Javier Galindo Ulloa

Hace más de cuatro años el biólogo y escritor Greco Hernández Ramírez quiso entrevistar a sus siete hermanos mayores para que le contaran todo sobre el movimiento estudiantil de 1968. Su familia vivía en el barrio de Tepito y era un asunto vedado hablar de ello. De esta manera escribió un libro testimonial y ameno, La noche interminable. Tlatelolco 2/10/68 (Siglo XXI, 2018), que ya circula en librerías.

—¿Cómo te atreviste a escribir este testimonio?

—Lo escribí porque hay una historia familiar. Llevaba años con un manuscrito hasta que un día se lo propuse a la editorial Siglo XXI y Jaime Labastida me dijo que la reescribiera y puliera para que la publicara. Soy biólogo, pero decidí escribir una cosa muy puntual de mi familia.

—¿Cómo te diste cuenta que tenías un material valioso que contar?

—Me di cuenta de que había cosas qué decir más allá de los ríos de tinta que se han escrito sobre el 68. Se cumplen cincuenta años del movimiento estudiantil y se siguen haciendo documentales y películas. Yo tenía un manuscrito valioso que no fue escrito por los dirigentes del CNH o por la historia oficial, y yo me preguntaba dónde está lo que vivió la gente de a pie, el ciudadano, el pueblo. No se ha rescatado su memoria. Como es el caso de mi hermano mayor, llamado Cutberto. Yo era muy pequeño cuando él asistió al mitin del 2 de octubre y estuvo en la balacera. Él pertenecía a una célula activista de la ESIME del IPN, pero no era un dirigente, era uno más como ciudadano que con mucho entusiasmo empezó a participar junto con mis padres. Luego lo arrestaron y lo metieron a la cárcel de Santa Martha Acatitla, a raíz del mitin. Como yo era muy pequeño entonces, tuve la curiosidad de preguntarle qué pasó ese día y al final lo escribí.

—¿Qué podemos conocer de esa gente humilde?

—El espíritu del libro es recrear varios ámbitos, uno de ellos es el ambiente urbano, porque yo nací en el barrio de Tepito. El movimiento del 68 sorprende a la gente de este barrio bravo y humilde, porque está muy cerca de Tlatelolco. Yo trato de recrear cómo se percibía ese conflicto, qué hacía la gente al respecto. Otro aspecto que desarrollo es el ambiente en el interior de una familia. ¿Qué pasa cuando un hermano mayor está en el mitin y es desaparecido, y mis padres van diario a buscarlo a las morgues, al campo militar y a la cárcel? ¿Cómo impacta eso a una familia humilde de hace cincuenta años? Al final, el último aspecto que toco es la vivencia en primera persona de un individuo que le sorprende la balacera dentro de la Plaza de las Tres Culturas. Él vio entrar a los soldados que tiran a matar y después a los cadáveres; él sobrevivió sin saber cómo, luego lo arrestaron.

—Cutberto también fundó un periódico, El nieto del Ahuizote, donde publicaba caricaturas y hacía volantes…

—Él y un grupo de chavos de 18 y 20 años estudiaban el segundo año de la carrera en el Poli. Las caricaturas eran su medio de expresión en un momento muy represivo del gobierno de Díaz Ordaz. Ellos se unieron al movimiento a través de la expresión gráfica e imprimieron también uno de los volantes que invitaba al mitin de Tlatelolco, como aparece ilustrado en el libro.

—¿Cómo entrevistabas a tus hermanos?

—Yo grababa las entrevistas. A mis hermanas les agarró el 68 cuando eran muy niñas. No salían de casa, pero aun así les impactó dentro de la familia. El hecho de que Cutberto estaba desaparecido, pensaban que lo habían matado. Yo fui grabando lo que me contaba cada uno durante un tiempo. Al final, todo el material lo transcribí y les di forma a los relatos.

—¿Desde cuándo empezaste a escribir tu libro?

—Desde hace cuatro años empecé con la idea de pedirle a mi hermano Cutberto que me contara sobre el 68. Pasó un tiempo y yo le insistía. Entonces un día llegó a mi casa y me dijo que ya podía contar lo del 68 y se soltó hablando hasta las tres de la mañana, pero no lo grabé. Él y mi familia no decían nada de esa situación hasta que yo estuve pregunte y pregunte. Entonces pasaron como dos años y decidí grabar su testimonio. En realidad, trabajé en la grabación formal y la escritura del libro como durante un año y medio.

—¿Es una denuncia política tu libro?

—No intenta ser un panfleto político ni explicación académica, sólo es un testimonio. Hay siete microhistorias, que si las sumamos podemos armar una macrohistoria más objetiva de lo que ha sucedido en aquella época. El movimiento lo hizo también la gente del pueblo, no sólo los estudiantes. Mis padres, vendedores de pantalones usados en Tepito, lo hicieron suyo también.

—En tu libro por igual se manifiesta la cultura hippie de los jóvenes.

—Quise abordar ese momento también: ¿Qué comían y cómo se vestían los jóvenes?, ¿a qué lugares iban a divertirse y cómo era su léxico? Existía un ambiente juvenil muy diferente al de ahora. Los jóvenes se empezaron a manifestar de diferentes maneras, y una de ellas fue con la cultura hippie, prestada de Estados Unidos.