El pueblo wuayuu es la etnia indígena más grande de Colombia y Venezuela. Muchos de sus rituales y sus identidades siguen vivas, aunque a lo largo de los conflictos en aquellos países han sido uno de los objetivos más vulnerables. Durante años han sido víctimas del narcotráfico, el paramilitarismo y la guerrilla y, pese a la importancia de su cultura y la constante violencia que pesa sobre ellos, han sido constantemente invisiblilizados. Ese es el contexto.

El aplaudido director Ciro Guerra, responsable de la única película nominada al Oscar en la historia de Colombia (la bella El abrazo de la serpiente), junto a la experimentada productora y novel directora Cristina Gallego, hacen un viaje a la Guajira colombiana para entregar la que posiblemente sea la cinta de ficción más importante filmada sobre ellos.

Para bien de la obra, la pareja de realizadores elude el tono documental, así como el de comercial de cultura, y se dirigen, a través de las imágenes al corazón del pueblo retratado. Un pueblo con tradiciones, repleto de belleza y celoso de sus signos, pero también con personalidades independientes, errores, egoísmos, dolores y venganzas.

Pájaros de verano narra la historia de Rapayet Abuchaibe, un joven wuayuu sin estirpe que gracias a su gran capacidad como comerciante logra crear un hogar en el seno de un importante linaje de su pueblo durante los años 60, 70 y 80. Sin embargo, contra los preceptos wuayuus, Rapayet obtiene su prosperidad de la mano de los alijunas, es decir, los ajenos a la tribu, y peor aún, gracias a los narcotraficantes gringos ansiosos de tener nuevos caminos para obtener la marihuana.

Los negocios de Rapayet atraerán a una plaga que amenazará con demoler de fondo la estructura de su familia y de su pueblo, y cimbrará a cada miembro de su casa, en un camino de transformación y renuncia a los preceptos más arraigados del grupo.  

El argumento, basado en una historia real acontecida durante la llamada “bonanza marimbera”, se presenta en formato de un western contado en clave de leyenda: un cantor funciona como narrador de la tragedia que observa, a la que le pone voz y palabras. Y en esta trágica historia, las palabras tienen un significado primordial, ya sea en el canto, que posee un doble sentido como interpretación musical y como género literario, y también en la persona de los palabreros, figura elemental de la cultura wuayuu encargado de mediar en todos los conflictos, administrar la justicia y normar la convivencia entre los pueblos.

Cuando se desata la guerra entre los clanes que protagonizan la película, los palabreros resultan claves en el simbolismo del relato. Mientras su voz se devalúa, mientras el poder de conciliación perece, la irracionalidad de la guerra acrecienta y la capacidad de hablar con los sueños desaparece. De esta forma, Pájaros de Verano parece ser en realidad la historia del conflicto colombiano. La dolorosa historia de un conflicto que mató a la palabra y prefirió el terror, la venganza y el exterminio.

El mensaje es profundo y durísimo. Y su brutalidad aumenta ante la belleza de las imágenes de la cámara y de los rituales indígenas. Como en El abrazo de la serpiente, esta mezcla de dolor y reivindicación de lo ancestral está destinada a ser un hito en el cine colombiano.

Permanencia voluntaria – 2001: Odisea del espacio

Regresa a cines comerciales esta obra maestra de la ciencia ficción creada por Stanley Kubrick, que narra la historia de la humanidad y su futuro, en la metáfora perfecta de los tripulantes de una nave contra la computadora. Una película hipnótica e intrigante.