Entrevista a Jorge Obregón |  Paisajista

 

Para José Carlos Osorno y Alfredo Vida, por su compañía.

Definido como “la región más transparente del aire” por Alfonso Reyes, el Valle de Anáhuac es probablemente el más entrañable de los escenarios que habitamos los mexicanos. Y es que aunque al paso  de los años, tristemente, nos esforzamos por extinguir lo que nos queda de la níveos volcanes de Bernal Díaz del Castillo o el azul infinito del cielo de Paula de Kolonitz, lo cierto es que lejos de la mancha urbana todavía restan esos espacios etéreos en que se los sentidos pueden maravillarse como lo hicieron las generaciones de los siglos pretéritos.

Estos sitios, aguardan con paciencia a un artista, un aventurero con el genio suficiente para capturar el tiempo y la sensibilidad idónea para transmitir las emociones; en nuestros días, el más destacado de esos artistas es, sin discusión alguna,  Jorge Obregón, quien a través de su pintura es capaz de regalar a los espectadores una sublime experiencia estética en toda la extensión de la palabra . Siempre! fue recibido por este maestro de pincel y lienzo en su estudio al sur de la Ciudad de México y emprender una travesía fascínate de la mano de su historia y sus vivencias, que comienzan con una formación  y un mentor envidiables dentro de rubro del paisajismo.

 

 

“Yo estudié en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y mis clases comenzaban a las siete de la mañana. En esos años alrededor de la escuela existían todavía milpas y vacas, y me percataba de que  estábamos rodeados de naturaleza preciosa que contrastaba con las casas y edificios  de los que vivíamos rodeados. Entonces, en las horas dentro de mi horario de estudios libres me aventuraba al campo a pintar, a dibujar,  las montañas, las milpas, los volcanes. Es en la ENAP, cuando empezaba mi vocación de paisajista,  donde conozco al maestro  Luis Nishizawa, quien me enseñó “Técnicas, materiales y procedimientos”, ese era el nombre de la asignatura, pero además me instruyó con cómo poner una tela, hacer los pigmentos, los colores, todo lo que conllevaba la alquimia y la cocina de la pintura. Nishizawa fue quien  fomentó en mí el amor a pintar paisajes en vivo y no con a través de fotografías, y con él salí muchas veces al campo a realizar obra, fui su asistente por años y aprendí de primera mano sus técnicas, sus lugares predilectos para trabajar. Esas experiencias junto con la admiración  a la enorme tradición mexicana de nombres como Velasco, el Dr. Atl, Landesio y Goitia, fueron mis principales  inspiraciones para convertirme en un paisajista”.

Detrás de unas espectaculares esculturas de diversos volcanes que él mismo realizó con precisión milimétrica, el maestro Obregón sintetiza una impresionante trayectoria que desde hace ya varias décadas lo ha llevado a plasmar paisajes a lo largo y ancho del mundo, sin dejar de mencionar que la enorme mayoría de su obra son reconocibles los espacios mexicanos.

“Primeramente, para mi proyecto de titulación en 1994, que se llamó Volcanes en México. Una experiencia al aire libre, me propuse viajar de Veracruz a Nayarit pintando los volcanes ubicados en el Eje Volcánico mexicano, en el paralelo 19,   y así pude representar todas estas formaciones en un lapso de dos años. Hacia el año de 1997 obtuve una beca para ir a España y pintar los Pirineos para un proyecto llamado Luz del Pirineo catalán, en donde pude plasmar paisajes desde un solo pueblo pero  en verano, otoño e invierno. Después fui al norte de Finlandia para trabajar en el conocido fenómeno del sol de medianoche y  también estuve en Japón para pintar 36 perspectivas el monte Fuji, siguiendo los pasos de  Katsushika Hokusai. De entre mis últimos trabajos destaca el proyecto Remanentes de la cuenca, que busca analizar de dónde viene el agua de la parte sur oriental dela cuenca del Valle de México, lo cual implica estudiar, por ejemplo, los glaciares del volcán Iztaccíhuatl y las afluentes de Xochimilco; esto último he podido lograrlo gracias a diferentes mapas pero también a sobrevuelos en avioneta. De ahí se han producido una serie de pinturas de los últimos asentamientos lacustres en Tláhuac, Xochimilco y Chalco”.

Pero antes de decidirse a pintar un paisaje, Jorge Obregón realiza una rica investigación documental que le permite adentrarse a fondo en cada una de las obras y conocer todo lo que conlleva un paisaje determinado.

WEs muy importante realizar una investigación propia antes de comenzar a trabajar alrededor de un tema. Existe una gran cantidad de datos que te permiten enriquecer tu trabajo como pintor y que se complementan con técnica. El conocerlos aspectos geológicos, geofísicos e incluso antropológicos de un sitio es esencial, además de la hidrografía  y las especias vegetales y animales que se encuentran en él.  Igualmente acercarse al ámbito histórico es trascendental en tanto existen, por ejemplo, numerosas edificaciones ceremoniales prehispánicas a más de 5 mil metros de altura y tienen un simbolismo profundo, pues se encuentran relacionados con los ciclos agrícolas o los solsticios. No me gustaría dejar de mencionar, también, la convivencia con las comunidades y su cosmovisión, debido a que las poblaciones de los volcanes mantienen costumbres fascinantes y que son prueba del sincretismo cultural mexicano. Tal es el caso de los llamados graniceros o tiemperos que pueden predecir el tiempo gracias a conocimientos ancestrales y que te permiten y  te guían para subir a pintar desde determinado lugar”.

Ya con un conocimiento pleno y la ruta trazada, el artista nos comparte cómo es el proceso con el que crea un paisaje, considerando que los cambios de luz y otros factores hacen que su tarea de paisajista muchas veces se convierta en una carrera contra el tiempo, pudiendo elaborar una pintura en menos de una hora, pero tras una observación de hasta seis.

“Para iniciar el proceso es necesario tener un lienzo fondeado sea en azul o en rojo, con la técnica veneciana; esto depende de las tonalidades que se deseen obtener o de la época del año. No es prudente llevar un lienzo en blanco porque la luz que se refleja en él deslumbra mucho. Una vez hecho, se comienza a dibujar con carboncillo y después a “manchar” con los colores con que se cuenten en la paleta. A pesar de que parecen pasos muy bien definidos, el paisaje es algo muy espontáneo y que te impone retos conforme lo vas trabajando, además de que requiere un gran trabajo de observación, de aprender del paisaje mismo, de saber cómo captar sensaciones, experiencias de los sentidos e interpretarlas y comunicar.  Lo más difícil es pintar el aire, lo etéreo, trasmitir el frio, la neblina, la humedad. De igual manera, se requiere considerar el estado del tiempo para elegir una técnica, pues cuando hace mucho frío no puedes trabajar la tinta o la acuarela porque se forman cristales de hielo en el cuadro, pero sí puedes usar el óleo que además te permite corregir detalles a diferencia de las anteriores”.

Los relatos del maestro Obregón, sin embargo, estarían incompletos sin la dosis de aventura que acompaña a cada uno de sus paisajes. Y es que tomando en cuenta que también gusta del alpinismo, este mago del caballete emprende una auténtica travesía siempre que decide dialogar con un nuevo escenario.

“Cuando llevas tiempo dedicándote a pintar paisaje, la disciplina en tu logística se vuelve algo natural, aunque no quiere decir  que se pierda la dinámica y la adrenalina de la labor. Desde subir un volcán o una montaña cargando un lienzo, muchas veces grande, a la espalda hasta luchar contra las corrientes de aire se lo quieren llevar, el paisajismo está lleno de vivencias similares. Se trata de montar un campamento en la nieve, cocinar a la intemperie, llevar instrumentos especiales como guantes con las yemas descubiertas, cargar con un equipo contra venenos de algunas criaturas y evitar miradores en carreteras por el aspecto de la seguridad. Pero todo vale la pena mil veces”.

Finalmente, Jorge Obregón se despide con una reflexión respecto al deterioro de los espacios naturales, más visible conforme pasan los años.

“Me produce mucha tristeza y nostalgia constatar como los seres humanos hemos estado acabando con la naturaleza. La falta de consciencia entre las autoridades y la sociedad da como resultado que, por ejemplo, el volcán de La Cantera, considerado por el Dr. Atl para realizar su ciudad, “Olinka”,  haya sido convertido en un basurero y que la deforestación se encuentre devastando los bosques. Es preocupante ver los paisajes llenos de basura o sin una regulación de protección y visitas que hace que una cantidad enorme de gente llegue hasta ellos y los dañé por el simple hecho de tomarse una fotografía para las redes sociales.  El cambio climático es una realidad que puede percibirse en el hecho de que ha desaparecido una capa enorme de hielo de la cimas de los volcanes y que ya no podremos recuperar.  Desde una perspectiva, espero que mi pintura pueda servir para darnos cuenta de que aún tenemos bellezas naturales junto a nosotros y que es nuestra responsabilidad preservarlas”.