La narrativa histórica del proceso revolucionario de 1910 y la apropiación de los simbolismos y valores que la caracterizaron sirvió  para justificar la existencia y los excesos de los gobiernos surgidos posteriormente, incluido el Cardenismo que reivindicó parte de los afanes originales en materia agraria, laboral y de propiedad de los recursos naturales.

El  origen de ese movimiento social fermentó en la oposición a la larga dictadura porfirista, la tradición liberal y el aire fresco que el Magonismo con claros tintes anarquistas imprimió a la lucha, sobre todo en reivindicaciones para la clase obrera y campecina. Algunos historiadores hablan de un millón de victimas por la conflagración, en realidad, fueron muchos menos. Se perdieron más vidas, por la influenza española, la hambruna y las corrientes migratorias hacia los Estados Unidos.

El discurso revolucionario como sostén y justificación del régimen, se fue desgastando y perdiendo credibilidad, tanto por el trascurrir del tiempo, el abandono de las causas e incluso la actuación en contra de los propios postulados revolucionarios, como por la insultante acumulación de riquezas mal habidas de los personeros del gobierno y muy marcadamente la cancelación de ascenso social, por la vía de la educación superior de las clases emergentes. Una elite de herederos de los primeros gobernantes, obturo todos los accesos a los puestos y posiciones políticas. A lo cual, habría que agregar, la pésima conducción de la economía, que llevo al País, a una virtual quiebra técnica.

En los estertores de agonía del viejo sistema de político casi único, se canceló el desfile revolucionario con el ejército como actor principal y se sustituyó por una parada deportiva, donde la burocracia menor se disfrazaba de deportista y marchaba, sin donaire, al “ahí se va”  y los gobiernos panistas de plano le cambiaron la fecha y terminó en la nada.

Hoy el nuevo gobierno, con la vista puesta hacia el pasado y en busca de justificación, y busca apropiarse del simbolismo de la Revolución y encontrar en ella, origen y destino. Se busca reescribir la historia, anunciaron cuadros históricos desde la presencia prehispánica, la conquista, la colonia, la independencia, la reforma y la revolución. Es cierto y coincidimos que los pueblos deben conocer su historia, su evolución y los contextos en que acontecieron. Es bueno volver la vista atrás, pero es muy importante entender el presente y avizorar el futuro.

Vivimos tiempos convulsionados en muchos países del mundo, este siglo XXI se inauguró con diversas manifestaciones masivas de las poblaciones en contra de quienes gobernaban, tenemos las denominadas revoluciones del jazmín en el norte de África como en Egipto, Libia y Túnez, que dinamitaron los acuerdos geopolíticos de la segunda guerra mundial.  Actualmente los reclamos sociales, trastocados en rebeliones masivas, las testimoniamos en  los chalecos amarillos en Francia, y los catalanes se manifestaron en Europa. En América Latina, tenemos los ejemplos en Chile, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua y en Venezuela.

Lo que preocupa y debiera ocupar al nuevo gobierno, es que resulta indubitable que crece y se expande el malestar social, ya no solo entre las clases medias, también entre los productores del campo y en otros segmentos sociales. La conducción económica y la inseguridad, son la piedra de toque. La pradera está seca, una chispa puede generar un incendio. Nadie en su sano juicio puede querer eso para México.