Entrevista a América Molina del Villar/ Historiadora

Desde que se anunció su aparición, el COVID-19, conocido coloquialmente en México como coronavirus, ha puesto en suspenso a una cantidad importante de países en el mundo en tanto sus cifras de contagio  y mortandad han aumentado.  Con la confirmación de los primeros casos en suelo nacional, las alertas se encendieron e inmediatamente se produjo una situación de suspenso alrededor de la amenaza, acompañada del surgimiento de una gran cantidad de información muchas veces carente de formalidad y respaldo.

Ante tal escenario, resulta valioso contar con la perspectiva de especialistas que puedan aclarar el panorama  desde diversos campos del conocimiento, siendo la de las ciencias sociales una de las ventanas más interesantes por explorar al respecto, pues, específicamente desde la historia, es posible conocer cuáles son las experiencias que nuestro país ha adquirido a lo largo del tiempo y cómo pueden servir frente a el reciente desafío.

La doctora América Molina del Villar es una prestigiosa historiadora que ha enfocado su trabajo a desastres, epidemias y crisis de subsistencia en México durante los siglos XVIII y XX, y compartió con Siempre! importantes aspectos para comprender estos terroríficos fenómenos de salud pública, no sin antes esclarecer algunos  conceptos clave.

“Primeramente es necesario hacer una distinción entre lo que es una epidemia y una pandemia.  La epidemia es una enfermedad de carácter infeccioso que afecta una localidad o región, y la pandemia, que no estamos todavía en esa fase respecto al COVID-19, es una enfermedad de mayor alcance, de mayor impacto demográfico y que afecta a varios países del mundo a la vez. Ahora, es muy importante estudiar este tipo de fenómenos desde la perspectiva de las ciencias sociales, porque no es la primera vez que nos encontramos frente a una emergencia generada por una enfermedad con estas particularidades que suele ser estudiada primordialmente desde el punto de vista médico y biológico; sin embargo, es trascendental la contribución, por ejemplo, desde el  ámbito de la historia, la sociología y la política,  porque si bien hay un  avance en cuanto al conocimiento científico respecto al control y  la prevención  de estas enfermedades, existen ciertas reacciones de la sociedad que se van  repitiendo a lo largo de los siglos y creo que las ciencia sociales , y en particular el quehacer del historiador, enriquecen mucho lo que sabemos, ahora, sobre el COVID-19. Esta situación es algo que ya hemos vivido y conocemos muy especialmente los mexicanos a partir del periodo de contingencia sanitaria en el año 2009 con el brote de la influenza subtipo H1N1, momento que me parece pertinente para realizar una analogía con las circunstancias actuales”.

La investigadora del CIESAS apunta que gracias a las diversas fuentes, mayoritariamente escritas y pictóricas, los historiadores son capaces de identificar las diferentes epidemias que han azotado el territorio, primero de la Nueva España, luego del México independiente. En ese sentido, la especialista identifica el caso de la viruela como un referente indiscutible.

 

 

“La viruela, junto con otros brotes, ocasionó una disminución demográfica muy drástica durante el siglo XVI. Esto se debió fundamentalmente a que la población no contaba con defensas inmunológicas porque era una enfermedad desconocida entre una sociedad que podemos definir de características vírgenes. Es posible que mediante otras referencias como análisis de tipo histopatológico o epidemiológico se pueda detectar si existían en aquel tiempo otro tipo de viruelas, pero las de carácter viral afectaron de forma muy sensible a la población indígena. Transcurrido el tiempo, la viruela se volvió una enfermedad endémica, con su propia periodicidad y paulatinamente afectó cada vez menos a la población adulta, dato que no es menor pues resulta elemental estudiar a qué sectores poblacionales afecta determinado evento epidemiológico; al final se le puedo hacer frente a esta epidemia óptimamente, pero no hay que olvidar que mientras existan organismos vivos de cualquier tipo, es imposible que desaparezcan los virus y las bacterias”.

A lo largo de su trayectoria académica, Molina del Villar ha podido identificar múltiples factores que, en diferentes medidas, intervienen en la propagación de las enfermedades infecciosas, pero que no solo tienen relación con el aspecto de la salubridad, sino con condiciones  y reacciones sociales.

“Cuando se trata el tema de las epidemias a lo largo de la historia,  es necesario considerar fundamentalmente el aspecto de la sanidad. Durante la propagación de muchas enfermedades no existían normas de higiene general como el lavado de manos, el ambiente era insalubre y casi no se utilizaba un espacio funcional como baño, no había inodoros y el manejo de las heces fecales era muy deficiente, perdurando esta situación incluso a principios del siglo XX en diferentes partes del mundo; teniendo en cuenta estos elementos puede explicarse, por ejemplo, el porqué de la gran mortalidad infantil debido a enfermedades gastrointestinales durante esos años.

“Pero la sanidad no es lo único que es digno de identificar, la pobreza es otro de los factores de riesgo importantes en el rubro de las epidemias, agravando considerablemente la propagación de la enfermedad. Sin duda se ha avanzado mucho en el campo de la medicina para combatir estos escenarios con el uso de antibióticos y antivirales, pero en la actualidad aún existen enfermedades que no deberían provocar la mortalidad que producen  en África o en las zonas marginadas de nuestro país y esto es consecuencia de su contexto precario”.

Paralelamente, la doctora en Historia por El Colegio de México explica que también deben observarse las políticas de prevención que se implementan frente a una emergencia sanitaria, pero aún más reveladoras resultan los patrones que sociales que se repiten en las contingencias como el miedo al contagio y la estigmatización a ciertos grupos sociales, como puede corroborarse con la peste negra que originó una fuerte discriminación hacia los judíos y los gitanos. En estos días, continúa,  el rechazo apunta hacia los ciudadanos chinos, de una manera similar al que cayó sobre los mexicanos con la contingencia de 2009. Dichas reacciones traen consigo posturas económicas y políticas diversas.

“Una de las medidas que se pueden observar cuando ocurren los brotes, por ejemplo con la pandemia del cólera o en algunas  enfermedades de carácter generalizado, el establecimiento de cercos sanitarios, como ahora la están haciendo China  e Italia;  el impacto económico, comercial, en las actividades productivas, es siempre muy cuando esto ocurre. En el aspecto político también se abre una brecha de poder  dentro el manejo y el control  de la emergencia sanitaria; haciendo referencia al mismo tema,  lo que sorprende mucho es el manejo  de los medios de comunicación: en CIESAS realizamos un número especial del periodo la contingencia en 2009 en México y notamos que  los rumores y el manejo de la información corrían más rápido que la misma enfermedad. Ahora vemos en las redes la generación de  miedo y eso es algo que captar la autoridad y  es posible que de ello se derive una inamica de manipulación”.

La también autora de Guerra, tifo y cerco sanitario en la ciudad de México, 1911-1917, reflexiona acerca de los parteaguas que una epidemia marca en las diferentes sociedades.

“Después de una epidemia, el desarrollo  de la microbiología representa un paso muy importante como no lo ha enseñado las contingencias pasadas: después de la peste del siglo XVI que mató a 24 millones de personas, se comenzaron a implementar antibióticos y se tomaron medidas generales de prevención. Igualmente, los avances científicos en la materia son muy dignos de considerarse, junto con las acciones de control. Al remontar las crisis de salud, la humanidad ha dado pasos extraordinarios como la aparición de las vacunas, la inoculación, sin mencionar los logros de la erradicación y en ámbito de la higiene individual y colectiva”.

Finalmente, América Molina del Villar se pronuncia sobre la postura esperada del gobierno y los ciudadanos mexicanos en aras de superar la amenaza del  COVID-19

“Esperemos que la atención médica primaria y la infraestructura se encuentren en una buena condición para hacer frente a la problemática y también que se haya aprendido de la experiencia que tuvimos los mexicanos en 2009, además de que el coronavirus parece no alcanzar una dimensión tan alta en cuanto a las afectaciones. Tengo confianza en que la emergencia de la influenza H1N1 nos haya enseñado especialmente a no generar noticias falsas y a comportarnos de una manera racional, con precaución, pero no con pánico. Creo que hemos adquirido ciertas prácticas positivas de higiene, en el aspecto general, y toda la sociedad mexicana debe esperar que el gobierno y los ciudadanos actúen de manera eficaz y segura”.