Un invitado que no sea de piedra

Vuelvo a ocuparme de la Unión Europea –la última vez lo hice a fines de mayo–, aunque sé que, al hacerlo, sigo en deuda con el África de nuestra ignorancia y de mi afecto entrañable; y con Asia. Pero la Europa comunitaria, hoy más que nunca importante para el mundo y de interés igualmente prioritario para México, tiene un nuevo parlamento y está renovando sus autoridades, su gobierno.

Esto sucede en tiempos del repliegue internacional de Estados Unidos por una visión equivocada y mezquina, alianzas impías y serviles, y motivos electoreros y vanidad de vanidades del innombrable. Ante el paso silencioso, pero firme, contundente, imparable, de la China de Xi Jinping hacia la conquista del mundo, y ante el retorno implacable del zar Vladimir, exigiendo, legítimamente, su parcela de poder e influencia mundial.

Ante este escenario, resulta imperativo que la Unión Europea esté presente como actor de estatura mundial, al lado de Estados Unidos –y su Splendid isolation nada espléndido– de China y Rusia; y, también de Japón, India, y otros actores internacionales. Pero no en el pobre papel asumido habitualmente por Bruselas, de comparsa de su aliado trasatlántico. Cuyo gobierno es “disfuncional” y lo encabeza un “inepto”, que ha realizado un “acto de vandalismo diplomático” contra Irán, como acertadamente dice Sir Kim Darroch, el embajador británico ante Washington, que ha tenido que dejar su cargo al hacerse públicos sus comentarios.

 

Elecciones y prioridades

La renovación del parlamento europeo y de órganos clave de la Unión Europea –el Consejo Europeo, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo– está teniendo lugar en un momento que Enrico Letta, ex primer ministro de Italia, politólogo de Sciencespo de París y presidente del Instituto Jacques Delors, considera una fractura –la llama la tercera fractura– en la historia de este visionario, noble y complejo proyecto de organización y convivencia supranacional. Precisa Letta que la primera fractura, en los años cincuenta del pasado siglo, dio vida a la Comunidad Europea; y que la segunda, con la caída del muro de Berlín en 1989, unificó al Este y al Oeste.

 

Enrico Letta

La Unión Europea llega a esta tercera fase –esta tercera fractura– exhausta, añade el ex premier italiano, enfrentando un proceso de integración incompleto y cuestionado, cuando no atacado, por líderes y segmentos de la población eurófobos. Porque después de cinco años de crisis migratoria, con miles de muertos e innumerables discusiones en el seno de la Unión y en los países, no se ha llegado a un acuerdo para armonizar la integración y la humanidad –la caridad cristiana de este club del Occidente Cristiano– con la seguridad.

Hay otras asignaturas pendientes de la Europa comunitaria: la agenda social –la Europa del bienestar que las crisis económicas han debilitado seriamente. El medio ambiente –la Conciencia Verde–. La unión monetaria, que requiere de una nueva arquitectura que estabilice al euro y cree un fondo monetario europeo, a imagen del FMI. El presupuesto plurianual de la Unión, que los Estados se resisten a aumentar –a pesar de que se haría transfiriendo impuestos nacionales ya existentes y no nuevos impuestos.

Tema clave es también el de la cooperación militar europea sobre el que trabajan intensamente los gobiernos –con Macron a la cabeza de estas iniciativas. Particularmente después de las críticas injustas y ofensas, reiteradas, del socio trasatlántico, que les han hecho tomar conciencia de que Europa no puede atenerse a la buena voluntad de tal socio.

En este contexto, el presidente francés –que dio al desfile del 14 de julio un “inédito acento europeo”, con la participación, entre otros, de un contingente de soldados españoles– ha declarado que una de las prioridades de su mandato es lograr que las naciones europeas actúen juntas en materia de defensa, lo que no significa –añade– reducir o renunciar a la soberanía nacional ni prescindir de la OTAN.

Es, por otro lado, prioridad de prioridades la revisión y modificación del sistema de elecciones y designación de quienes gobiernen la Unión Europea –sus órganos políticos y el parlamento– y de quienes encabecen sus órganos económicos, de control y consultivos. Como lo confirma la complicada, conflictiva elección de presidente –hoy presidenta– de la comisión europea y otros responsables de los órganos de la Unión, que regirán sus destinos entre 2019 y 2024.

La Unión Europea debe trabajar también en su acercamiento a los ciudadanos –enormes segmentos de la población– que no acaban de sentirse europeos y consideran erróneamente que no es posible ser al mismo tiempo nacional de un país y nacional de Europa. Un error, del que en buena parte son responsables los dirigentes de la Unión Europea, elitistas desinteresados en sus conciudadanos, los que terminan siendo manipulados por líderes y gobiernos eurófobos obsesionados en acabar con la Europa comunitaria.

Beata Wojna, ex embajadora de Polonia en México y profesora del Tecnológico de Monterrey (campus CDMX), hace notar que la Unión Europea tiene, igualmente, que realizar tareas y hacer política exterior –si se me permite expresarlo así– en su vecindario: al sur hacer frente al problema de la migración y de los refugiados.

Al este –sigue diciendo la ex diplomática– la UE tiene que lidiar con Putin y su pretensión de ampliar –de facto– la frontera de Rusia, con Ucrania dividida entre el país que responde a Kiev y los separatistas prorrusos de Donbas, aparte la península de Crimea, de la que se apoderó ya; y con Bielorrusia, a la que pretende integrar como “Estado de la Unión”.

Si hablamos de fronteras de la Unión Europea, el Reino Unido puede llegar a ser un país vecino, si el brexit se hace realidad. Aunque especular sobre este asunto se antoja hacer ciencia ficción. Con personajes cómicos y siniestros, como Boris Johnson, versión británica del innombrable, que aspira a ser primer ministro y dragonea de que hará realidad, do or die –con o sin acuerdo– el brexit, y Nigel Farrage, miembro del partido (político) del brexit ¡y parlamentario europeo!

 

Elecciones rocambolescas

Las elecciones del parlamento europeo, en estos tiempos revueltos, contaron con la participación de un 51 por ciento de los votantes –en 2014 concurrió el 42.61 por ciento. Además, a diferencia de lo sucedido en los comicios de 2014, los dos mayores grupos políticos del parlamento: PPE partido popular europeo (demócrata cristiano) y S&D alianza progresista de socialistas y demócratas, aunque fueron los que tuvieron más votos, no alcanzaron el número necesario de escaños para que la cabeza de lista del grupo más votado, el PPE fuera nominado presidente de la Comisión Europea. Este sistema, llamado de los spitzenkandidaten, que funcionó en la elección de 2014, no pudo ser aplicado.

La mayor concurrencia de votantes ha sido una buena noticia, porque pone un alto a la cada vez menor participación de los ciudadanos; debido en parte, esa mayor concurrencia –y eso es otra buena noticias– al interés de no dejar pasar a la extrema derecha que amenaza a la Unión. Pero también al clamor de los electores –un buen número de jóvenes– por cambios radicales en el gobierno y en los objetivos de esa Europa comunitaria.

El debilitamiento relativo de populares y socialistas repercutió en el fortalecimiento de otros grupos políticos, como es el caso los liberales y de los verdes –estos últimos lamentablemente sin los cargos que les merecería el número y porcentaje de votos que obtuvieron. Hizo necesarias negociaciones incansables para presentar candidato a la presidencia de la Comisión y otros cargos clave, que presumiblemente postularían al socialista holandés Frans Timmermans en la Comisión y al alemán, del grupo de los populares, Manfred Weber, en el Parlamento. Pero en el último momento se retiró esta propuesta, que corría el riesgo de ser derrotada aplastantemente.

Vinieron entonces negociaciones maratonianas, hasta que finalmente apareció la candidatura –con sello Merkel y Macron, a la que se añadió el español Pedro Sánchez– de dos mujeres, conservadoras: la alemana ministra de defensa, Ursula von der Leyden para presidenta de la Comisión Europea y la francesa jefa del FMI, Christine Lagarde que encabezaría el Banco Central Europeo. Los otros cargos clave serían la presidencia del Consejo Europeo, para el liberal belga Charles Michel; el socialista italiano David Sassoli como presidente del Parlamento; y el español, también socialista Joseph Borrell, como ministro de relaciones exteriores – Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Hay que hacer notar que los países de Europa Central y del Este no obtuvieron cargo alguno de importancia.

La final elección –rocambolesca– de Ursula von der Leyden se dio hasta el martes 16 de julio, después de varias reuniones en las que representantes, particularmente del partido social demócrata alemán y algunos más de los verdes, manifestaron escepticismo, cuando no desaprobación sobre las propuestas de la candidata.

La política alemana ofreció, entre otras cosas, un pacto verde, que haga de Europa un continente climáticamente neutro en 2050. Un sistema de vigilancia sobre los valores democráticos y el Estado de derecho en los países de la Unión. Defender la igualdad de género. Un derecho de asilo europeo. Y se dijo dispuesta a ampliar el plazo de 31 de octubre para que el Reino Unido se desvincule de la Unión Europea –lo que dio lugar al escandaloso rechazo de los eurodiputados británicos pro brexit.

La candidata no omitió hablar de sí misma, no solo como profesional, sino haciendo confidencias, sentimentales, como cuando recogió a un refugiado sirio en su casa, que no hablaba alemán y estaba aterrorizado por la guerra civil; y que ahora habla fluidamente idiomas y es líder comunitario de día y estudiante de noche. Recordó que es madre de siete hijos, que sabe la diferencia que hay para toda una vida si los niños tienen acceso a educación, deportes, alimentación saludable y un ambiente de cariño”.

 

Cerco al diablo

Las elecciones del parlamento y las negociaciones para elegir a las nuevas autoridades de la Unión Europea se desarrollaron en una atmósfera no exenta de tensiones ante la amenaza de los dirigentes ultraderechistas, dispuestos a asentar sus reales en el parlamento y continuar su labor de zapa de la Europa comunitaria.

Afortunadamente los ultras, aglutinado en el grupo político Identidad y Democracia, solo obtuvieron 73 escaños, vale decir 9.72 por ciento, lo que no le permitiría intentar bloqueos u otras medidas en perjuicio del propio parlamento. Son, sin embargo, la quinta fuerza de la cámara y aspiran a presidir las importantes comisiones de asuntos jurídicos y de agricultura.

Por fortuna también, las principales familias políticas del parlamento: socialistas, populares, liberales y verdes se han puesto de acuerdo para bloquear cualquier candidatura ultra.

Pero no hay que respirar tranquilos, si se tiene en cuenta que la epidemia ultra –como se titula un libro reciente sobre el tema– actúa y constituye un grave peligro desde los países donde, con excepción de Portugal, Irlanda, Malta y Rumanía, existen fuerzas ultraderechistas relevantes.

A este respecto Franco Delle Donne y Andreu Jerez, en el libro mencionado, nos exhortan a tomar conciencia de que ultras irredentos, como Marine Le Pen y Matteo Salvini, son hoy “alternativas reales de poder en Francia e Italia, dos de los cinco países más relevantes de la UE”.

 

“Es lebe Europa, vive l’Europe, long live Europe”, ¡viva Europa!

Ursula von der Leyden inicia su gestión siendo la primera mujer que accede a la presidencia de la Comisión Europea, de la Unión Europea, obligada a responder a retos de los que puede depender la relevancia o irrelevancia de este proyecto supranacional de convivencia. Yo tengo fe en Europa y en los europeos.

Esta Europa tiene, además, el compromiso de ser, ahora sí, potencia política, como lo está siendo, unida, para neutralizar la política estadounidense contra Irán. Para enfrentar políticamente a un Putin que desconfía de la encarnación de las ideas liberales, que es Europa para el líder ruso. Para competir, no solo comercialmente sino en presencia política con la China presente y contundente en todas las latitudes. Para obligar a personajes como Bolsonaro, que no retire a Brasil del acuerdo de París sobre cambio climático, so pena de renunciar al acceso privilegiado al mercado europeo.

Potencia política con la agenda latinoamericana –y no solo la agenda mediterránea– que España debe recuperar. Hoy que el gobierno del PSOE, el presidente Pedro Sánchez y Joseph Borrell, canciller de la UE, la incorporan al lado de Alemania y de Francia para la toma de decisiones importantes.

La Unión Europea, potencia política, podrá, de la mano de España y de un canciller como Borrell –digno sucesor de un grande, como Javier Solana– contribuir, con México, al diálogo entre adversarios en algún país de la realidad de Latinoamérica, como en tiempos de nuestra diplomacia dorada.

La Europa con agenda latinoamericana en los acuerdos comerciales –y de concertación política– con México, a punto de ratificar su modernización, y con el Mercosur, que está reviviendo después de veinte años.