Por Alfredo Padilla

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]S[/su_dropcap]antos Rojo fue uno de los primeros combatientes españoles que en el año de 1577, llegó a ese valle irrigado por más de 600 manantiales, que después se convertiría en la Villa de Santiago del Saltillo (Saltillo, Coahuila de Zaragoza). Sus excursiones se relatan en la trilogía dramática Andanzas y desventuras del caballero Santos Rojo, de Armín Gómez Barrios (Saltillo, 1965) editado por Casa Editorial Abismos en 2017. Libro que registra la condición humana —a través de la personalidad de Santos Rojo— en intervenciones, por medio del diálogo; un drama que explora la devoción jacobea de su protagonista, la búsqueda de una imagen sagrada central y su linaje después de su muerte.

Armín Gómez Barrios es dramaturgo y académico. Autor de dos libros e investigador de semiótica teatral.

El dramaturgo Armín Gómez Barrios.

-¿Cómo llegaste a la historia de Santos Rojo uno de los primeros soldados castellanos que, alrededor de 1577, llegó hasta un valle irrigado por mas de 600 manantiales donde se fundaría más tarde la Villa de Santiago del Saltillo?

En la historia de Saltillo se menciona a un poblador, Santos Rojo, hacendado y comerciante, que trasladó a la ciudad al Cristo que aún se venera en la capilla anexa a Catedral. Mis abuelos vivían justo a espaldas del templo así que, de niño, cruzábamos la calle y aparecíamos frente al Santo Cristo. Es por eso que la imagen me remonta a mi infancia y al recuerdo de mis padres y abuelos. Como homenaje a ellos, “mis mayores”, decidí hacer una narración donde pudiese integrar algunos datos que me llamaban la atención del poblador, entre otras cosas, que llevó una imagen religiosa y justamente él se llamaba Santos. Comencé leyendo los libros de Vito Alessio Robles, distinguido historiador de Coahuila, pero luego quise saber más y me fui al Archivo Municipal de Saltillo. Hay muy pocos documentos del siglo XVI pero encontré algunos testamentos y relaciones de hechos donde pude conocer un poco de la vida cotidiana de Santos Rojo. No explicaba nada del Cristo, pero eso me motivó a seguir la narración con mis propias interpretaciones.

-¿Por qué escribir una trilogía teatral acerca de este obsesionante personaje?

Bien dices que se me volvió una obsesión. Al seguir buscando información en libros de otros historiadores además de Alessio Robles, constaté que nadie le dedicaba mucha atención a Santos Rojo. A mí me parece que su importancia es mucho mayor que la de otros pobladores de la región porque no sólo contribuyó a crear la riqueza económica de Saltillo, que en ese entonces era un importante bastión agrícola y ganadero, frontera de la Nueva España, desde donde partieron expediciones para colonizar otros territorios como Nuevo León, Coahuila y Texas. Santos Rojo impulsó la riqueza simbólica de la ciudad al dotarla de una imagen que unía la tradición cristiana con el imaginario indígena puesto que el Cristo está hecho de pasta de maíz. Saltillo se convirtió en centro de peregrinación de mineros y pobladores criollos así como en “Colonia Madre” tlaxcalteca desde donde salieron pobladores indígenas a ayudar en la colonización de otros poblados como Monclova, Monterrey o Bustamante. Eso indica que la estrategia de Santos Rojo fue muy exitosa pues integró a las distintas “naciones” y les dio una tradición que parte de lo religioso pero que nutre toda la cultura local y conforma una microhistoria. Inicialmente escribí un cuento de 28 páginas (Camino místico a Saltillo publicado por Editorial Berbera, 1996) pero luego, para explorar adecuadamente la personalidad de Santos Rojo, tuve que ampliarme a tres obras teatrales, dos de ellas ya representadas y una sin estrenar.

-¿Camino Místico a Saltillo, Barón del Nuevo Mundo y Airosas Herederas hablan también de una búsqueda personal y espiritual del autor, de reencontrarse en la vida de Santos Rojo?

Sí claro, todo personaje es un alter ego del autor, para mí Santos Rojo representa los ideales de sabiduría y humanismo que yo he perseguido también. Me hubiese gustado vivir en su época para saber cómo levantar una hacienda de la nada, sobrevivir en un terreno donde hay nativos salvajes y todo tipo de peligros; y resistir al egoísmo, rechazar la cacería de esclavos –común entre los colonizadores españoles­– para privilegiar el arte de la tolerancia y la espiritualidad. Santos Rojo es un ejemplo para mí como persona además de ser un personaje entrañable porque representa la fundación de Saltillo, mi terruño. En Camino Místico a Saltillo visualizo su posible devoción jacobea, la fundación de Saltillo y su enfrentamiento con el capitán Alberto del Canto, jefe de la expedición colonizadora. En Barón del Nuevo Mundo se escenifica los problemas que surgieron en los primeros años de vida de Saltillo, el choque entre los pobladores españoles y los colonizadores tlaxcaltecas, y la invención del Santo Cristo como símbolo unificador de los pueblos. En Airosas herederas, aparecen la viuda y las hijas del fundador y se muestra cómo un grupo de mujeres se vieron obligadas a detentar el poder para administrar las enormes haciendas de la región, herencia de Santos Rojo.

-La dramaturgia ha permeado en toda tu obra desde los años 90, por qué este género?

Mi primera obra teatral se escribió y estrenó en 1997, de ahí proviene mi interés por la dramaturgia. Me encanta el teatro, he participado como actor y productor de obras, pienso que es un arte vivo que confronta a las personas con otras personas, así me encanta el género teatral por lo que detona en la gente: sentimientos y emociones vivas y presenciales, más allá de la mediación de la tecnología. Por supuesto, tuve la enorme influencia de mis maestros Nancy Cárdenas y Hugo Argüelles, el trabajo con el actor y director teatral Jesús Valdés, y las clases de la maestra Román Calvo.

-¿Cuál fue tu primer contacto con la obra de Hugo Argüelles?

En 1980 siendo yo un estudiante de preparatoria en Saltillo, acudí a una función teatral de Los cuervos están de luto, interpretada por alumnos del Tecnológico de Monterrey que, por única ocasión, se presentaba en el recién inaugurado Teatro de la Ciudad Fernando Soler. Yo no sabía nada de Argüelles, antes de la función solamente supe que iba a ver una comedia mexicana. Pero todo un universo se me abrió al ver a estos personajes tan singulares, mal intencionados, bastante sádicos que hacían burla de un ritual funerario. Me encantó la combinación del humor y la sátira de los muertos en un contexto netamente mexicano. Supe que a esto se le denominaba “humor negro” pero aún estaba muy lejos de conocer a profundidad la propuesta teatral de Argüelles. Pasaron años antes de que pudiese leer el texto de esta obra y adentrarme en el universo argüellano, pero el recuerdo de esa función magistral y la risa que me provocó me dejaron marcados para siempre.

“El humor negro nace del dolor […] es una maravillosa forma de responder afirmativamente a la catástrofe […] El humor negro mexicano es una forma de responder al dolor y crecerse en él”, dijo Hugo Argüelles en entrevista con David Magaña. Frase que no tiene desperdicio ni caducidad. ¿De dónde nació la idea de defender la tesis Zoomorfismo en el Teatro de Hugo Argüelles, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México (UNAM)?

En el año de 1993 tuve la oportunidad de conocer personalmente a Hugo Argüelles durante la presentación de su libro Trilogía rural en la Unidad Cultural del Bosque (creo que era el Teatro El Granero). Yo había intentado entrar al diplomado de escritores en SOGEM y no fui aceptado. Pero un buen amigo me dijo que Argüelles, quien era profesor de ese diplomado, daba un taller de dramaturgia particular. Así que, al finalizar la presentación del libro, me aventuré a hablar con Hugo y le solicité que me admitiera en su taller. Él me miró de arriba abajo, me cuestionó sobre quién me había informado de su taller e inquirió quién era yo, qué estudios tenía y cómo se me ocurría estudiar dramaturgia. Prácticamente, me regañó. Luego, con mucha generosidad, me indicó dónde y cuándo presentarme para integrarme a su grupo. Así nació mi gran admiración por Hugo, sus obras, su técnica dramática, su personalidad. Estudié sus lecciones, comencé a escribir obras, tuve el privilegio de acompañarlo a varios estrenos –entre ellos Fábula de la mantarraya quinceañera en el Teatro Casa de la Paz y La noche de las aves cabalísticas en el Centro Deportivo Israelita– y cultivé su amistad durante la última década de su vida. Yo estaba en trámites para estudiar el doctorado en Letras en la UNAM y quería hacer mi tesis sobre la obra argüellana, pero me alarmé al ver la gran cantidad de estudios que ya existía al respecto. Fue el propio Hugo quien me dijo: “el tema de los animales en mi obra nunca lo han tratado seriamente; se dice que mi teatro es un zoológico o animalario y no se ha hablado de aspectos clave como el Nahual o la zoofilia que yo manejo”. Inmediatamente comencé a empaparme del tema del animal como doble mágico del ser humano –esencia del Nahual– lo que me llevó a la antropología cultural. Y luego me topé con toda una rama de la semiótica que se llama zoosemiótica que me sirvió para estructurar la interpretación filosófica del animalario así como para aportar algo distinto en el caudal de estudios argüellanos. Fue una investigación larga y compleja, tuve muchos problemas para salir adelante pero mi examen se realizó en 2008 y obtuve el grado doctoral en Letras Mexicanas.

El dramaturgo Hugo Argüelles.

-¿Qué representa para Armín Gómez Barrios la dramaturga Norma Román Calvo?

La maestra Román Calvo fue más que una profesora para mí, fue una gran amiga, casi una mamá (o abuelita) adoptiva. La extraño mucho, quisiera poder ir a su casa a brindar con tequila y comentar los últimos estrenos o libros o congresos de teatro. Yo la conocí cuando ella ya era de avanzada edad: tenía más de 80 años, pero su energía creativa y lucidez eran las de una joven. Cuando más problemas tenía yo en la UNAM para sacar adelante mi proyecto de tesis, apareció ella de repente y me dijo: “sé que usted no tiene asesor de tesis y su tema es teatro mexicano; yo me puedo hacer cargo”. En ese momento se me iluminó la vida pero fue solo un momento pues pronto Norma me puso a trabajar muy duro y la luz se convirtió en borrasca. Me puso a leer semiótica teatral, autores que yo desconocía, algunos muy difíciles de entender. Me llevó a congresos de teatro, me obligó a hacer buenas ponencias, nos pusimos a investigar y redactar un libro de géneros dramáticos antes de sacar mi tesis. Ya no sabía si agradecerle o salir huyendo… Pero gracias a ella me convertí en un verdadero investigador, entendí el valor de la metodología semiótica y pude desarrollar varias publicaciones. Al final cobró sentido todo el trabajo que hicimos. Ya sin las presiones del doctorado pudimos convivir más y ser amigos, brindamos muchas veces con tequila que tanto le gustaba y hablamos durante horas de teatro. Ella falleció en 2013 a los 89 años de edad y dejó un legado teatral que no se ha perdido en el que destaca su reconocida pastorela ¿Cómo te quedó el ojo, Lucifer? Pero más nos heredó como persona: su calidad humana, su comprensión, su buen humor, su ingenio…

-Háblame de tu relación con la obra de Jesús González Dávila, director de De la Calle (2001).

Sobre el maestro González Dávila escribí un artículo que se publicó en la revista Latin American Theatre Review (Número 48/2 año 2015), en el que reviso el texto y el montaje de su obra Los gatos. Nunca lo conocí personalmente. Me interesa porque es un autor que vivió su infancia en Sabinas, Coahuila. Siendo yo también coahuilense, creo que de ese mundo inhóspito –un pequeño poblado de la región carbonífera– salió su visión crítica de la vida. Y en su obra aborda mucho el tema de los chicos desamparados, jóvenes huérfanos (como fue él mismo) o marginados, expuestos al vicio, la violencia y la prostitución. Pienso que esta sensibilidad la obtuvo de su experiencia coahuilense pues, por desgracia, la pobreza en mi estado es muy grande, muchos jóvenes no encuentran oportunidades y un reflejo de esa situación se advierte en el alto índice de suicidios que ocurren actualmente en Coahuila. González Dávila examina cómo son los chicos de la calle, qué sienten, cuáles son sus expectativas de la vida en medio de la pobreza y creo que esa preocupación no se ve en otras obras de autores mexicanos con tanta claridad. Además su obra tiene una enorme vigencia, por eso obras como De la calle llegaron al cine y se siguen representando en distintos escenarios.

-¿Cómo fue el proceso de publicar Andanzas y Desventuras del Caballero Santos Rojo, a través de Casa Editorial Abismos en 2017?

Fue un logro para mí la publicación de esta trilogía; las editoriales son renuentes a publicar obras de teatro ya que prefieren narrativa (novela, cuento). Afortunadamente, recibí el apoyo de una editorial independiente como Abismos y su directora Sidharta Ochoa que ha movido todos sus recursos para poner el libro al alcance de los lectores, en ferias y exposiciones internacionales. También me ha facilitado el contar con suficientes ejemplares para mis presentaciones en universidades y eventos con mis alumnos y paisanos; a diferencia de otros editores, con Sidharta nunca tengo problemas, tengo los libros que necesito en tiempo y forma.

“Creía que un drama era cuando llora el actor, pero la verdad es que lo es cuando llora el público”, solía decir Frank Capra. ¿Cuál es el concepto propio de drama de Armín Gómez Barrios?

Drama es acción, lo dice Aristóteles en la Poética. Drama es la escenificación de hombres en acción, la visualización del ser humano con la propia materia del cuerpo humano, signos efímeros que se inscriben en un cuerpo vivo. Y esta escenificación es conmovedora, embelesa a las personas al verse a sí mismas en un espejo. El drama te hace reír o llorar, en efecto. El drama llevado al cine o a las series de las plataformas logra conmoverte, aún más el drama en la escenificación teatral. Hace unos días, al inicio del 2019, estuve con mis sobrinas en una función de El beso de la mujer araña en el Teatro Hidalgo de la Ciudad de México, y uno de los protagonistas (Molina) es un presidiario gay que va del humor a la tragedia; al conocer su historia, una de las chicas acabó llorando abiertamente mientras los demás contuvimos la lágrima. El drama es el ser humano en acción y el público se ve reflejado en los personajes, por eso llora o ríe.

-¿Qué opinas del trabajo de las editoriales independientes en México, y en especial de Casa Editorial Abismos?

Me encanta que haya ediciones independientes porque el libro no debe ser propiedad sólo de los grandes sellos; qué bueno el escritor que consigue un contrato en una gran editorial pero todos tenemos derecho a mostrar nuestro trabajo y las editoriales independientes te dan esa oportunidad. Ellas también consiguen espacios en ferias y grandes eventos así que no te sientes menos que otros autores, al contrario, te motiva a escribir más y seguir construyendo tu obra, en tiempos en que la lectura es cada vez una actividad más escasa. Pero el libro impreso llama a la lectura, está ahí presente, ocupa un lugar en el espacio a diferencia de las pantallas digitales (en donde también pueden bajarse los libros) que uno apaga con un click. Ojalá el nuevo gobierno otorgue más recursos a los editores independientes y se siga promoviendo la lectura, en abierta competencia con la tecnología y las redes sociales. Abismos está construyendo su marca, su historia, ha librado ya muchas batallas y no dudo que se seguirá abriendo camino gracias a los esfuerzos de Sidharta Ochoa y ojalá estemos allí con nuevas ediciones para compartir su consolidación.

-¿En dónde puede el lector adquirir Andanzas y Desventuras del Caballero Santos Rojo?

En Amazon y en librerías de FCE, además de otras librerías como la Jorge Cuesta en la Ciudad de México.