyó la partida del Momo, desde mayo 2015.

Dentro del submundo de la pelota vasca, como originalmente se le conoce al frontón, en nuestro país continúan combinándose las generaciones de jugadores veteranos (con más de 50 años) con la nueva camada (que no rebasan los 30). Muchos de estos jóvenes, con el paso del tiempo, han logrado salir de la clandestinidad y hoy tienen un mayor apoyo de la Comisión Nacional de la Cultura Física y Deporte (CONADE). Sin embargo, pareciera ser que brillan más en un circuito underground, aun cuando representan a México por diferentes campeonatos internacionales o Juegos Panamericanos.

El señor Chava, pasadas las once de la mañana, me recibió en su cancha que renta para llevar a cabo treguas, estilo mexicanizado donde se juega en parejas a dos de tres sets, a quince puntos; las cuales, durante todo el transcurso del año, no paran y cambian de sede. Explicó que compra y revende de todo, sin malas mañas, pagando impuestos y burlándose de la policía federal cuando revisa su mercancía. Hace eso para que haya frontón en San Mateo Mozoquilpan: así la jugada del 1 de mayo contó con venta de golosinas, refrescos, agua, cerveza, hamburguesas, etcétera.

A sus 54 años, el señor Chava sigue jugando pelota vasca hasta donde las piernas le dan. “He dedicado toda mi vida a apoyar el deporte”, dice sonriente mientras caminaba por su pasto, observando la altura del frontis de su próxima cancha de trinquete. No cree en las promesas del gobierno, por eso él mismo se encarga de impulsar a la juventud por el buen camino, construyéndoles frontones y también canchas de futbol empastadas; en su liga de soccer llanero juegan más de cien equipos.

Su principal frontón, a donde arribaron los pelotaris más famosos de México, tiene el nombre de Frontón Momo. Así se lo prometió al campeón, a su amigo Fernando que, recuerda, a los 10 años comenzó a pegarle a la pelota de tenis después de acudir a la primaria. Incluso, dice que su hijo jugaba mucho con el Momo dentro de su squash, cuando el jugador prodigio de San Juan Ixtayopan, Tláhuac, venía a San Mateo Mozoquilpan. Pero mencionó que la “estrella” no le creía que iba a levantar un frontón con su nombre. “Sólo se reía y me decía que él se iba a encargar de convertir en campeones a mi nieto y su pequeño hijo Iker”.

Entre sus ojos invadidos de lágrimas, el señor Chava recordó a El Momo como una persona noble y sana. “Mientras esté con vida seguiré haciendo más canchas de frontón”, dice tallándose los ojos y mirando el cielo nublado. “Es lo que me hace imaginar que Fernando sigue aquí con nosotros”. 

SEGUNDA TREGUA

Casi en punto de la una de la tarde llegaron al Frontón Momo los pelotaris anunciados en la propaganda. De Tepito, Moctezuma, Iztapalapa y otros sitios de la CDMX, Estado de México y Zapopan, Jalisco, despuntaban apodos como Stitch, Chacal, Kimba, Clavillazo, Papayas, Ojos, Golden Boy, Güero de C.U., Vende Quesos, Unga, Kalaco, Niño Nike, entre otros. Todos de amplia trayectoria, con medallas de Juegos Panamericanos o en ascenso. En pocas palabras: el nivel más alto que puede existir en México, como lo hizo saber Alex Rodríguez, organizador de la jugada. Este hombre de lentes oscuros, fornido y conjunto de pants blanco se encargó de rentarle al señor Chava su cancha de frontón. Dijo que todos los eventos que realiza van con dedicatoria especial para el “Momo”, cuyo sueño de convertirse en profesional comenzó a los 17 años, al enterarse de la Federación Española de Frontón (FEPELOTA), donde juegan los mejores del mundo.

Rápido veías que se trata de una comunidad que no hace distinción por los lugares de procedencia. Son un núcleo de distintas personalidades que se conocen desde hace mucho. Su día transcurría con base a la picardía y el compañerismo. También, algo que se notó debido al contexto de ilegalidad, es que en las jugadas no hay patrocinadores y, en cambio, la gente de la zona y otras partes que llegaban como podían se organizaron para que todo saliera perfecto; vendiendo tenis, cintas, guantes industriales, pelotas, playeras y demás artefactos que le dan un ambiente único a la pelota vasca, pero a la mexicana.

El Frontón Momo, para esa hora de la tarde, lucía bien pintado de color verde y amarillo, cubierto en la parte superior con un techo laminado y una gigantesca lona que protegió a la afición de una lluvia que no duró mucho. Mientras tanto, Alex, originario de Azcapotzalco, pero que radica con su familia en los Sauces, Estado de México, desde hace tiempo, me presentó con distintos amigos y rivales del Momo. Uno de ellos fue Unga de 36 años, aficionado a las motos y bombero de la CDMX. Mencionó que toda su vida ha jugado frontón de forma callejera, con pelota de tenis. No obstante, cuando era adolescente, participó en las Olimpiadas Nacionales 1998 junto a Fernando.

“Él es de los pocos que puede presumir que le ganó al Momo”, fue como Alex me introdujo con este frontonista de estatura baja, zurdo y mañoso para ganarle a los nuevos talentos. “A estas canchas todos venimos por el dinero”, detalla Unga. “El Momo y yo éramos rivales a morir. Recuerdo mucho una jugada que hubo en San Juan Ixtayopan, de donde él era”. El originario de San Nicolás Tetelco, Tláhuac, justo a dos pueblos de donde era Fernando, explica la gran hazaña: “Esa tregua es la que más conservo en mi memoria. Ha sido la única donde me di un abrazo de triunfo y alegría con quien ese día hice mancuerna. Ganarle al Momo en su frontón, decían que era imposible”.

Unga, pelotari considerado como veterano, también cuenta que le tocaron jugar torneos de sesenta parejas, donde los partidos se extendían hasta las tres-cuatro de la madrugada. Igualmente, trayendo cosas a su cabeza que compartió con el Momo, dice que un amigo muy cercano a Fernando le comentó que siempre tenía temor de toparlo, ya que lo veía como uno de sus rivales más fuertes. “Se le notaba la cara de preocupación cada vez que nos enfrentábamos”. Como si de nueva cuenta quisiera confrontar al mejor frontonista que salió de este ambiente. “Sin embargo, recuerdo al Momo como el jugador más fuerte e inteligente que yo he visto; incluso apostaba en contra de raquetas y les ganaba”.

El público no deja de arribar a la finca del señor Chava, sin importar que la entrada es de 80 pesos por persona. En total, como lo confirma la esposa de Alex, hubo más de trescientos cincuenta asistentes, recaudando un aproximado de 30 mil pesos, cantidad de dinero que se dividió entre cada uno de los jugadores. “Hoy en día, atletas como el Stitch, piden un mínimo de 4 mil pesos por tregua y 2 mil por viáticos”, explicó Alex. “De esa cantidad para abajo va el rango de dinero que se maneja con los pelotaris, en base a su nivel y trayectoria”.

Chicos y grandes peloteaban en el Frontón Momo. La fanaticada tomó asiento. Los jugadores iban a la parte trasera del terreno, debajo de unas carpas donde se daban partidas de baraja española, se amarraban sus tenis con fuerza, hacían movimientos de calentamiento y se encintaban sus manos con cautela, antes de impactar la pelota de tenis con la que se juegan las treguas. Las Federaciones ningunean esta alternativa ligada a la barriada.