Javier Vieyra y Jacquelin Ramos

En el corazón de la selva tropical chiapaneca, dentro del Templo XIII de la zona arqueológica de Palenque, La Reina Roja dormía. Es en 1994 cuando Arnoldo González Cruz, eminente arqueólogo dedicado al estudio y exploración del conjunto maya, la despertó de su milenario sueño, realizando a la vez uno de los descubrimientos más significativos en los últimos años dentro del ámbito. Se trataba de una espléndida tumba en que un ajuar funerario verde contrastaba de inmediato con la coloración carmesí de los restos humanos. Tras años de numerosas investigaciones, el enigma de identidad que rodeaba a aquella mujer yacente y su indumentaria fueron consolidados en la resolución de que aquella señora tocada de prodigios era nada menos que Tz´ak-b´u Ajaw, esposa de Pakal, el mítico rey cuyo sepulcro con una lápida de fantasía había sido sacado a la la luz en 1952 por Alberto Ruíz L´ Huiller.

Después de un largo tiempo de restauración y una estancia en el Museo Metropolitano de Nueva York, parte del ajuar funerario se exhibe por primera vez en México, resguardado por el Museo del Templo Mayor por escasos días antes de regresar a su tierra originaria en Chiapas. Patricia Ledesma Bouchan, directora del emblemático sitio capitalino, conversó en exclusiva para Siempre! sobre la exposición La Reina Roja. El viaje a Xibalbá, muestra que fue montada conjuntando diversos detalles del lugar original donde se realizó el hallazgo, como el arco maya que recibe a los visitantes, y que rompe por completo con el resto del estilo del museo dedicado a los mexicas, cuyas dimensiones son las mismas que las del espacio de la tumba en Palenque.

Ledesma Bouchan explica que hace 24 años, sus colegas comenzaron una excavación en el Templo XIII, construcción aledaña al llamado Templo de las Inscripciones donde fue descubierto Pakal, en la que hallaron una caja de piedra en cuyo interior, una vez levantada la pesada tapa, fue descubierto un esqueleto femenino cubierto por completo de rojo cinabrio, mineral extremadamente raro —al que únicamente podían acceder miembros de la nobleza maya—, junto con diferentes atavíos mortuorios.

“Mucho antes de realizar estudios e indagar en la identidad de la mujer cuya osamenta se había encontrado, fue llamada La Reina Roja en honor al mineral que cubría de manera total el cuerpo y que nos indicaba, junto con sus ornamentos, que se trataba de una persona sumamente importante y de mucha opulencia, pues el rojo cinabrio solamente está presente en tumbas de personajes de élite social y en pocas cantidades”.

Una mujer con gran poderío económico 

Los arqueólogos, al tener claro que no se encontraban frente a una figura cualquiera, iniciaron los estudios relativos con la teoría de que aquella mujer era la madre del rey Pakal, sin embargo, al avanzar con sus investigaciones concluyeron que era altamente probable que fuese su esposa, debido a que se identificó el ajuar del esqueleto con uno muy similar aparecido en un tablero maya de la misma zona y en que logra verse a la compañera de Pakal, al gobernante y a su hijo en una especie de alegoría del ascenso de este último al trono de Palenque. Gracias a estos factores, junto con los diferentes objetos encontrados y fuentes epigráficas, fue posible saber quién era el ser humano detrás de La Reina Roja, explica la directora.

“El día de hoy podemos afirmar que Tz´ak-b´u Ajaw fue muy querida e importante en su tiempo, la suntuosidad de su indumentaria da cuenta de ello, pero también que vivió cerca de sesenta años, un tiempo muy largo para la época, pues fallece el 13 de noviembre del año 672, once años antes que Pakal . Además de que tuvo tres hijos de los cuales dos fueron gobernantes posteriormente”.

Pero además, ¿qué acompañaba a una dama de tal importancia en su última morada? En primer plano, una espectacular máscara fúnebre hecha de malaquita, una piedra verde que no es originaria de la región, sino del norte del área maya, lo cual ratifica el poderío económico de La Reina Roja, indica la arqueóloga. Aunque el uso de esta piedra para confeccionar la mascara dista mucho de un lujo superficial, pues la malaquita es un material muy dúctil, propiedad que permitió a los artistas tallar con mucho mayor realismo y detalle las facciones del rostro de la mujer, resaltando la forma de los pómulos, la nariz y la barbilla, por ejemplo; lo cual resultó en una de las maneras más simbólicas de homenaje a La Reina Roja, pues su faz ha sobrevivido a lo largo de los siglos.

De igual manera, sobre el tórax de la esposa de Pakal reposaba una capa tejida, llamada k´ub, característica de la realeza, la cual estaba ornamentada con más de 170 diminutos discos de jadeíta, formando en la parte posterior una especie de rosetón cuya pieza principal es la cabeza de un mono. Complementariamente, a la altura de la cadera se localizaron tres placas de piedra caliza, además de diversas pulseras, también de jadeíta en muñecas y tobillos, una máscara pequeña junto a la mano izquierda y un tocado en la cabeza conformado por la jadeíta y concha que representa al dios Chaac, deidad representativa de la lluvia dentro de la cultura maya.

“Además de todo lo que conforma el ajuar, dentro del sarcófago también fue localizada una valva de Spondylus que contenía una figurilla en piedra caliza que posiblemente representaba a La Reina Roja en su forma humana. Este conjunto simbolizaba una analogía del vientre humano, la existencia primigenia y el medio acuoso en la que se desarrolla“.

Vale decir, apunta Ledesma Bouchan, que hoy podemos ver estas piezas en su estado casi original gracias a un increíble trabajo de restauración del que formaron parte destacados profesionales como Constantino Jiménez: “Fue como armar un rompecabezas con mucha paciencia, simplemente la máscara principal está conformada por 116 piezas.”

Sin embargo, los lujosos atavíos no fueron los únicos que acompañaron a esta noble maya, pues alrededor del sepulcro también se hallaban osamentas de individuos que fueron sacrificados para acompañar a su señora en el viaje al inframundo o Xibalbá, probablemente una dama de compañía y un esclavo. Y es que para los mayas, como para muchas de las culturas del México prehispánico, la muerte representaba una extensión de la vida y no un punto final de la misma.

“En la época mesoamericana, cuando alguien moría daba el siguiente paso dentro de un ciclo de existencia. La muerte es el umbral a un camino con muchas y diferentes pruebas; a diferencia de otras sociedades como la católica que pensaban que solo el espíritu se elevaba, los mesoamericanos creían también en la importancia de la materia, por eso dotaban a los difuntos de diversos objetos y tributos que les ayudaran a enfrentar su trayecto a Xibalbá y que también pudieran ofrendar a los diferentes señores del inframundo. Por ejemplo, las mantas servían para poder pasar por un lugar llamado la Casa del Frío, donde soplaban vientos helados y las personas debían protegerse de ellos”.

Aunado a los diferente itinerarios que tienen los recintos apropiados para albergar este tipo de exposiciones como el Museo Nacional de Antropología, Patricia Ledesma aseveró que el Museo del Templo Mayor era el lugar natural para recibir a La Reina Roja, pues a pesar de que las tumbas de ambas culturas distan en cuanto al estilo, se trata de un lugar sagrado que también resguarda los restos de gobernantes y sacerdotes, por lo que la muestra incluso puede enriquecer la comprensión de las sociedad y la muerte en el mundo prehispánico. Finalmente, la directora de tan importante baluarte cultural en México resaltó la labor del Instituto Nacional de Antropología e Historia y su compromiso hacía los mexicanos.

“El Instituto siempre ha estado vinculado a la sociedad mexicana. Siempre hemos tenido en claro que lo que hacemos no es para un propio circulo científico sino para que los mexicanos entendamos y nos acerquemos más a quienes somos, quienes fuimos y lo que somos capaces de realizar. La arqueología tiene claro que las piezas no son adornos de vitrinas, pero sí objetos que hablan de seres humanos, seres humanos que, como todo en la historia, nos ayudan a aprender de los errores, para construir un país mejor. En ello trabajamos”.