En el diario Reforma correspondiente al día 9 de octubre en curso, salió una noticia que lleva por encabezado: “Ataca ‘Padre Pistolas’ a Cardenal Sandoval”. La nota no tiene desperdicio. Merece ser enmarcada. Yo ya lo hice.

En esa nota se informa que el párroco Alfredo Gallegos Lara, del curato de Chucándiro, en el estado de Michoacán, descalificó en público al cardenal en retiro Juan Sandoval Íñiguez. No le faltan razones. Lo criticó, entre otras, por las declaraciones que el purpurado hizo hace unos meses respecto de los candidatos a la presidencia municipal de Tlaquepaque, Jalisco. Éstas, a juicio del cura párroco, fueron indebidas e inoportunas; tan lo fueron que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declaró nula la elección de la candidata emecista Citlalli Amaya. El proceso electoral se debe repetir; esta segunda vez sin la intervención clerical.

En la nota periodística se informa que el cura párroco conocido como “Padre Pistolas”, oficia armado y que él, refiriéndose al cardenal Sandoval lo calificó de muy hocicón, que se mete en lo que no le importa, méndigo viejillo, metiche, violador de la Constitución, “… es pendejo o se hace pendejo”. He tenido acceso a la grabación de la que se extrajo la información; está fuerte, sobre todo, divertida, especialmente cuando refiere que en los casos los anteriores en que lo suspendieron temporalmente, sus superiores “… me la han pel…”

Comentando la noticia con algunos amigos, uno de ellos dijo: “Se ve que ese cura conoce muy bien al cardenal”. Otra se limitó a decir: “Se quedó corto el curita ese”. Un tercero agregó: “Le faltó decir que el cardenal es borracho y soberbio.” Un último comentó: “Si ese cura, maneja la pistola como usa la lengua, el solo puede acabar con la delincuencia, organizada o desorganizada, de su entidad”.

Todos coincidimos en que los únicos méritos que tuvo Sandoval para llegar a ser “príncipe de la iglesia católica”, fueron su soberbia y su tartamudez. En los seminarios en los que él cursó su carrera, en otros tiempos, no se impartía un curso de humildad ni se enseñaba a hablar. Ahí están las consecuencias. En fin, al parecer el cardenal no tiene muchos fans en esta Ciudad de México y en Michoacán hay uno que no lo respeta.

Después de oír los comentarios de mis amigos y de recordar los actos de intolerancia y soberbia; las borracheras que se “ponía” con un gobernador panista y lo intolerante que es con los gustos de sus propios feligreses, coincido con mi amiga: el “Padre Pistolas” se quedó corto.

Como no sé mucho de teología, pues sólo he leído una sola vez la Suma de teología, el Tratado de la justicia, el Gobierno de los príncipes de Tomás de Aquino y el Catecismo del padre Ripalda, no me atrevo a afirmar que el cura párroco este en lo cierto y, mucho menos, que esa sea la forma en que los de su clase se deban referir a un cardenal. Los tiempos han cambiado. El respeto reverencial, al parecer, ha desaparecido. Qué le vamos a hacer.

En cambio, sí considero que tengo algunas nociones respecto de lo que dispone la Constitución Política; por ello coincido con el “Padre Pistolas”: el cardenal a todas luces violó la naturaleza laica del Estado mexicano, y, en especial, el artículo 130 de aquella. Hasta hace un poco más de un mes, era explicable que, ante la falta de secretario de gobernación, no hubiera quién le llamara la atención al cardenal Sandoval, pero ahora que se repite la elección, al haberse cubierto la acefalía en esa secretaría, es de esperarse que el titular de ella impida otra intervención indebida de ese a quien el cura califica de “metiche”.

El cardenal Sandoval y los que lo precedieron en el cargo de primera autoridad de la diócesis, por haber descuidado su ministerio religioso: el de ser pastores y, en cambio, estar empeñados en meterse a hacer política y mala política, por cuanto a que siempre le han apostado al bando perdedor: el conservador, han descuidado su grey. A sus espaldas, un artesano sin mayor preparación y méritos llamado Eusebio Joaquín González, organizó en 1926 una de las iglesias no católicas más grande e importante de la República Mexicana. La iglesia de la Luz del Mundo nació, se formó y se expandió por toda América frente a las narices del clero más conservador de México; lo hizo con merma de creyentes que se distinguían por su catolicismo. No sin razón fueron ellos los que engrosaron los ejércitos cristeros.

Hace poco tiempo, cuando el jefe actual de esa iglesia fue detenido por las autoridades de los Estados Unidos de América, acusado de feos delitos cometidos en perjuicio y daño de algunos feligreses, la jerarquía católica se alegró; sólo faltó que tocaran las campanas a rebato. Estoy seguro de que el cardenal Sandoval sonrió y se alegró; me imagino que, volteando a lo alto, agradeció a la vida el haber alcanzado a ver ese milagro, ese “Castigo de Dios”.

Pero qué malo que también le alcanzó su larga vida para ver que miles de sacerdotes están siendo acusados, juzgados y condenados por pederastia, abusos, inhumaciones ilegales en orfanatorios católicos. Como el cardenal sabe francés, seguramente ya se enteró de que más de 3000 sacerdotes de Francia abusaron sexualmente de 330,000 menores de edad. No es una cifra nada insignificante.

El clero católico puede tener la seguridad de que quienes son miembros de la iglesia la Luz del Mundo no fueron convertidos a ese culto a costa del islam, de la iglesia ortodoxa u otros credos orientales. El grueso de quienes profesan la fe que predica ese credo son ex católicos.

Otras iglesias que han mermado la feligresía católica, aunque en menor grado, son las iglesias pentecostales. Lo mismo hicieron y siguen haciendo otras iglesias más tradicionales: las reformadas o protestantes. No estoy hablando de miles, aludo a millones de personas que ya no son católicas, apostólicas romanas.

Señor Sandoval, cardenal en retiro, siga dedicándose a hacer política mundana; ella, aunque no se le da, sí le gusta, perro permita que sean otros, que no están bajo su control, los que se encarguen de adoctrinar a quienes en otro tiempo fueron parte de su feligresía. Vea los ejemplos de Guatemala, Brasil, Chile y de otras naciones cuyas poblaciones a principios del siglo XX eran católicas en un 99 por ciento. En el primer país, más del cincuenta por ciento ya no practica el culto católico. En Brasil más cuarenta por ciento profesan creencias diferentes de la católica. En Chile, debido a la pederastia sacerdotal, el credo romano ha perdido más del cincuenta por ciento de sus seguidores. Muchos de ellos se dicen incrédulos.

Puesto a que en México no había una autoridad civil que se atreviera a ponerlo en su lugar y lo sancionara por violar la Constitución y las leyes, me permito pedirle, por lo que más quiera: no vuelva a incursionar en la vida política de México; no opine respecto de los programas y candidatos de los partidos políticos; no intervenga en los procesos electorales. Algo más, siga descuidando a su grey y echándose sus tequilitas con el ex gobernador panista, ese que al calor de los alcoholes, en presencia de usted, le mentó la madre a sus adversarios políticos.

Señor cardenal Sandoval Iñiguez, me permito hacer una acotación final: me temo, sólo me temo, sin afirmarlo contundentemente, que el sacerdote Alfredo Gallegos Lara pudiera tener razón en lo que dice de usted.

Para el caso de que el señor sacerdote Gallegos sea sancionado por su superior por razón de las declaraciones que formuló, independientemente de los recursos que procedan de conformidad con el derecho canónico, me permito sugerirle considere la posibilidad de recurrir a la vía del amparo. Con la nueva Ley de amparo y los criterios de los tribunales federales, estoy seguro de que su demanda sería admitida; existen posibilidades de que le concedan tanto la suspensión como la protección de la Justicia Federal. Finalmente dio causa a sus declaraciones el haberse opuesto a una violación directa al artículo 130 constitucional de parte del cardenal Sandoval Iñiguez. Si recurre al amparo sentaría un precedente saludable y necesario.

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