Los diputados de Morena y sus cómplices pretenden eternizarse en el cargo. Ya les gustó vivir del presupuesto. Es bonito no hacer nada. A lo bueno se acostumbra uno fácil, dice el dicho.

Los que nos prometieron la 4T no inventaron la reelección de los legisladores; fueron los priistas y sus cómplices: los panistas y los verdes; lo hicieron en 2014. Los morenos son responsables de la intentona de pretender distorsionar el sistema democrático; de viciar el principio de que en una elección las partes deben jugar en igualdad de condiciones.

Lo aprobado por los diputados, al parecer, no va a prosperar en el Senado; ya lo declaró Ricardo Monreal. No hay que confiarnos, sobre todo si tenemos presente dos circunstancias: una, que es político; la segunda, lo que dice Maquiavelo: a un príncipe, léase político, nunca le faltaran razones para no cumplir su palabra.

Una norma constitucional que estuvo vigente muchos años prohibía a los actuales legisladores reelegirse (art. 59); como lo he dicho se modificó en 2014; se les permitió reelegirse, a los senadores dos veces y a los diputados cuatro.

Había un inconveniente: los priistas y panistas omitieron disponer que los legisladores en activo podrían hacer campaña para reelegirse sin estar obligados a separarse temporalmente del cargo. ¡Qué gran injusticia!

Los diputados de Morena, aprovechándose de que estamos preocupados y distraídos por la epidemia que nos asola, quisieron llevar agua a su molino: intentaron remover el obstáculo.

Se les hace injusto hacer campaña sin tener las ventajas que trae aparejado el cargo: sueldo, inmunidades, gastos y demás prestaciones. Consideran que es contrario al más elemental sentido de justicia que los separen, aunque sea por poco tiempo, de las ubres del presupuesto. Claro que es injusto.

La reelección de los legisladores y el hecho de que pretendan hacer campaña estando en el desempeño del cargo, trae aparejados muchos problemas; haré referencia a algunos:

Para valorar cabalmente las observaciones que aparecen a continuación, se deben tomar en consideración algunos elementos importantes: uno, que la revolución de 1910 sostuvo un ideal anti reeleccionista; dos, que en una democracia incipiente, como lo es la mexicana, debe existir un juego parejo y equitativo entre los candidatos a ocupar los cargos de elección popular; y la tercera, que la ciencia política aconseja que para evitar opciones violentas, los espacios públicos deben estar abiertos, en todo momento, a las nuevas generaciones.

 

Uno

En la democracia mexicana la no reelección es un principio irrenunciable; su conquista  implicó el sacrificio de un millón de mexicanos; en respeto a los caídos, no debería ser admisible, cuando menos, en ninguno de los cargos de elección popular directa.

Las cosas grandes, buenas y malas, comienzan por poco; la reelección de unos, puede llevar a la de todos; nunca debió haberse permitido las de los legisladores, tanto federales como locales. La 4T tenía la gran posibilidad de restaurar el principio maderista de no reelección absoluta; no lo hizo; sus diputados ahora pretenden enterrarlo.

Si lo hicieron por sí, su acción es reprobable; si lo hicieron por instrucciones que recibieron de lo alto o del sagrado corazón, para tantear el terreno, alarmante. No es de esperarse que provenga de alguien que dice inspirarse en los ideales del presidente Madero, entre otros.

Todos deseábamos que la 4T eliminara la reelección, redujera el número de zánganos que hay en ambas cámaras, que adelgazara el aparato burocrático, como lo comenzó a hacer, acabara con la incompetencia, improvisación e introdujera la democracia en los sindicatos y que diera fin, en verdad, a la corrupción.

Lo ideal sería que la 4T acabara con el oficio, que no es profesión, de político. Terminara con esa casta privilegiada que eternamente medra con los fondos públicos.

 

Dos

Que los legisladores en ejercicio lleven una ventaja sobre sus posibles adversarios, por donde se le vea, distorsionará el juego democrático y derivará en que una camarilla se eternice en el poder.

Se acentúe el problema de que se hace de la política un oficio como patrimonio que es heredable. Esa circunstancia, entre otras, hizo que el PRI perdiera el poder

Los actuales legisladores consideran que el cargo y los privilegios que conlleva, son parte de su patrimonio, por ello, cuando reforman el marco normativo que les exigía dejarlo temporalmente, no hicieron más que defender lo que es propio.

 

Tres

La reelección permite la circulación de las elites, lo que implica que la clase gobernante se anquilosará hasta convertirse en una gerontocracia. Este vicio ya se nota en la administración pública federal.

El que una sociedad esté anquilosada implica que perderá porosidad y que las nuevas generaciones que intenten ingresar a la política no encuentren espacios y que, para hacérselos, recurran a la violencia. AMLO es un ejemplo, los priistas no le abrieron el espacio que él reclamaba; se lo abrió solo, al margen de la voluntad de los dinosaurios y, aun, en contra de ella.

Este es un tema medular: el de la no circulación de las elites. Este fenómeno deriva frecuentemente en considerar que la única vía para desplazar a la clase gobernantes es la violenta.

En el pasado, en el siglo XIX, la reelección dio origen a una casta inamovible; esto, unida a una generalizada injusticia social y mala distribución de la riqueza, propiciaron la revolución de 1910; la reelección unida a otros vicios pudieran llevar a conformar un poder absoluto.

No quisiera suponer que lo que se está haciendo los morenistas es con el fin de retener el poder eternamente; que pretenden eliminar las barreras que hay para impedir un gobierno absoluto; no quiero pensar que llegaron para quedarse.