Entrevista con José Samuel Martínez López, investigador sociología del deporte

Las imágenes transmitidas desde el estadio Corregidora durante el encuentro de futbol entre el Atlas y los Gallos Blancos, donde los jugadores dejaron de ser el punto central de la transmisión para trasladarse a las gradas, donde se desató una batalla campal entre las barras de los equipos, con una violencia extrema y que dejó una decena de heridos —algunos muy graves—, marcó un antes y un después en el futbol mexicano.

La condena al manejo de estas porras o barras, fue unánime e incluso se pidió su desaparición. El especialista en solicología del deporte José Samuel Martínez López, maestro de la Universidad Iberoamericana habla a Siempre aborda el tema.

 

¿Su opinión desde el punto de vista sociológico sobre la violencia ocurrida el fin de semana entre las porras en el estadio Corregidora?

Lo sucedido es muy reprobable pero hay que matizar muchos de los juicios que se han hecho en contra de estos grupos y tener una mirada más amplia respecto a lo que sucedió. Tratar de evitar estigmatizar o criminalizar a estos grupos como para hacerlos descartables diciendo que son pseudo aficionados, salvajes, irracionales. Etiquetarlos es también una forma de ejercicio de violencia sobre estos grupos.

Lo sucedido fue reprobable. Por primera vez en la historia de los espectáculos deportivos en nuestro país se presenta una batalla campal en vivo y en directo en diferentes partes del estadio por parte grupos de aficionadosde los dos equipos, pero el problema es más amplio y complejo de lo que a primera vista parece y aunque muchos medios noticiosos han difundido opiniones de especialistas y gente de la industria del futbol, pidiendo la desaparición de estos grupos, hay ahí un ejercicio de la violencia, en la que hay que evitar caer, dicho desde el punto de vista académico de la sociología del deporte.

 

¿Estos hechos de confrontación, son muestra  de la violencia que vivimos día a día? ¿Nos hemos acostumbrado a la violencia?

Es una de las ideas que más se han repetido en estos días. Lo que pasó el sábado fue imprevisto, tomó por sorpresa a muchos y ante el vacío de información que hay sábados y domingos, estas notas generan mucha atención y conmoción en los medios.

Hubo sobre abundancia de información mediática y el hecho de que se hayan presentado estos hechos, generó pánico y un escándalo mediático ya que era insólito que los grupos de animación tuvieran el atrevimiento de hacerlo a la luz pública, frente a las cámaras, ejerciendo la violencia.

Este tipo de violencia está ritualizada, forma parte de la conducta de estos grupos que acostumbran poner como uno de sus valores el machismo,  lo que en Sudámerica le llaman  “el aguante”. Hay mucho de una visión de ser el más fuerte, presentarse como el más macho en estas peleas campales que se presentan desde hace mucho tiempo en México y a pesar de las medidas que se han tomado desde la Federación Mexicana de Futbol, la Liga Profesional y los clubes, no se han podido erradicar y con las medidas que se tomaron, solo se maquilla un problema más amplio y profundo.

 

¿Es un reflejo de la violencia que se vive en México?

El futbol no es un espejo donde se refleje la sociedad, el futbol es un ámbito especializado de la vida, de un ámbito privado y muy reglamentado. No hay que olvidar que en los deportes modernos, el futbol nació justamente para regular y controlar la violencia.

Y lo que pasa en los estadios, en las gradas ya no forma parte del ámbito deportivo, forma parte de los espectáculos y éstos también están reglamentados, regulados. Cuando se presenta la violencia en los espectáculos se viola la ley y lo que tiene que suceder, como en este caso, es ajustar cuentas con la ley , no de condenarlas o criminalizarlas, sino que cumplan la ley.

Lo lamentable, es que muchas veces se evita que se cumpla la ley para no afectar los clubes, ni el negocio del espectáculo de asistencia al futbol, incluso se llegó al extremo de señalar que el narcotráfico estaba metido en este asunto, con lo que no estoy de acuerdo. Entre los aficionados al futbol, hay algunos que forman parte de grupos que violan la ley pero no es nuevo, viene desde hace mucho tiempo.

El mundo de los grupos de aficionados es heterógeneo y diverso, muchos de sus miembros son jóvenes de clases populares, de clase media baja y muchos no tienen empleo o son empleos muy precarizados. No tienen buenas condiciones de salud o de acceso a la seguridad social o la vivienda. Los jóvenes encuentran en estos grupos de animación una reivindicación, una manera de sentirse arropados por un grupo, de formar parte de algo que es mayor a ellos “el club” y ese fenómeno se da en todo el mundo.

 

Medidas profundas, políticas públlcas

El reto de las organizaciones, de los clubes y de los gobiernos es ir más allá del maquillaje de cifras y soluciones y avanzar en el mediano plazo para ver como se colabora entre los diferentes sectores de la sociedad para ayudar a que estos grupos  tengan mejores condiciones y no se den estos fenómenos tan bochornosos.

En diferentes partes del mundo, incluída América Latina, no solo se quedan a nivel legal emitiendo leyes o castigos más duros. Castigar no resuelve el problema, el hecho de que se castigue a estos jóvenes no significa que va desaparecer la violencia en el futbol.

La violencia está presente en el futbol como está presente en la sociedad. Lo que se puede hacer y se hace en otros países, es atender las necesidades de estos grupos y para eso se requiere que el gobierno tenga  políticas públicas que mitiguen lo que lleva a estos grupos a cometer estos hechos de violencia.

Implica que se trabaje desde los municipios o del gobierno estatal o local, que se les apoye, que se les den espacios de expresión y se les atienda en ciertas demandas sobre las necesidades que tienen en los lugares donde viven.

Hablo de algo que rebasa a los clubes, que rebasa al futbol. Hablo de millones de jóvenes que viven en condiciones difíciles y donde formar parte de estos grupos es una vía para encontrar lo que no encuentran en sus barrios o casas, que haya quien los arrope, les de identidad, fuerza política.

Los grupos de animación no solo van a gritar a un estadio, también cumplen un papel político, tienen un rol cultural en sus barrios, en sus localidades. La gente que se integra a estos grupos también se auto educa; hay procesos de educación para cosas buenas y para cosas malas.

El gran problema es que la liga MX y la industria del futbol no conoce a estos jóvenes y no los entiende, porque no los conoce. No dedican recursos a investigar cualitativamente a través del trabajo antropológico, sociológico, psicológico a esos grupos, por lo tanto la imagen que tienen de ellos, está llena de prejuicios, no se les valora en su justa dimensión. Hay un distanciamiento de clase social de estos grupos.

La liga MX ve consumidores no a personas. Estos jóvenes tienen vidas complejas, cometieron estos errores y deberán pagar las consecuencias, pero el fenómeno persistirá mientras no se ataquen de fondo una problemática que va más allá del futbol.

No olvidemos que estos grupos también son un negocio para quienes los controlan, no es por amor al arte que están en esos grupos. Aquí hay involucrados recursos, controles, beneficios políticos, sociales y culturales para quienes manejan estos grupos. Esto no desaparecerá porque las barras dejen de ir a un estadio, encontrarán la manera de seguir viviendo su experiencia de identidad, de identificarse con el club y mantener su discurso de la pasión por el futbol por encima de todo.