Entrevista con Fernando García Ramírez, Roberto Pliego y Carlos Granés

 

El 30 de agosto del año de 1990, durante el encuentro “La experiencia de la libertad” organizado por la revista Vuelta y presidido por Octavio Paz, el escritor peruano Mario Vargas Llosa realizó una contundente crítica hacia el sistema político mexicano refriéndose a él como “la dictadura perfecta”. Inmediatamente, la declaración generó una intensa polémica entre la clase intelectual mexicana y, al paso del tiempo, se convirtió en la frase asociativa del novelista con nuestro país. Sin embargo, el fuerte cuestionamiento que Vargas Llosa realizó hace casi treinta años a la entonces hegemonía del partido único tricolor no resulta incongruente con la postura liberal que mantiene del autor de Pantaleón y las visitadoras no solo para con México, sino frente a todos los regímenes autoritarios en las últimas décadas en el mundo.

Recientemente, el ganador el ganador del Premio Nobel de Literatura en 2010 protagonizó un evento en el Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México  en el que impartió una conferencia en torno a la caída del Muro de Berlín y dialogó con los asistentes al foro.

Respondiendo a la solicitud de su opinión sobre el actual gobierno mexicano, Vargas Llosa expresó lo siguiente: “Veo muy mal a México y lamento decirlo porque quiero mucho a México. Me temo muchísimo que el populismo, que parece la ideología del actual presidente, nos conduzca de nueva cuenta a la dictadura perfecta… Tengo mucha admiración por México y quisiera que juagara un papel absolutamente  importante como el gran país que es en América Latina, y mucho me temo que este gobierno esté retrocediendo a México, que comenzaba a salir de esa dictadura perfcta”.

A raíz de estas palabras, Mario Vargas Llosa, después de recibir un largo aplauso por parte del público presente, pocas horas después fue aludido de manera indirecta por la esposa de Andrés Manuel López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, quien catalogó al intelectual de un “panfletario perfecto”  en sus redes sociales. Así, el ataque de matiz oficialista, paradójicamente, brinda a los mexicanos una nueva oportunidad de profundizar en la figura y la obra del laureado artista, realizando  un balance además de su creación literaria y su pensamiento político. Con tal fin, Siempre! cuenta con las palabras de tres personalidades conocedoras de la vida y  los libros de Vargas Llosa: Fernando García Ramírez, Roberto Pliego y Carlos Granés.

 

Me temo muchísimo que el populismo, que parece la ideología del actual presidente,
nos conduzca de nueva cuenta a la dictadura perfecta…

 

 

Fernando García Ramírez |  Editor Vargas Llosa y el rey desnudo

Fernando García Ramírez, uno de los editores más importantes de nuestro país, se refiere a Mario Vargas Llosa como el escritor y pensador más importante de la lengua española en nuestro tiempo y comparte una reflexión alrededor de la evolución de su obra a lo largo del tiempo.

“A Vargas Llosa lo conocí muy joven a través de la lectura de La ciudad y los perros. Desde ese momento me cautivó su extraordinaria capacidad de estructurar  sus obras literarias y postura crítica hacia el poder.  Mi obra favorita, en el sentido personal,  es Conversación en La Catedral,  una novela muy compleja en términos de estructura, polifónica, que resultó una obra maestra tanto en el sentido literario como en el político. Sin embargo creo que su novela más importante es, sin duda,  La guerra del fin del mundo, que fue publicada en 1981, una época muy complicada, pero que marcó un cambio muy importante en el pensamiento de Mario Vargas Llosa”.

El consejero editorial de Letras Libres explica que La guerra del fin del mundo representó un parteaguas en el pensamiento del peruano, ya que en el década de 1970 Vargas Llosa había compartido ideas y militancias de corte comunista, mostrando un decidido apoyo, por ejemplo, a la Revolución Cubana. Pero, una vez que dicho movimiento involucionó hacia un sistema autoritario, Vargas Llosa rompió en la ideología roja  y recibió el repudio de los comunistas, lo que lo llevó a reflexionar seriamente en su papel como escritor.

“Muy lentamente durante aquella década de los 70, Vargas Llosa fue acercándose al liberalismo político. Para el final de la década, cuando leía y estudiaba lecturas liberales en el Woodrow Wilson International Center for Scholars, pudo dejar atrás sus ideas anteriores y adoptó el liberalismo con la misma pasión: los resultados literarios de esa transformación política, ideológica e intelectual se concretaron en La guerra del fin del mundo. Esto no es un aspecto menor, ya que en esa novela Vargas Llosa trata el tema del fanatismo y encierra una de sus críticas más agudas al sistema colectivista,  a la idea de que todos deben formarse bajo la voz de un Estado fuerte que rija los medios de producción, los medios de comunicación y demás ámbitos en una sola entidad de poder. Vargas Llosa critico ese concepto desde esta publicación, en donde además aparecía  la figura de un personaje que resultaba una especie de mesías, un iluminado, que comienza una serie de barbaridades en un pueblo brasileño, y que es seguido ciegamente por la población. ¿Qué lección nos puede arrojar esa novela sobre nuestro presente político inmediato? A mí me queda muy claro”.

Refriéndose a la trascendencia de la creación literaria de Vargas Llosa, García Ramírez expone que  la obra del peruano no puede definirse como monolítica, sino como una obra en construcción puesto que acaba de publicarse la su última novela, Tiempos recios, la cual se encuentra dentro de la etapa tardía del escritor, es decir, es muy distinta a las novelas realizadas en su juventud.

“Existe una enorme distancia entre La ciudad y los perros y Tiempos recios. En la última publicación, junto con las de los últimos quince años, podemos apreciar a un Vargas Llosa muy maduro, con un estilo diferente, por ejemplo, al de La casa verde, pero con el sello de un escritor que ya sabe perfectamente lo que quiere decir y posee una economía de recursos muy concentrada y trasmite sus ideas con una gran facilidad  a los lectores”.

En alusión al pensamiento político de Mario Vargas Llosa, el egresado de la UNAM recorre la evolución por la que transitó el Nobel dentro de la corriente del liberalismo.

“A principios de la década de 1980,  Vargas Llosa se va a convertir en un activo  pensador liberal, una persona que comienza a criticar el poder omnívoro, a los dictadores  y a la figura de autoridad.  Su postura tiene que ver mucho ,y lo cuenta en su libro El pez en el agua, con su padre, con el rechazo al papel autoritario, al  golpeador, al progenitor  que regresa y se convierte en un tirano para el joven; con  la  idea de lo que sufrió en carne viva con la tiranía hogareña, cuando asume una posición liberal a ultranza, va a recuperar con brío la critica a la figura y al sistema autoritarios, a los colectivismos en boga. No es de extrañar el comentario que tuvo hacia México y la dictadura perfecta diez años después. Ahora podemos apreciar  que ya no tiene esa idea de liberalismo de a ultranza, pues en el último libro de ensayos, La llamada de la tribu, hace un recorrido por varios pensadores liberales y se advierte que existen algunos reparos a cerca de las posiciones más extremas del liberalismo económico;  pero en cuanto al liberalismo político es muy claro: postula la defensa del individuo frente a los colectivos, frente a los mesías iluminados y los dogmas. En ese sentido, me parece que el pensamiento de Vargas Llosa  representa un faro en medio de estos momentos que estamos viviendo internacionalmente, una época en donde los colectivos, el pueblo, la sociedad, ahora con instrumentos democráticos, apoyan a un caudillo; lo que representa el seguimiento del pensamiento único. Vargas Llosa representa las mejores verdades del liberalismo con mucho conocimiento y con una gran valentía”.

Finalmente, el cofundador de Editorial Clío  opina sobre la descalificación de algunos personajes gubernamentales contra Mario Vargas Llosa.

Me parece que los intercambios que hemos visto al respecto son naturales y propios de una democracia,  que es muy bueno  haya un escritor que le diga sus verdades al gobierno, como en el cuento, ahora  es un escritor el que que señala que el rey va desnudo. Es muy valioso que Vargas Llosa señale que sus intentos mesiánicos, populistas, de control, van a terminar muy mal,  y me parece que la crítica, dentro de este contexto democrático, que señala estos es muy saludable. Veo muy positivo  que el escritor independiente ponga el dedo en la llaga del poder y que el poder se trate de defender con uñas y dientes, y a montón: esa respuesta airada quiere decir que les cala hondo lo que dice Vargas Llosa, que la crítica les pega un punto muy importante para ellos, aunque esa crítica es simplemente  congruente con el pensamiento que el autor ha sostenido frente al colectivismo y el personalismo político. Me gustaría destacar que las novelas de Vargas Llosa no son novelas ideológicas, sino que están llenas de movilidad, de contradicciones, de dudas sobre las diferentes posturas, son obras escritas con una inmensa pasión libertaria; los lectores que se acercan a ellas obtendrán, seguramente, una enorme satisfacción literaria.

 

Roberto Pliego | Escritor y editor  El pensamiento de Vargas Llosa incómodo para los populistas

Si existe una voz nítida y lucida sobre temas literarios en México, esa es la de Roberto Pliego. Colaborador de prestigiosas publicaciones y autor de no menor cantidad de libros, Pliego no duda en catalogar a Mario Vargas Llosa como uno de los grandes escritores de la primera mitad del siglo XX, una figura monumental gracias a la profundidad  y calidad de su obra narrativa y la constancia con la que hasta nuestros días continua su producción literaria. Para quien fuese editor de la revista Nexos, La Casa verde es la novela que mayor fascinación ha despertado en su gusto lector, considerándola un extraordinario ejercicio de forma, una característica muy destacable de las letras del peruano.

“Acerca de las características  de la obra de Vargas Llosa, yo exaltaría la preocupación que mantiene por la formalidad, pues dentro la narrativa se trata no solo de que exista una historia, sino de la manera en que se cuenta esa historia.  En ese  sentido, Vargas Llosa  es ejemplar a la hora de armar una obra: empieza una novela como un arquitecto, primero con la obra negra, y luego complementando todos los elementos del proceso. Además de ello, creo que hay una aparente facilidad en su estilo, en comunicar,  y digo aparente porque para llegar a ese momento de prosa transparente  hace falta mucho pulimiento y mucho trabajo. Desde luego también está la obsesión que posee por el poder y su crítica en muchas de sus formas, pero Vargas Llosa es, especialmente, un gran contador de historias, una faceta que él mismo proyecta en El hablador, con un hombre que se sienta frente al fuego, empieza a narrar historias  y embruja a sus oyentes; esa la considero una de sus grandes virtudes, junto con la enorme cantidad de herramientas estilísticas y formales; esto vuelve al contador de historias un gran novelista”.

Haciendo referencia a la faceta política de Vargas Llosa, el autor de El libro inútil detalla algunos aspectos de su pensamiento liberal.

“Vargas Llosa se ha declarado liberal y de su tradición pueden dar cuenta sus ensayos o el prólogo que realizo a la obra de Isaiah Berlin El erizo y la zorra.  Ese pensamiento tiene una raíz en las desilusiones  que tuvo Vargas Llosa de la Revolución Cubana y luego en el Sandinismo que terminaron en dictaduras. Entonces vemos a un Vargas Llosa siempre preocupado por los movimientos armados, los populismos y los peligros que acarrean”.

 

Roberto Pliego considera que Vargas Llosa es fundamentalmente un narrador que ha sabido ofrecer una visión del mundo a través de sus novelas y que su interés por la vida pública ha impulsado paralelamente su pensamiento político; ambos aspectos, explica se conjugan a la perfección en su obra. Sin embargo, también indica el panorama en el que escucha la voz de Vargas Llosa en relación a la política.

“Ha pasado una cosa en la escena política y cultural: los escritores ya no son voceros de la sociedad como en la época del “Boom”. Pensemos en el papel de  como García Márquez, de Carlos Fuentes y, si miramos al siglo XIX, en el que jugó Rodó. Pero, los posicionamientos de Vargas Llosa, puede que no influyan demasiado en la vida, pero suenan en la arena de las ideas, de la discusión, se hacen sentir y mueven el avispero de aquellos que se hacen llamar de izquierda o de los que a nombre la izquierda terminan siendo unos populistas. Vargas Llosa resulta un personaje incómodo para un tipo de pensamiento unilateral, para ese tipo de pensamiento que cree una sola verdad, una verdad que  tiene que llevarse a cabo a costa de lo que sea. Es ese sentido, es muy necesario revalorar las ideas liberales de un pensador a la altura del Nobel”.

Por último, Roberto Pliego enuncia un buen motivo para leer a Mario Vargas Llosa.

“Siempre he creído la literatura es una visión del mundo y esa visión implica muchas cosas: hay un placer como lector al centrarse con la creación y luego está la reflexión a la que llevan esas obras. En Vargas Llosa encuentro el equilibrio perfecto de ambos aspectos, el placer  de la lectura y el momento en el que uno cierra el libro y empieza pensar sobre lo leído. Vargas Llosa es ejemplar en ello”.

 

Carlos Granés | Antropólogo y escritor  Vargas Llosa, un defensor de la libertad

Desde España, Carlos Granés, un apasionado especialista en la obra de Mario Vargas Llosa, comparte su visión del escritor peruano, a quien considera un clásico vivo y uno de los autores que  modernizó la novela latinoamericana y que desde los años sesenta ha participado muy activamente en los debates sociales, culturales y políticos que han moldeado la América Latina de hoy en día.  Respecto a la obra, quien ganara el Premio el Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco en 2011, repara en algunos títulos para comprender la dimensión literaria del peruano.

“Tengo debilidad, por ejemplo, por Los cachorros. Es una novelita corta que ya le merecería un lugar entre los autores de culto latinoamericanos, tipo Martín Adán o Pablo Palacio. Pero es que ese libro fue, digamos, un simple descanso entre grandes novelas. O novelas totales, como él las llama. Entre estos grandes proyectos tengo predilección por Conversación en La Catedral, porque combina el experimento formal con dilemas humanos de enorme profundidad. No se queda sólo en la superficie. Es vanguardia formal y es una exploración en las causas de la frustración humana y en el efecto del autoritarismo sobre las personas. La guerra del fin del mundo, por otro lado, me deslumbra por motivos parecidos. Su ambición, su manera de abordar la personalidad del fanático, su complejidad forma. Las dos son novelas fantásticas desde todo punto de vista”.

De la misma forma, Granés retoma el tema del fanatismo  como uno de los ejes centrales de la escritura del peruano.

“Vargas Llosa explora con mucha lucidez el fanatismo, ese rasgo de la conducta humana, ese compromiso con unos valores, con unos principios, con unas máximas que pueden llevar a un ser humano a la santidad y a la máxima creativas, caso de los artistas o de los reformadores sociales, o al despotismo y al autoritarismo, caso de los ideólogos y santones. Por otro lado está el poder y los vicios que inculca en el ser humano, la corrupción, el desprecio por el otro, la degradación de quien sólo es un instrumento para sus propósitos”.

Estos aspectos, destaca, se complementan con otros ámbitos para dar como resultado una obra extraordinaria que no deja de ser vigente y realista.

“Las novelas de Vargas Llosa retoman la ambición realista de la novela decimonónica, es decir, hacen radiografías muy detalladas de las sociedades, pero están escritas con las técnicas del modernismo anglosajón. Tiene, además, la profundidad humana de las grandes obras rusas. En todas sus novelas aparecen esas fuerzas ciegas de la naturaleza que arrastran al ser humano hacia su destrucción o la de los otros. Y todo esto anclado a los conflictos de la realidad latinoamericana”.

 

Definiendo el pensamiento político del peruano, el también antropólogo desarrolla el concepto de libertad que enarbola.

“Él es un liberal que entiende la libertad como un valor que debe aplicarse en todos los ámbitos de la vida, desde el económico hasta el íntimo. Las personas deben tener libertad para hacer con su vida y su cuerpo lo que consideren mejor para ellas mismas, sin tutorías del Estado, de la misma forma en que deben tener la libertad para desarrollar cualquier actividad económica que no violente la ley. Y su ideología es importante retomarla; si uno mira la historia latinoamericana del siglo XX, fueron muy pocos los intelectuales que defendieron la libertad como un valor fundamental. Y aunque hoy en día las sociedades son mucho más libres y el autoritarismo no tiene prestigio, la libertad es un valor que necesita ser defendido para que tenga arraigo en las sociedades. Hoy, en tiempos populistas, nadie se define como un liberticida. Y sin embargo la tentación de amasar poder está siempre ahí, latiendo en muchos políticos. En ese sentido, es necesario acercarnos a Vargas Llosa; solo hay que ver su influencia en el Perú. No es una exageración decir que sus artículos han impedid que el país se entregara al fujimorismo, es decir, al autoritarismo, en más de una  elección”.

Al opinar sobre las fricciones del gobierno mexicano con el autor de La fiesta del chivo, Carlos Granés es contundente en señalar el simbolismo de un personaje con la altura intelectual y literaria del creador.

“Vargas Llosa siempre, siempre, siempre es una voz incómoda en contextos donde prima la demagogia y el buenismo artificioso de los populistas o de los aspirantes a revolucionario. Además, él siempre ha sido independiente, nadie le ha dado un carga público, y eso es algo que exaspera a los intelectuales orgánicos, sobre todo a los intelectuales orgánicos de gobiernos populistas. No hay nada que deteste más Vargas Llosa que los revolucionarios subvencionados; subvencionados, además, por Estados pobres, que pierden toda su independencia por mendigar las dádivas del tiranuelo de turno”.