Ximena Covarrubias

Tras grandes sucesos suele haber grandes cambios, Newton tenía muy claro esto y lo estipuló en su Ley de la Inercia, mejor conocida como Primera Ley de Newton. Esta establece que un objeto en reposo permanece en reposo o, si está en movimiento, permanece en movimiento a una velocidad constante, a menos que una fuerza externa actúe sobre él. Así vivimos: a un paso constante, sin cambios, y únicamente los hacemos cuando un hecho externo nos obliga.

En la historia reciente de México ha habido dos grandes fuerzas que han cambiado a la gente, sus ideas y su forma de vivir. Ambas el mismo día pero con 32 años de diferencia: los sismos del 19 de septiembre.

La primer gran sacudida fue en 1985 sin dejar a su paso nada más que escombros y miles de pérdidas en vidas y patrimonios. Un estado de alerta pero al mismo tiempo de inopia al abundar la desinformación y la censura. La imprecisión en los datos levanta —incluso hoy en día— la incógnita de personas heridas, decesos y, más complicado aún, de identificarlos. No hay cifras de mujeres, niños, personas con discapacidad (PcD) o personas de la tercera edad. Lo que sí se vio fue la Primera Ley de Newton: se modificaron las normas de construcción, se implementaron programas sociales y medidas preventivas. Un ejemplo de esto fue la fundación del Centro de Rehabilitación de la Cruz Roja Mexicana, y es que cientos de personas que vivían sin discapacidad adquirieron una tras el sismo, por lo que los centros de salud y atención tenían más demanda de la que podían soportar. Así, en 1987, tras dos años sin cesar en concurrencia, se habilita el Centro con el fin de dar abasto a la ayuda requerida por la ciudadanía.

Hace un año, la segunda fuerza se hizo presente, no solo en la Ciudad de México, sino en el centro y suroeste del país. Al igual que sucedió 32 años antes, el estado de caos condujo —aunque en menor grado— a la desinformación y falta de registros. Fue el desastre natural más mediatizado del país; sin embargo, contó con poca atención a sus grupos vulnerables: no se sabe cuántas Pcd había en los albergues temporales en la CDMX y, en el suroeste del país donde sí se sabía de su estancia, los espacios donde fueron establecidos no eran accesibles, por lo que las PcD se enfrentaron a situaciones aún más adversas al no contar con la asistencia necesaria.

La gran ventaja entre ambos sucesos fue que las modificaciones hechas tras el primer sismo ayudaron a reducir las pérdidas en el segundo. No obstante, datos del CONADIS señalan que en el área metropolitana más de 50 personas adquirieron una discapacidad tras el siniestro de 2017 de las cuales el 70% eran personas mayores. Es importante mencionar que las personas que ya vivían con una discapacidad y tuvieron un accidente fue debido a estar en condiciones iguales que el resto de los heridos: encontrarse en una edificación dañada. Como señala Elías Ponce, director de Estrategias de Accesibilidad en CONADIS: “lo único que puede ayudar realmente a una PcD es que los edificios estén bien construidos y cumplan con los requisitos de accesibilidad”.

Tomaron varios años para que se consolidaran las medidas de mejoramiento a edificaciones y las reparación de daños a las víctimas del primer sismo, ¿cuánto tiempo más faltará para que la Primera Ley de Newton surta efecto y se visibilicen los cambios y la justicia tras el segundo?