Vianney Carrera

 “¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados!”, así cerró la mesa redonda el maestro y director de teatro José Luis Ibáñez, quien comparó las palabras de San Juan de la Cruz con la vida del homenajeado David Antón, Medalla de Bellas Artes en 2012 y acreedor a dos Arieles. El Seminario Público de Historia de Cultura en México convocó a dialogar sobre la vida y obra del escenógrafo, meses después de su fallecimiento a los 95 años. La reunión en el Edificio Adolfo Sánchez Vázquez, anexo a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, moderaron las hermanas Carmen y Magdalena Galindo y se tuvo la participación de José Luis Ibáñez e Iván Restrepo, amigos cercanos de David Antón.

Iván Restrepo, por razones de salud, no asistió a la reunión; sin embargo, el hecho no le impidió transmitir su texto. La actriz Selma Beraud fue la que prestó su voz para leer las palabras de su compañero. “El príncipe del arte escenográfico”, se tituló la participación de Iván Restrepo. Dio a conocer detalles del trabajo de David Antón, como sus contribuciones al teatro de revista, los autores que llevó al escenario, desde el poco conocido teatro de Maquiavelo, hasta Calderón de la Barca. Sus escenografías frecuentaron los más diversos géneros, obras clásicas del teatro contemporáneo como Tennessee Williams o teatro comercial hasta las diversas óperas y revistas musicales. Incluso, detalló un poco de la vida que tuvo con su pareja Fernando Vallejo, con quien estuvo unido por 47 años. Su compañero sentimental escribió alrededor de 22 libros dedicados a su pareja, dijo Restrepo.

José Luis Ibáñez se centró en la personalidad del escenógrafo. Como si fuera una charla entre amigos relató detalles de la vida personal de David, tales como la descripción del departamento donde Antón residió durante muchos años. Contó, que vivió en un pequeño condominio que él mismo había decorado. Narró cómo conoció a las divas María Félix y Dolores del Río en esa casa. Se refirió a la escenografía de Mame, con Silvia Pinal y la dirección del maestro Ibáñez. Incluso añadió una anécdota que hizo resaltar la creatividad y calidad de las obras de David Antón. Ibáñez recordó, que a finales de los años cincuenta, cualquier espectáculo que era representado en la Ciudad de México, por ley, no podía costar más de doce pesos al público, a pesar de que las obras de Antón eran una fiel reproducción de escenarios de Broadway tenían que “adaptarse” con derroche de talento por Antón para espacios diversos para los que habían sido originalmente creados.

Dentro de las cualidades que recalcó el ponente, también hizo mención de algunas producciones que hizo para para televisión. Como dato curioso, Ibáñez dijo que Antón en un principio de su carrera no quería ser escenógrafo, sino pintor. Melancólico, lo describió como una persona que siempre estuvo llena de jovialidad y con altas dosis de serenidad hasta sus últimos años de vida. El secreto, para una buena producción, concluyó el maestro José Luis, al revelar que Antón jamás discutió o tuvo ningún problema con sus productores. Esto fue uno de los determinantes para que las puertas teatrales siempre estuvieran abiertas al escenógrafo. La pulcritud de su personalidad y su sencillez, le permitió tener carisma con casi toda la gente, por lo que estuvo siempre lleno de relaciones y apoyos. Eso explica, lo que el crítico de cine Luis Terán, muy cercano también a David Antón, sostiene que con alrededor de 600 escenografías a lo largo de su vida, tiene, de seguro, el récord Guinness en la especialidad.

Al momento de terminar las ponencias, se abrió el diálogo con los asistentes, para que compartieran su opinión e intercambiaran ideas. Durante la mesa redonda, estuvieron presentes colegas de David Antón y estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, quienes expresaron un especial interés en cuanto al tema.

Uno de los participantes, Horacio Almada, que también es teatrista, y ha destacado sobre todo en la dirección de óperas, relató una anécdota peculiar. Describió que en una de sus participaciones con el maestro Antón, ambos estaban arreglando una escenografía que consistía en unas escaleras para una función. De pronto, mientras realizaban su labor, se desató el temblor del 85. Los dos maestros corrieron a refugiarse y cuando el fenómeno cesó, regresaron al teatro con la sorpresa de que su trabajo no fue en vano, el material estaba intacto.

La mesa redonda transcurrió de manera cordial. Después de una breve introducción a la obra del homenajeado, los participantes sintieron la confianza y calidez de relatar experiencias gratas y chuscas que vivieron al lado del escenógrafo, lo que transformó al ambiente de uno solemne, en otro efímero, polifacético y encantador. Quizás, como David Antón hubiese deseado que sus colegas recordaran su legado y su persona.

Alumna de Letras Hispánicas, Filosofía y Letras, UNAM.