Editorial

 

El sábado 13 de febrero la Policía Estatal de Veracruz y la Guardia Nacional tomaron el Palacio Municipal de Orizaba para desarmar a la policía local. Lo hicieron con el pretexto de verificar que la policía local tuviera licencia para portar armas de fuego y garantizar el orden y la paz en la región.

El operativo se llevo a cabo con tácticas de “golpe de Estado”, al margen de la ley, sin investigación de por medio  y con la clara intención de dañar la imagen de un gobierno municipal de oposición que tiene una de las policías mejor calificadas.

Este atropello lanza una preocupante advertencia sobre el uso político electoral que se pretende dar a la Guardia Nacional en el país. El gobernador de Morena, Cuitláhuac García, es uno de los peor calificados en el ranking de mandatarios locales y pretende obtener —por medio de la arbitrariedad—, lo que no podrá ganar legítimamente en las urnas.

 

Y aquí empieza la carta a la Fuerzas Armadas.

Señores integrantes del Ejército y la Armada de México: ¿Están conscientes del daño que este gobierno está provocando al prestigio de una institución que se ha distinguido históricamente por su lealtad a los principios más importantes de la república?

¿Cuál es para ustedes las fronteras entre la obediencia ciega y la lealtad institucional, cuando hay un gobierno que atenta un día y otro también contra el orden constitucional, la democracia y el patrimonio de los mexicanos?

Vemos con profunda preocupación cómo la llamada Cuarta Transformación destina cantidades inéditas de recursos al Ejército y coloca a militares en cargos de gobierno con la finalidad de cooptarlo y obligarlo a acatar cualquier tipo de decisión por más despótica que sea.

Han aceptado con sumisión inexplicable ser utilizados para legitimar los excesos y desvaríos del presidente. Ustedes saben que el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya, la refinería Dos Bocas, “Sembrando Vida”, son proyectos condenados al fracaso y del cual a ustedes van a ser responsables.

No, no nos gusta a quienes fuimos educados en el respeto a las Fuerzas Armadas de México, ver a sus titulares sentados en la “mañaneras”, con la cabeza baja, escuchando cómo ese hombre que cree ser dueño del país, destroza a la nación, sin que nadie, absolutamente nadie, se atreva a hacer o decir algo.

Esta no es una carta para pedirles que den un golpe de Estado. Este es un llamado para que la institución que encarna los valores más sublimes de servicio a la patria, se atreva a decir: “No, señor Presidente”.

Ustedes saben que este régimen ha dinamitado los equilibrios de poder. Saben que la amenaza y el chantaje son los instrumentos que utiliza el régimen para doblegar a los partidos de oposición, al Poder Judicial, a los empresarios, a los medios de comunicación y también, a los militares.

¿Qué podemos esperar entonces, si ustedes tampoco tienen el valor de pronunciar, al menos, tres palabras: “No, señor Presidente”? ¿Cuál es el futuro inmediato para la democracia?¿Qué la Guardia Nacional, como sucedió en el municipio de Orizaba, comience a ser utilizada para hacer renunciar gobernadores inconformes, para intervenir empresas o cerrar medios de comunicación críticos?

No permitan que avance y se consolide la tiranía. Gobiernos autoritarios, como este, no son producto de la casualidad. El dictador tiene éxito en la medida en que los demás aceptemos convertirnos en cómplices silenciosos y obedientes de sus arbitrariedades.

Las Fuerzas Armadas han sido, con toda intención, separadas y distraídas de su labor fundamental. El crimen organizado se expande mientras soldados y marinos trabajan colocando ladrillos. ¿Que nadie puede decirle al presidente que la obligación constitucional del Ejército, no es cargar bultos de cemento,  sino proteger la seguridad de la nación?

El mismo que antes los llamó violadores, asesinos y narcotraficantes, los ha convertido en empresarios constructores. A ustedes, como a todo en el país, también los ha dividido a fuerza de privilegiar a unos y marginar a otros. Ya fueron inoculados con el veneno de la ideología lopezobradorista y se han doblegado ante un presidencialismo personalista que está vulnerando los cimientos de la república.

La pregunta es simple: ¿Las Fuerzas Armadas van a seguir acatando disciplinadamente las órdenes de un régimen arbitrario? O, en honor a esa bandera, a esos símbolos y a la Constitución que juraron respetar van a tener el valor de pronunciar las tres palabras que podrían salvar a México de una tiranía: “No, señor Presidente”.

 

@PagesBeatriz