Sin decir sus nombres, ellos van a saber a quienes me refiero. Bueno, siempre y cuando lean este artículo.

Les platico: En medio de lo que llamo mi “indiscreción controlada”, comenté con dos amigos lo que cuatro estamos haciendo desde poco antes de que estallara la pandemia que hoy nos surte a todos por todos lados.

Uno me dijo, palabras más, palabras menos, mientras a través del teléfono lo adivinaba comiéndose se segunda paleta de chocolate helada al hilo, apoltronado cómodamente en el bello atrium de su confinamiento: ¿Cómo te animas a hacer eso en medio de la peor crisis de que se tenga noticia?

Y la otra me escribió: Qué gusto saber de un proyecto como ese que traes entre manos y más aún en tiempos turbulentos como éstos.

Aprecio mucho a los dos y después de haberles escuchado y leído, no niego que el primer mensaje me hizo titubear por un momento, nomás mentalmente, conste: “¿estaré haciendo lo correcto?”; pero el segundo detonó aún más mi entusiasmo para seguir metiéndole todo e ir más allá de la “prudencia pusilánime” que otros se auto recetan día a día y les atrofia sentidos y reflejos.

Ya les platicaré en su momento en lo que andamos, y por lo pronto, ¿qué tal si les pregunto a quienes hoy me leen?: “¿Qué estás haciendo con tu confinamiento de Total Home?”

Es que, una cosa es cuidarse y atrofiarse y otra muy distinta es, atreverse en medio de las obligadas precauciones del momento.

Lloras o te pones a vender pañuelos. Ese es el gran dilema.

Mi mamá se acaba de morir. La lloré un ratito, pero apenas lo hice, me repuse y me compuse, porque me di cuenta de que la mejor manera de honrar sus enseñanzas es detonar lo que anida en mi interior para sacarle provecho.

A Mi General le dije mientras hablábamos hasta la península: “A nadar como los atunes”, y mientras se preparaba su segundo capuchino, me ecualizó al instante: “Como los salmones”.

Y pensé: Esto es lo que nos ofrece a TODOS la emergencia sanitaria: O dejamos de nadar, o nadamos con la corriente, o lo hacemos contra la corriente.

Los que optan por la primera alternativa, a lo mejor se ahogan.

Los de la 2ª, quizá sobrevivan.

Y los de la 3ª vamos a crecer mientras otros se achican.

El 13 de marzo pasado, con la pandemia pisándonos los talones, se armó la presentación de mi libro en medio del inmenso temor de que no se pararan al evento ni las moscas.

Hubo casa llena y entre todos nos saludamos a distancia y con los codos.

Ah cómo les agradecí que hayan ido, desafiando los tempranos temores de lo que se nos venía encima.

Que yo sepa, ninguno de ellos está hoy afectado por el virus; bendito sea el Dios de Spinoza por eso y muchas otras glorias más.

Y al preguntarte otra vez: ¿qué estás haciendo en ésta pandemia?, no resisto la tentación de decirte que durante los dos años que Isaac Newton estuvo encerrado en su casa de Woolsthorpe, debido a la peste bubónica, hizo algunos de los importantes descubrimientos científicos que lo hicieron inmortal. Eso ocurrió en Inglaterra alrededor del año 1720.

Durante el brote mundial de cólera de 1820, también confinados en sus casas, Hans Christian Orsted descubrió la conexión entre electricidad y magnetismo.

Amadeo Avogadro creó la ley de gases. Fritz Wöhler sintetizó la urea y acabó con el vitalismo; y Michael Faraday descubrió la inducción magnética.

En 1920, la gripe española –la más mortífera de la historia– acabó con la vida de 100 millones de personas y al quedarse en casa, Vladimir Zworikin inventó el tubo de rayos catódicos y con ello sentó las bases para la aparición de los primeros televisores.

Y en éste 2020 brota el Covid-19, un nuevo desafío para la humanidad, donde el tiempo de oportunidades es el mismo para todos.

A muchos países –como México– esta pandemia los pescó muy mal parados. Y en medio del mar de lamentaciones por los errores de los gobiernos anteriores, los mexicanos tenemos una nueva ventana de oportunidad para poner en práctica el ingenio y la proverbial creatividad que se nos reconoce en el mundo.

En medio de un panorama de indicadores agoreros de desgracias, ¿por qué no nadar contra la corriente como los salmones?

Hoy requerimos más esfuerzo que el habitual, es cierto, pero las oportunidades son proporcionalmente mayores que las que se dan en un escenario favorable:

Cuando cien compiten en un campo lisito, apisonado, libre de abrojos y de espinas, la lucha es despiadada, porque todos están activos; son cien contra cien.

Y cuando el terreno está minado, y de los cien, 50, 60, 70, 80 o más se paralizan por el miedo de salir volando por los aires, los que sí se mueven con todas las precauciones debidas, encuentran menos competencia.

Si alguien le pega luchando contra 99, gana; pega un hit. Y si alguien le pega luchando contra 50, 40, 30, 20 o menos, va a ganar mucho más; se va a volar la barda.

Entonces, la prudencia excesiva en la pandemia, atrofia.

Ahora que se murió mi mamá, la tuve para mí y a solas por dos horas y de pronto me escuché diciéndole: “te esmeraste mucho intentando ser sutil al decirme tantas cosas, pero por suerte, no sé captar las indirectas, así que, dímelo ahora en el lenguaje del corazón que no ocupa las palabras. Dime, viejita, dime”, y cerrando mis ojos junto a los de ella, entendí:

La abundancia de precauciones aminora la intensidad de nuestra vida.

Aventúrate, y sin dejar de cuidarte, arriésgate.

El camino que más debe llamarte la atención, es el desconocido.

Abraza a tu trabajo, pero más a quien te ama.

Cuida lo que tienes, pero más a quien te tiene.

Ve por todos los que puedas, pero inclúyete tú en ellos.

Firmeza en ti, más no dureza.

 

CAJÓN DE SASTRE

“¡Gloria!”, exclama la irreverente de mi Gaby.

placido.garza@gmail.com