Después de que el presidente López Obrador dio por terminada la pesadilla del neoliberalismo, hemos leído y escuchado numerosos comentarios, y a veces absurdos, acerca de este concepto. Es útil, pues, intentar explicar el contenido y los alcances de esa política. Para empezar hay que decir que se trata fundamentalmente de un conjunto de políticas económicas que se han aplicado, no solo en México, sino en la mayor parte del mundo, durante las últimas décadas. En sus términos más generales, se trata de reducir la participación del Estado no solo en la rectoría de la economía sino en los servicios sociales y el conjunto de sus funciones, para dejar operar únicamente las fuerzas del mercado.

De ese principio, se deriva el aspecto más relevante de las políticas neoliberales, que es ´lo que se ha llamado el adelgazamiento del Estado, que tiene como eje la privatización de las empresas públicas. Complementada con la apertura a la inversión privada de prácticamente todas las áreas, incluidos sectores estratégicos como la industria energética, y servicios sociales esenciales, como la salud, la educación, la cultura o las estancias infantiles, por mencionar algunos ejemplos. Esta privatización sin precedentes se acompaña con otra política neoliberal que es la reducción del gasto público, en particular en las áreas del gasto social.

El otro eje importante del neoliberalismo es el abatimiento de las fronteras económicas, esto es, la eliminación o drástica reducción de los aranceles a la importación, y la desregulación de los mercados, sobre todo del sector financiero, a fin de permitir y propiciar la inversión extranjera sin cortapisas de ninguna especie. La eliminación de las fronteras económicas es la política que permite llevar adelante el proceso de globalización y esta es la estrategia fundamental del gran capital internacional para enfrentar la crisis económica que padecemos desde los años setenta del siglo pasado.

 

No se trata de una moda política, ni de una inclinación ideológica, y mucho menos de una influencia académica. Es un asunto de correlación de fuerzas.

 

La desregulación, así como la menor participación del Estado y la supuesta operación libre de las fuerzas del mercado, han buscado justificar la cada vez más grave desigualdad en la distribución de la riqueza, una desigualdad como no se había visto en la historia del capitalismo. Sin embargo, en los hechos, el Estado, en todo el mundo y desde luego en México, ha protagonizado los más cuantiosos salvamentos de empresas privadas, cuando han estado en riesgo de quiebra. Aquí, basta recordar el Fobaproa o el rescate de las constructoras de carreteras.

Si esas son las características esenciales de las políticas neoliberales, en cuanto a las causas de su aplicación en tantos países, hay que destacar que no se trata de una moda política, ni de una inclinación ideológica, y mucho menos de una influencia académica. Como siempre en las políticas económicas, es un asunto de correlación de fuerzas. La crisis estructural que se inicia en los años setenta y no ha podido resolverse hasta ahora, tiene como causa la caída de la tasa de ganancia. Para recuperar su tasa de ganancia, el gran capital financiero internacional, que es la fracción hegemónica en el mundo, recurre a la estrategia de la globalización, y para implantarla utiliza el arma de la deuda. A través del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial exigen a los países subdesarrollados la aplicación de las políticas neoliberales. En aquel momento, como se registra en un libro firmado por la Secretaría de Hacienda, el entonces negociador de México, José Ángel Gurría, advierte que para México aceptar la llamada condicionalidad cruzada (las “reformas estructurales”) significaría renunciar a décadas de industrialización. No obstante, se aceptó aplicar las reformas y en general las políticas neoliberales. Estas, en efecto, han sido una pesadilla para la nación, en tanto han determinado el empobrecimiento de las clases trabajadoras, el enriquecimiento sin precedente de unos cuantos empresarios, que no llegan ni a un centenar, y, lo peor, la entrega de los recursos naturales y humanos al capital extranjero. Por eso es importante dar por terminado el neoliberalismo, pues constituye un primer paso para la reconstrucción de la nación mexicana.