Todo cambia en un universo dialéctico como el nuestro; México está cambiando segundo a segundo, como cada uno de los mexicanos.

Pero hay de cambios a cambios, y el cambio también cambia; en ocasiones tan lentamente que no se nota, generando un desarrollo en todo y, a veces, quiebra el rumbo y la esencia, para provocar una transformación drástica.

Además, hay cambios para mal, y cambios para bien, según la perspectiva de los beneficiados, o la vista de conciencias preparadas y honestas.

Con esos conceptos de fondo, analizaré, en brevísimo resumen, el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional el 1 de septiembre en 2019, dando su tercer informe.

Informó “al pueblo de México”, pero sin pueblo; y faltó a su deber constitucional con el Congreso de la Unión.

Igual que los presidentes próximo anteriores, dijo su discurso en palacio ante sus exclusivos invitados. El ligero cambio es que el Palacio Nacional ahora es su casa habitación, y que AMLO era el único en el presídium, pues nadie mereció acompañarlo, en ese distinguidísimo sitial.

Otra diferencia es que sin cumplir formalmente un año como presidente, AMLO lleva al menos tres informes. De seguir esta moda, terminará su periodo con 18 informes, mínimo.

Informó: “Estamos transitando hacia una verdadera democracia”. ¿Habrá democracias verdaderas y falsas? La democracia, o es democracia, o no lo es, y tiene como todas las cosas, su inicio y su final.

En casi todos los informes presidenciales del siglo XX y lo vivido del XXI, hemos escuchado: “Respeto a los otros poderes y a las instituciones”, “Un progreso sin justicia es inviable”, “La honestidad y austeridad deben convertirse en nuestra forma de vida”, “La deshonestidad de los gobernantes es lo que más ha dañado a México”, “Acabar con la corrupción y la impunidad es la principal obra del gobierno”, “Nada de condonar impuestos a las grandes empresas”, “En compras del gobierno hemos ahorrado miles de millones de pesos”, “Los lujos y dispendios llegaron a su fin”, “He reducido considerablemente los pagos por publicidad”, “Crecimiento económico, sí, pero con distribución justa de la riqueza”.

Y en todos esos hermosos informes presidenciales hemos oído: “Las remesas de los migrantes aumentaron”, “tenemos un superávit… no al aumento de impuestos… el peso mexicano ha resistido… la bolsa de valores está estable… tenemos finanzas públicas sanas… logramos el bienestar del pueblo… sin justicia no hay seguridad ni paz… Es mucho lo alcanzado, pues hemos hecho lo nunca visto en la historia de México”.

Así, ese tercer informe de AMLO es lo mismo que todos los demás informes de sus predecesores.

Mientras, la realidad nacional persiste en ser la misma, con todas las cosas buenas que tiene y con todas las malas que padecemos.

Y la gente ve que los conservadores de hoy (queriendo conservar su riqueza o su poder, juntos o desavenidos) no están derrotados ni moralmente, puesto que siguen en el poder con una felicidad tan feliz como ofensiva.